Qué tanto me ocultas. Capítulo 9.

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IMPORTANTE LEER LA NOTA DE AUTOR AL FINAL DEL CAPÍTULO.

Qué tanto me ocultas. Capítulo 9.

Harper.

Si apenas podía creer que mi hermana asistiese al mismo instituto que yo, menos podía creer que me había desmayado (y golpeado fuerte) por hablar de Nina con ella. Fue extraño, cuando lo hablaba con Nieves eso no me ocurría y quizá era porque mi compañera de habitación se volvió más cercana que mi propia hermana. ¡Qué horror!

Cuando me dejaron salir del hospital, luego de prometer a mi madre y a Logan que me contactaría con ellos en cuanto los tiempos me dejasen, pude subir al piso que comparto con Nieves y allí nos sentamos en el sofá a ver la televisión. Ella se ofreció hace cinco minutos para hacer algo de comer y yo acepté con gusto.

Mientras tanto, yo fui a mi habitación para ponerme el pijama y llevar unas almohadas y mantas al sofá para estar más calentitas y cómodas.

—Oye, Nieves— la llamo.

—Dime— dice ella, saliendo de la cocina con dos platos llenos de no sé qué ocurrencia suya y un lindo delantal blanco con fresitas rosadas como estampado.

— ¿Qué peli quieres ver?

—La que tú quieras. Aquí la que está malita eres tú— indica ella riendo y vuelve a la cocina. — Además, soy pésima para decidirme— dice cuando sale de la cocina con dos vasos llenos de jugo.

—Tienes razón, eres la persona más indecisa que conozco— ella me dedica una sonrisita y se suelta el ondulado y rubio cabello de la coleta que tenía. — Pareces un león.

—Ay, qué cursi eres a veces, Harper— dice achinando los ojos como los emoticonos sonrojados. — Ya en serio, elige una película porque esto se enfría— indica observando el plato de ¿sopa?, ¿pasta?

Comimos y vimos la primera película que recomendaban en una página de Internet. Era malísima y por el único motivo que nos reíamos era por las burlas que hacíamos imitando los diálogos pero exagerándolos.

—Tienes que dormir, Harper— indica ella con una sonrisita.

— ¿En serio, Nieves? ¿Obligarme a ir a la cama primera? — luego de pronunciar la pregunta y de ver las cejas de mi amiga elevándose con gracia, caigo en el doble sentido de la frase. — ¡Parece que me golpeé bien fuerte la cabeza! ¡A dormir se ha dicho!

Sonrío a Nieves y salgo lo más rápido que puedo hacia mi habitación. Me acomodo en la cama, apoyándome sobre mi costado izquierdo. Al momento, mi compañera abre la puerta, sin sus cejas bailando, sino con expresión calmada.

—No me olvido que me invitaste a "ir a la cama" — indica, acercándose.

—Nunca te invité.

—Dijiste "ir a la cama primera", no "ir a dormir" por lo que yo iré a "la cama" segunda. Y aquí estoy— ruedo los ojos y hago un espacio para ella. — Ya, ahora no tendré pesadillas.

—Cállate, enana— susurro de mala gana, pero con una sonrisa.

—Buenas noches, gruñona.

—Buenas noches, enana molesta.

Cuando me despierto, Nieves ya no está en la cama por lo que deduzco que está despierta o estaba incómoda durante la noche y se cambió de cuarto.

Sin muchos ánimos, me levanto y me meto directamente a la ducha para sacarme el olor a hospital que sigo teniendo impregnado. Mi cabello prácticamente está imposible de peinar cuando termino de asearme por lo que lo recojo en un moño y me visto con un pulóver y unos jeans.

Instituto De HomosexualesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora