CAPÍTULO 32: CELOS

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El olor a café recién hecho invadiendo mis fosas nasales hace que me despierte escuchando los gruñidos de mi estómago reclamando el desayuno.

Abro lentamente los ojos acomodando mi vista a la luz que entra por la ventana y observo mi alrededor.

No puedo evitar sonrojarme al ver nuestras ropas esparcidas por el suelo. Los recuerdos de la noche anterior azotan mi mente como relámpagos y las imágenes se suceden una tras otra ruborizándome y haciendo que una serie de emociones contradictorias me abrumen de repente.

Estoy feliz, pero a la vez avergonzada.

Me siento especial y al mismo tiempo, algo perdida.

¿Fue real lo de anoche? Oh, ya lo creo que sí. Sin embargo, las cosas se ven diferentes a la luz del día.

Toda la valentía que mostraba ayer se ha esfumado sin dejar rastro y en su lugar, ha dejado un reguero de complejos e inseguridad.

No me arrepiento de lo que pasó, pero eso no impide que ahora no sepa cómo enfrentar la situación ni a Kevin. Estoy nerviosa.

Siento pasos acercándose a la puerta e inconscientemente me cubro con la sábana todo lo que puedo.

Kevin asoma con una sonrisa y se acerca hacia mí con paso decidido. Sólo lleva un pantalón de chándal gris. Va descalzo y sin camiseta.

─Buenos días, nena. ─Saluda mientras se sienta en una esquina de la cama, haciendo que el olor a champú de menta impregne el ambiente. ─Iba a traerte el desayuno, pero no quería despertarte. ¿Tienes hambre? ─Pregunta con interés mientras sacude la cabeza para apartar de su frente un mechón de pelo mojado.

─Un poco. ─Respondo con timidez. ─Me... me gustaría... darme una ducha.

─Claro. Te he dejado todo lo necesario en el baño. ─Me informa con total naturalidad señalando la puerta que hay tras él, aunque sin apartar sus ojos de los míos.

Yo me quedo esperando que salga de la habitación para dejarme algo de intimidad, pero él se acomoda tranquilamente mientras me observa descarado.

─¿No... piensas irte? ─Le pregunto agarrándome aún más fuerte a la sábana.

─Este es mi cuarto, nena. ─Responde con cierta prepotencia y curvando sus labios en una sonrisa traviesa mientras trata de escanearme de arriba a abajo.

No me gusta su actitud insolente. Probablemente esta situación sea algo cotidiano para él y se permite el lujo de frivolizar en este momento, pero no es mi caso. Para mí todo esto es algo nuevo.

No sé qué esperaba, pero no puedo evitar sentirme algo molesta al estar tan expuesta y en desventaja ante él.

Después de retarnos unos segundos con la mirada, me aferro bien a la sábana y me levanto de la cama tratando de envolverme con ella todo lo que puedo. Y así, dando trompicones para no tropezar con la tela que arrastra por el suelo, me dirijo al cuarto de baño.

─¿En serio, Marta? ─Pregunta Kevin incrédulo y alzando una ceja.

Yo no respondo. Simplemente cierro la puerta tras de mí y echo el pestillo.

De repente me entran las dudas. ¿Habrá sido tan especial para él como para mí?

Intento no venirme abajo con pensamientos negativos mientras me coloco debajo del agua caliente tratando de relajarme.

Cuando salgo de la ducha buscando qué ponerme sólo encuentro una toalla sobre el taburete. Ni mi neceser, ni mi ropa están a la vista.

─Pues menos mal que me ha dejado todo lo necesario. ─Musito resignada.

¿Y POR QUÉ NO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora