Apreté los puños al ver la temblorosa y frágil figura de Kristel abandonar la habitación en los brazos de otro hombre, aunque este estuviese ayudándola.
Todo en mi visión se volvió rojo, con la sangre ardiéndome en las venas al ver que mi mujer iba casi desnuda con otro. Una rabia tan profunda que me instaba a arrojarlo todo a la mierda y recuperar a la chiquilla.
Me pase una mano por el cabello con una sonrisa de burla para mí.
Celos.
Ese sentimiento de posesión solo podía ser calificado como celos.
Un sentimiento absurdo y tan humano que hacía sentir amenazado a algunos con respecto a lo que poseían y no deseaban compartir.
Que estúpido era sentir algo como eso por una mujer que no despertaba más sentimiento que el del deseo. Uno que ya había sido saciado.
Y aun así el sentimiento pujaba por salir al exterior.
—es parte de tu naturaleza. No le des importancia
Tenía que ser eso.
Era un demonio, y no uno cualquiera, era uno de los príncipes del bajo mundo, ser celoso y posesivo era parte de mi como el respirar, pero, ¡joder si no estaba incomodándome!
Aparte los ojos de la puerta que estaba observando como un maldito obsesionado. Hice una mueca al ver el carmín manchando las antes blancas sabanas que tan solo habían contenido una pequeña mancha que evidenciaba la pérdida de su virginidad entre mis brazos. Con un movimiento de la mano volvieron a estar tan pulcras como horas antes.
— ¡joder!
Solo un instante.
Un momento de mierda salí para despejar mi cabeza de las emociones que me sobrecargaban y eso basto para que la cría estuviera a punto de desangrarse.
Esto no era normal, aunque mi mundo no conociera el concepto incluso pasaba de lo considerado ordinario.
Aquí había algo más, mucho más complejo de lo que a simple vista se mostraba.
Tenía que asegurarme que esto no provenía de esa maldita.
El hombrecillo de repugnante perfil abrió las puertas de metal del salón antes que pusiera una mano en la argolla de llamado.
—sabía que regresarías
Keriam hizo una reverencia haciéndose hacia un lado para dar paso a su estrambótico amo vestido de túnica azul zafiro.
—Bienvenido de nuevo—enarco una sonrisa tan grande como la del gato sonriente de Alicia en el país de las maravillas— ¿a qué debo el honor?
Ignorando el descarado coqueteo aclare la garganta antes de hablar.
—quiero que hagas algo para mi
—Cuando no—suspiro juntando las manos— ¿Qué es ahora?
—no aquí
—bien, sígueme
Camine tras de él hasta el despacho que usaba como centro de trabajo. Con un movimiento las recién adquiridas farolas de gas se encendieron iluminando la estancia de paredes ennegrecidas de sangre seca y entrañas disecadas, un lugar asqueroso.
— ¿dime lo que quieres Dereck?, que por lo que se no es a mi
— ¿Cuánto va a costarme?
Como todo en la vida nada era gratis y menos un trabajo hecho por Thadeus.