Anatomía según Harper Finnegan. Capítulo 15.

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Harper.

Hoy es de esas tardes en las que sólo quiero echarme en la cama, leer un libro o ver una película, comer como cerda y después configurar el despertador para el día siguiente. Pero mis profesores no querían eso para mí el fin de semana (a pesar de que estamos a muy poco del fin de clases) y dieron pilas y pilas de tareas infinitas.

Cualquiera que sepa la definición de "pilas" e "infinitas" sabe de lo que estoy hablando y se apiadaría por mi alma sumida en tristeza. Pero nadie me apoya, estoy yo sola con mis libros y una botella llena de gaseosa helada para estos días calurosos, junto a unos veinte sándwiches que compré al mediodía porque sabía que no podría salir de la habitación en toda la tarde.

Las cosas de Historia me enloquecen. ¿Por qué quieren que tantos sucesos con una diferencia cronológica monumental entren en mi cabeza como "un solo tema"? ¡Si es que no hacen más que confundirme! No sé qué pensar ya, me gustaría estar en la Edad Media, que me tomen por hereje y que me manden a la horca antes de hacer toda esta estúpida tarea.

···

¡Ah..., matemáticas! ¡Cómo explicarles en una palabra todos los sentimientos que siento hacia ustedes! No es amor, no es odio; es una especie de mezcla que está al borde de ambos, pero que no pasa las barreras. Nuestra relación es difícil.

Creo que acabo de escribir que tres más cuatro es seis. Oh..., sí, lo he hecho. Menuda idiota.

···

Nunca me cayeron bien. Nunca las amé, aunque me traicionaron y me rompieron el intestino grueso (aun siendo grueso lo rompieron). Malditas Ciencias, maldita Anatomía y maldito sea el que decidió meter ésta materia para los de quinto año.

···

¿¡Cuándo llegarán los deberes de Arte!? No los de siempre, todo de pintura y música, sino los de fotografía. Han pasado meses desde que estoy aquí y no me han dejado presentar ni una sola fotografía como trabajo. Además, apenas si tuve tiempo de hacerlo en mi tiempo libre porque... ¡ah, lo olvidé! ¡No tengo tiempo libre!

Bueno, puedo ir a algún lugar con Nieves y fotografiarnos a ambas, no tenemos fotos juntas. Sería bonito.

Salgo de mi habitación mordiendo una parte del quinto sándwich. Oigo voces en la cocina, Nieves y Shet (maldito amigo gay que invade mi piso como si fuera suyo). Nieves suena apagada, y Shet está entre la más pura alegría y el más triste dolor. Luego escucho las lágrimas y decido quedarme afuera, sin abrir la puerta, para escuchar lo que están diciendo.

Luego me castigarían por escuchar conversaciones ajenas.

—Pero, ¿lo hablaste con ella? ¡Seguro ni le has preguntado! — dice Shet.

—Indirectamente, sí. Sabes cómo soy, sabes cómo es— creo que o metió los mocos de nuevo en su nariz o se los sacó con un pañuelo, de todos modos es un asco escucharlo y tener que imaginarlo. — ¡Shet!, no sonrías.

—No estoy sonriendo— pero por el tono que usa sé que lo está haciendo y no entiendo por qué le molesta a Nieves. — Sabes cómo es ella. Si no le dices directamente lo que ocurre, no se dará cuenta. Está haciendo lo mismo con todos sus problemas.

—Pero... Shet... arruinaré todo...— y otra absorbida de mocos.

—No arruinarás nada, Nieves— creo que escuché una risita de Shet. — Ella te quiere, tú a ella. Podrían hacer la pareja perfecta si tú te decides a decirle las cosas claramente para que la diminuta parte lógica de su cerebro entienda lo que está pasando.

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