La curiosidad mato al gato.
Esa única frase rebotaba en mi cabeza como una bola de básquetbol en pleno juego. Muchas veces escuché esa simple y sensilla frase de como la curiosidad podia llegar a ser peligrpsa. La misma curiosidad que me llevó a espiar en los baños arruinados del edificio de química, la que me había arrastrado hasta aquí y que posiblemente atrajera un daño fisico a mi cuerpo. Pero era así, algunas veces esa misma curiosidad te mantenía vivo.
¿Por qué nunca hacia caso a esos viejos pero sabios dichos?
En este instante ese sujeto era el gato y yo el ratón.
La expresión seria y rígida en el rostro de ese joven me dijo que no solo estaba molestando o jugándome una broma, más bien, estaba haciéndome una promesa.
El no sería capaz de lastimarme... ¿O sí?
Lo mejor era no averiguarlo.
—Y-Yo ya me iba—balbucee asustada, retrocediendo tres pasos
Sus ojos azules y fríos como el hielo me dejaron paralizada al instante en que mis labios dejaron escapar esas palabras. Él no me dejaría marchar y mi cuerpo incapaz de responder a la orden que daba mi cerebro sobre correr no ayudaba.
—¿No puedes moverte?—dijo con malicia ante la parálisis de mi cuerpo—¿Ibas a algún lado?—canturrio cerca de mi cara. Mis ojos se abrieron en demasía cuando sus dedos largos y fríos sujetaron mi barbilla, exponiendo ante él miedo reflejado en mis ojos. Me observó por un tiempo para luego alejarse con una mueca de repulsión—¿Como pude hacerlo?—musitó alejándose—Esta vez no voy a cometer el mismo error
—Sí, si me haces algo voy a gritar—amenace
La sonrisa de sus labios me hizo ver que la amenaza le importo lo que a mí me gusta la idea de estar rodeada de ratas.
Se encogió de hombros como si nada importara.
—Hazlo, nadie va a escucharte
Había tanto rencor en su voz, que eso era aún más aterrador que imaginar lo que fuese que quisiera hacerme, sobre todo porque era la primera, bueno, segunda vez que nos veiamos.
—No eres espectacular—murmuró clavándome los dedos en la barbilla—ni un poco bonita
—¡Grosero!
Antes de que los dos nos diéramos cuenta mi mano chocó con su mejilla.
—¿Como...?
Antes de que pudiera escuchar como terminaba la frase, salí corriendo de ahí como si el diablo me persiguiera, bueno, tal vez el diablo si estaba tras de mi. Izquierda o derecha, norte o sur, la dirección que tomara no importaba siempre y cuando me alejara de él, sin embargo los vellos erizados en mi nuca y el frió que envolvía mi espalda me decía que estaba por alcanzarme, yo no era rápida y además era un poco torpe, así que probablemente al final ese chico era el gato que perseguía al ratón para cazarlo.
Como lo pensé antes, mi torpeza al fin hizo presencia cuando el pie se me atoró en una raíz superficial.
Caí al suelo golpiandome tan fuerte el estómago que el aire se me fue, cuando a penas me pude girar me encontré con ese rostro malicioso y maquiavélico.
—Te dije que no había salida
Sabía que estaba tan blanca como el papel aunque el sudor me perlara la frente cuando sus ojos se volvieron oscuros y vacíos, cuando alzó la mano que brillaba y amenazaba con tocarme.
Arañando la tierra y tropezando me levante para alejarme, ni siquiera pensé en voltear para comprobar si el golpe en su parte baja había surgido efecto, pero por como maldecía supuse que si.