CAPÍTULO 4: ALANÍS

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De noche, acompañada sólo por la oscuridad de mi habitación, no puedo evitar pensar en mi "relación" con Kevin. ¿Significo algo para él? ¿Realmente quiere estar conmigo? ¿Será alguna novia esa chica con la que estaba hoy? En realidad solo se dieron un par de abrazos... Bueno, vale, y se fueron cogidos de la mano. Como mínimo debe ser alguien especial para él. ¿Se estará riendo de las dos? Las palabras de Laura advirtiéndome de lo mujeriego que es Kevin, empiezan a martillear en mi mente. ¿Debo confiar en él? Demasiadas preguntas y ninguna respuesta... no parece la mejor forma de empezar algo.

Reconozco que soy una chica chapada a la antigua. Demasiado tradicional en el amor para los tiempos que corren. Raquel siempre me ha dicho que tengo que ser más lanzada con los chicos si no quiero quedarme sola. Pero yo no soy así. A veces me pregunto si seré de otra especie. A mis dieciocho años, sigo pensando que el amor y el sexo deben estar unidos. Y no es que esté reservándome para un príncipe azul que venga montado en un caballo blanco, ni nada por el estilo; simplemente no me siento capaz de estar con alguien a quien apenas conozco, por mucho que me atraiga. Necesito que haya sentimiento por ambas partes.

Seguramente soy así por mis padres. Me he pasado toda la vida viendo cómo se quieren, cómo se han apoyado en los malos momentos, cómo aceptan al otro tal y como es: con sus virtudes y sus defectos, cómo se siguen mirando con el mismo amor que el primer día... No creo que eso se consiga enrollándote con todos los que se pongan a tiro, ni dejándote llevar sólo por el placer momentáneo. No sé si soy demasiado madura para mi edad o demasiado cobarde para el amor... en cualquier caso, creo que soy un bicho raro en peligro de extinción...

Intento dormir y no pensar, pero no lo consigo. La imagen de Kevin abrazando a aquella chica no deja de atormentarme. Necesito una distracción. Cojo mi mp4 y me coloco los auriculares. Una música estruendosa tortura mis tímpanos. ¡Maldita sea! Seguro que mi hermano ha vuelto a borrarme mis canciones. Cuando lo pille se va a enterar.

De peor humor aún, me doy media vuelta en la cama y trato de conciliar el sueño. Sin embargo mi mente no hace más que cavilar. Por un lado, pienso que no debo darle mayor importancia a lo que he visto hoy. Puede tener una explicación de lo más razonable. Tal vez sea una amiga de la infancia. Pero por otro, no puedo evitar sentir una enorme desconfianza hacia Kevin. Y sus propias palabras, confirmando mis temores resuenan en mi cabeza: "Supongo que yo, en tu lugar, también desconfiaría de mí." Las personas no suelen cambiar de un día para otro y, después de todo, tampoco hace tanto que me conoce. Quizá lo mejor sea preguntarle mañana. Sí, eso haré.

Por la mañana, mi determinación de la noche anterior empieza a flaquear. Aún así, sigo manteniendo la idea de hablar con Kevin. Si tanto empeño ha mostrado en estar conmigo y en que confíe en él, no le importará contarme quién era esa chica a la que abrazaba ayer.

Camino de la universidad voy repasando mentalmente lo que le voy a decir, pero cuando llego a la clase, compruebo con desánimo que aún no ha llegado. Bueno, quizá es demasiado pronto.

El aula se va llenando de alumnos que ocupan sus asientos y Don José Luís entra en la clase, pero Kevin sigue sin aparecer. Lo mismo pasa a segunda hora. No puedo evitar que un pensamiento fugaz se me pase por la mente: "¿Estará con ella?". De repente empiezo a ponerme celosa y de mal humor considerando esa posibilidad.

Estoy tan inmersa en mis pensamientos que no me doy cuenta de que Rubén está a mi lado y me está hablando.

─¿Qué? ─le digo algo distraída. Él frunce el ceño.

─Que si te encuentras bien. Parece que estás en otra parte. ¿Te preocupa algo?

─No, nada. Que no he dormido bien esta noche. Eso es todo.

¿Y POR QUÉ NO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora