En el lado izquierdo de mi pecho la figura aún estaba al rojo vivo, el dolor había cesado en el resto de mi cuerpo, pero justo allí, en esa porción de piel aun podía sentir como estaba caliente.
Con dedos temblorosos palpe la piel, sacándome un gemido por la imprudencia. Deje caer hacia atrás la cabeza, recostándome en el cobijo de la corteza del árbol mientras regulaba la respiración.
¿Qué me estaba pasando?
Todo estaba bien y de pronto ¡zas! Estaba ardiendo, y ahora el símbolo estaba marcado como un tatuaje en mi carne.
Medio abriendo los ojos me fije en el chico de los cabellos castaños, que pateaba y desquitaba el enojo en un pobre y viejo cedro.
¿Qué bicho le había picado?
Sus ojos azul hielo se posaron en los míos. Estaba enojado, realmente molesto por lo sucedido, ¿pero acaso era yo la culpable? Por supuesto que no, sin embargo en sus ojos estaba patente la acusación. No fue el quien sintió como si le echaran gasolina encima y luego le arrojaran un cerillo para entrar en combustión, ¡fui yo!
¿Entonces porque la actitud?
Cerré los ojos cuando su puño golpeo el árbol, que retumbo en protesta, dos segundos después sentí un leve viento rozarme la cara, cuando los abrí de nuevo allí estaba él frente a mi cara.
—Déjame ver—gruño
Sus dedos apartaron la tela que había estropeado antes, incluso creo que la rasgo más de la cuenta, sus manos no tardaron en tocar el área quemada con dedos nada gentiles, tiro hacia abajo el lado izquierdo del corpiño en donde la carne rasguñada se perdía.
— ¿Cómo te lo hiciste?
—y-y-o... n-no...
¿Por qué asumía que fui yo?
Ni que fuera tan estúpida como para causarme semejante cosa.
—Ouch—me queje
— ¡camina!
— ¡estas lastimándome!
Dereck aprisiono mi muñeca como un grillete, estaba irracionalmente furioso y arrastrándome con uno de mis senos al aire. Plantando los pies en el suelo me reúse a ser arrastrada como una muñeca, no mientras anduviera con una teta de fuera.
— ¿Por qué no caminas?
Le señale con la barbilla la piel expuesta. Bufando entorno los ojos, con una suave caricia del viento y una fuerza invisible el sujetador volvió a su sitio.
¡Caray! ¿Por qué no me sorprendía?
Este tipo parecía hacerlo todo.
—gracias. Pero deja de arr....
Antes de que pudiera terminar la frase los dos estábamos en mi habitación. La transición fue tan chocante que antes de poder estabilizarme golpeé contra su pecho, rebotando en el para caer de sentón en la cama.
— ¿Qué fue eso?—sentía el cuerpo frio y pesado
— ¿Dónde está el libro?—me ignoro
— ¿Qué?
Sin decir una palabra más comenzó a darle vuelta a todas las cosas de mi habitación. Lo que estaba ordenado y en el lugar correcto término en el piso y en lugares inusuales como el techo. Antes de que dejara todo peor era mejor decirle en donde estaba lo que buscaba.
—Allá—señale en una zona cercana al armario
Una ceja castaña se alzó.
—chica lista