Crayón rojo. Capítulo 23.

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Harper.

Aurora me pidió que le saque fotos cursis a ella y su novio, y yo accedí porque no tengo nada importante que hacer. Nos vamos juntos hasta una laguna cercana. Hace un calor similar al que supongo que hay en el infierno, pero tengo que cumplir mi promesa.

Mi amiga no quiere que Christian la toque porque está transpirando como una cerdita. Eso me está complicando la vida porque no puedo sacarles fotos de pareja si tienen que mantener un metro de distancia. Después de insistir por más de treinta minutos, accede a secarse las axilas y luego se tira medio litro de perfume.

Hice varias fotos, todas interrumpidas por dos o tres llamadas de Nieves, o mi hermana, o Shet, y todas ignoradas. Aurora está a punto de tirar el móvil a la laguna, y, siendo sincera, yo también. A Christian le hace gracia, aun sabiendo la historia completa gracias a la chismosa de su novia.

Hace más de tres días estoy recibiendo llamada tras llamada de distintos estudiantes del instituto, todos a los que conocí y logré tener una amistad. Destiny, Caleb, Shet, Nieves, Jane y Jessie. Y luego están Cassie, a la que ni siquiera conozco un poco, y Laila, a la que creo ya ni conocer.

Pero ignoré todas y cada una de las llamadas y me dediqué a lo único que parecía salirme bien: fotografiar. Me abrí un blog y subí varias fotos, y probablemente luego de ésta sesión, suba más. No tenía muchos seguidores, pero al menos Francesca, la mujer de la plaza a la que fui el día antes de entrar al Poland, sí me seguía. Resultó ser la mamá de todos los niños, porque es la dueña de la casa de adopción en donde ellos viven. Ella promocionó mi blog con algunos contactos suyos y me consiguió algunos trabajos pequeños por los que conseguí una paga.

— ¡Harper, empecé a sudar de nuevo! — grita mi amiga, un segundo antes de que sacara la foto.

— ¡Estaba a punto de fotografiarlos, Aurora! Todo el mundo transpira con este calor, no me hubieses echo venir... ¡Joder con este celular! — lo saco del bolsillo de mi short y lo tiro al piso, donde sigue sonando sin piedad.

Ésta vez la llamada es de Shet. Aurora levanta el móvil de piso y dice con voz muy clara:

—Ya dejen de llamarla.

···

No fue mucho el tiempo que el pedido de Aurora fue respetado. Nieves es la que más llama, es a la que más ignoro. Laila me dejó más de cien mensajes, de los cuales leí sólo uno que decía que quería hablar conmigo.

Yo no quería hablar con ella.

—Harper, hay una llamada para ti— dice mi madre, entrando a mi habitación, justo cuando estaba subiendo a mi blog las fotos de Aurora y su novio. Me tiende el teléfono inalámbrico.

— ¿Hola? — digo.

—Harper, por fin, hola...— corto.

— ¿Era tu hermana? — niego con la cabeza. — ¿Era Nieves? — asiento.

Ella se sienta en mi cama, toma mi ordenador y lo corre a otra parte. Se seca las manos en la blusa y me sonríe. Luego agarra mis manos y las aprieta un poco.

— ¿Sabes que estás haciendo una montaña de un grano de arena?

—No, mamá, esto no es un grano de arena. Mira, entiendo por qué no me lo contaron al principio, lo entiendo desde el fondo de mi corazón. Yo dije tantas, tantas cosas de las que me arrepiento. Yo tampoco habría dicho nada si hubiese sido ellos. Pero yo cambié, mis pensamientos cambiaron. Nieves, Shet, Jane, Jessie, Caleb, Destiny... a todos ellos le gustaban personas de su mismo sexo, y yo seguí hablándoles. Nunca los discriminé, y si lo había hecho pedí disculpas. ¿Qué los detuvo de contarme en ese momento?

Instituto De HomosexualesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora