Lago

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En todo el colegio no se habla de nada más que la fiesta que habría por la noche, y las expectativas de esta sobrepasaban a todo lo demás. Los estudiantes iban de un lado a otro ayudando con los preparativos mientras Paramore sonaba en los altavoces.

Como era tradición, después de la competencia se realizaba una fiesta que coincidentemente daba con el "solsticio de verano", una de las tantas fiestas Wiccanas.

Camine hacia el centro del salón de conferencias donde uno de los profesores me pidió que colgara del techo una enorme esfera plateada, de esas que se usaban en los años 70 en las fiestas. Cuando llegue me percate que la chica de los ojos miel estaba junto al anciano. Llevaba en sus manos unas carpetas que casi tiro cuando me vio.

La sorpresa me recorrió el día que lleve a Kristel a su casa.

Hizo lo que nunca creería que haría.

Sus labios se estamparon sobre los míos en una demanda frenética, sus brazos alrededor de mi cuello. Durante segundos me quede en blanco, como iba a imaginar que la chiquilla hiciera algo como eso.

Rodie su cintura con un brazo mientras que con la otra sujete su nuca obligándola a pegar su boca más a la mía. Emitió un gemido que me dio la excusa perfecta para deslizar la lengua en su boca. Su lengua y la mía frotándose de forma apasionada, haciendo soniditos enloquecedores mientras nos besábamos.

¿Haría los mismos sonidos con Wheaton?

De pronto la idea me pareció insultante y repulsiva. Un extraño sentimiento de celos me envolvió al imaginar una escena como esa.

Tal vez fue mi orgullo o mi naturaleza demoniaca lo que me llevo a presionarla contra la pared, obligando a su cuerpo a casi fundirse con el mío, sus ojos abiertos de forma sorprendida cuanto uní nuestras pelvis. Deslice las manos por su cintura y caderas hasta los muslos, me hice de ellos alzándola sobre mi cuerpo para que me rodeara con ellos.

La falda del vestido se había corrido dejando a placer su piel desnuda. Mis yemas tocaron con delicadeza la piel expuesta, era como tocar seda suave y cálida.

Jadeo cuando le mordisquee el cuello y le apreté con mi mano libre un pequeño pecho.

—p-para—jadeo. Puso como pared entre ambos sus manos sobre mi pecho—para

En sus labios no quedaba ningún rastro del labial que había llevado puesto. Tenía la cara sonrojada, los labios rojos e hinchados, pero lo más excitante era el asombro en sus ojos.

Accedí a su pedido no sin antes estrujarle el trasero que le saco un brinquito y que hizo que de forma inconsciente se presionara más a mí.

Aparto sus ojos de los míos cortando todo contacto visual. Sonreí cuando agacho la cara ocultando el sonrojo que la cubría, había recordado lo mismo que yo.

La vergüenza que la llenaba era tal que satisfacía mi ego, por como actuaba era obvio que nunca la había tocado de forma tal, la inocencia en sus ojos había sido más provocadora que una mujer experta en el arte de follar, y el olor virginal de su cuerpo solo la hacía más tentadora que nadie.

Negué con la cabeza tratando olvidar de sus reacciones hacia mí, aunque era muy difícil.

¿Qué me estaba pasando?

¿Por qué la pensaba tanto?

Kristel Murrey ni siquiera era una de esas bellezas exuberantes o de las que le pararías el auto en la carretera. De estatura baja, delgada con poco pecho pero con un trasero que lo compensaba, con el cabello oscuro lacio y esos ojos del color de la miel derretida que podían hipnotizar. Una mujer guapa debo admitir, una mujer que no debía meterse en mi cabeza.

Wicca: Love Red MagicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora