CAPÍTULO 41: ELENA

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 No sé por qué pero siempre me había imaginado a Elena como una chica débil y depresiva; al fin y al cabo, casi muere de una sobredosis y aún así estuvo a punto de recaer en las drogas. Sin embargo, la persona alocada y vivaracha que tengo frente a mis ojos, no tiene nada que ver. Ella sigue abrazada a mi novio revolviéndole el flequillo entre risas y yo no puedo evitar fulminarla con la mirada y maldecir mentalmente por no poseer rayos laser en los ojos como Superman.

─¿Qué tal si vamos a tomarnos un café? ─Pregunta Sara con cierto apuro en su voz.

─¡Genial! ─Exclama Elena apartándose por fin de mi novio.

Aunque la sensación de alivio duró sólo el par de segundos que le toma agarrarle por la chaqueta y tirar de él anunciando que conoce el lugar ideal para merendar.

Kevin tartamudea sin decir nada coherente, pero se deja arrastrar por ella y caminan delante de nosotras.

─Ya te acostumbrarás a ella. ─Apunta Sara con cara de circunstancias. ─Ella es... es...

─¿Una descarada? ─La interrumpo terminando la frase por ella, mientras observo cómo coquetea con mi novio. ─¿Maleducada tal vez? ─Apunto al percatarme de que ni siquiera ha hecho el intento de saludarme.

─Bueno, iba a decir inquieta e impulsiva.

─Ah, sí... Eso también.

Caminamos en silencio por la acera escuchando la risa estridente de Elena. Kevin vuelve la cara de vez en cuando, como queriendo asegurarse de que sigo aún detrás de él; sin embargo, no parece advertir el enfado en mi rostro.

Sara, por el contrario, luce algo apurada y se esfuerza por sacar un tema de conversación.

─Así que eres de Alanís, ¿verdad? ─Pregunta en tono amigable sonriendo cuando me ve asentir en respuesta a su pregunta. ─Yo estuve el año pasado en tu pueblo.

─¿Sí? ─Cuestiono con sorpresa.

─Sí. Fui con mis padres a la romería de María Auxiliadora, en mayo. Me encantó. ─Admite con sinceridad. ─Vives en un lugar entrañable.

Sonrío y no puedo evitar recordar el día que acompañé a Kevin enseñándole los sitios más emblemáticos de Alanís, como si de una guía turística se tratara.

─Gracias. ─Respondo mirándola amistosamente.

─¡Llegamos! ─Grita Elena jubilosa.

Observo el lugar en cuestión y no me parece nada del otro mundo: una simple cafetería con varias mesas con sillas en la puerta, aunque con el frío que se está levantando, considero preferible sentarnos dentro.

Elena ocupa una de las mesas del exterior arrastrando la silla de metal y dándome dentera con el chirriante ruido que provoca el roce de las patas en el suelo. Da unas palmadas en el asiento que hay junto a ella y Kevin se coloca allí como un perrito obediente.

Él hace lo mismo mirándome a mí para que me ponga a su lado, pero aparento que no he visto su gesto y me siento lo más alejada posible y, aunque me observa algo sorprendido, no parece darle demasiada importancia.

─¿Nos vamos a sentar fuera con el frío que hace?

Definitivamente Sara cada vez que me cae mejor.

─¿Frío? No seas exagerada, Sara. ─Responde Elena haciendo un ademán con la mano como si estuviera espantando moscas. ─Aquí fuera se está súper bien, ¿a que sí, Kevin?

¿Y POR QUÉ NO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora