Capítulo 27: CONTINÚA EL RETO
Llevamos varios minutos sin hablar. Yo sigo algo enfurruñada y él tan tranquilo y sonriente.
El paisaje que vislumbro a través de la ventanilla ha variado. Ya hemos dejado atrás las casas y avenidas para dar paso a la autovía plagada de coches que circulan a gran velocidad.
Como me parece absurdo hablar y preguntarle a dónde vamos porque sé que no me lo va a decir, me dispongo a poner música.
─¿Te importa? ─Le pido permiso señalando el botón de la radio.
─No, claro.
Ante su consentimiento enciendo el CD y me sorprende escuchar Mamma Mía, de ABBA. Le miro divertida aguantando la risa.
─No esperaba que con esa pinta de duro, escucharas este tipo de música.
─Ni yo. ─Anuncia igual de sorprendido. ─Quiero decir que no es mío. Es de mi madre. Ha debido dejarlo puesto. Cámbialo si quieres.
─No, no. Me gustan sus canciones, tranquilo.
Me paso el resto del viaje admirando los gustos tan variados de esa mujer. Detrás de ABBA escuchamos música tan diferente como: Bruno Mars, One Direction, Mecano, Maroon 5, Alejandro Sanz, Adele, Jenifer López, Queen...
─Me encanta el popurrí de canciones que ha grabado tu madre. ─Reconozco observando su perfil, pues no aparta la vista de la calzada. ─No sé en qué tipo de música encuadrarlo. Hay de todo.
Kevin se limita a sonreír levemente pero no dice nada.
─Ya estamos llegando. ─Comenta al cabo de un rato.
─¿Matalascañas? ─Pregunto viendo la señalización de la carretera.
─Si. ─Responde girándose a verme un segundo y guiñándome un ojo. ─Nos vamos a la playa. Tenía otra cosa pensada, pero habrá que dejarlo para más adelante, cuando no me duela nada el costado.
Prefiero no preguntarle cuál era la otra opción. A saber qué se le había ocurrido...
Kevin aparca en el paseo marítimo y empieza a sacar unas cuantas cosas del maletero mientras yo observo las magníficas vistas. La playa está desierta. Tan sólo un puñado de gaviotas revolotean por la orilla.
─¿Vamos? ─Pregunta haciéndome apartar la vista del paisaje para dirigirla hacia él. Asiento y le sigo.
Bajamos por una rampa y caminamos unos cuantos metros hasta un lugar algo más apartado donde saca una enorme manta de cuadros y la coloca en el suelo. Sobre ella deja una cesta probablemente llena de comida y una pequeña nevera. Luego me observa con su sonrisa traviesa tan característica.
─Te he traído de picnic, nena.
Siento que me derrito por dentro y lucho contra el impulso de correr a besarle por el esfuerzo que ha puesto para sorprenderme. Pero no me muevo del sitio donde estoy, a pesar de que mi "yo" lanzado se está tirando de los pelos ahora mismo.
─Gracias por... esto. ─Me limito a responder tímidamente señalando lo que ha traído.
Luego me agacho, desabrocho mis zapatos y me saco los calcetines quedándome descalza. Me encanta sentir la arena bajo mis pies, aunque esté algo fría por la fecha en la que estamos, a punto de finalizar el mes de noviembre.
Me acerco a la orilla y me quedo absorta mirando el mar: el ir y venir de las olas empapando la tierra, el olor a sal proveniente del agua, la suave brisa que alborota mi cabello...
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¿Y POR QUÉ NO?
RomanceAnte mi silencio, se acerca lentamente y nuestros labios entreabiertos se rozan, quedándonos así por un momento eterno. Un beso incipiente que no llega, un deseo mutuo que no culmina, la respiración de ambos cada vez más agitada, sus brazos sujetánd...