Especial 200 votos. Descubriendo quién soy.

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Capítulo especial 1/3.

Laila.

Con un sostén deportivo y un short del club me visto antes de que el reloj dé las cuatro de la tarde. Ambas prendas son negras y nuevas, ya que yo antes practicaba vóley con mi padre en la playa, y tienen un escudo verde en alguna parte: en el caso del sostén, en el borde superior derecho y el pantalón corto en la parte izquierda de la pierna.

Amarro mi cabello castaño en una coleta y me saco todo resto de maquillaje que había usado esa mañana.

Estoy demasiado nerviosa. Pero confío en mi padre y en lo que me dijo: el vóley me corre por las venas así como la música. Por lo que termino de preparar un bolso con una camiseta turquesa, un pantalón corto más, agua y dos toallas.

—Laila, o vamos ahora o tendrás que ir caminando al club— avisa mi padre sin entrar en la habitación.

Me observo en el espejo por última vez y salgo con una sonrisa de mi cuarto. Papá me observa con una sonrisa y asiente, convencido.

—Serás la mejor jugadora que ese club pueda tener— me da un beso en la frente y comienza a caminar hacia la salida.

Mi padre es un hombre de cabellos castaños y despeinados. El desorden personificado. Camisas sin planchar, él es más de playeras y pantalones cortos. Y chanclas, que esas nunca falten. Agregando los lentes de sol, a pesar de que las nubes lo cubran de vez en cuando.

Subimos juntos a la camioneta y llegamos al club en pocos minutos. Me desea suerte y se va directo a su trabajo. Mientras, yo visualizo el club y entro con una sonrisa que trata de convencerme a mí misma.

A pesar de haber visto chicas por todas partes, verlas en sostenes deportivos y pantalones cortos me incómoda de sobremanera y decido desviar la vista cuando entro en el vestuario. Ya ni sé qué me pasa.

Dejo mis cosas en un locker y sigo a las demás chicas hacia la cancha. La entrenadora nos saluda a todas y me presenta a mí y a otra chica llamada Alicia frente a las demás jugadoras. Ninguna nos entrega una sonrisa amable ni nada, tan solo se dan la vuelta y comienzan a armar los grupos.

Me eligen última: primer gran error cuando ven que soy la primera en marcar un punto para mi equipo. Las del otro equipo me fulminan con la mirada y tratan de marcar uno para quedar en empate por un tiempo: segundo error, tenemos una buena defensora.

Al finalizar el tiempo, mi equipo gana por doce puntos, de los cuales yo hice seis. No quiero presumir, sólo destacar el error de las demás chicas por tildarme de mala por ser nueva integrante del grupo.

—Buen juego, Finnegan— grita la entrenadora y yo asiento.

—Suerte de principiante, eh Finnegan— dice una chica de cabello corto y gris.

—No creo que sea suerte, es más entrenamiento que otra cosa— le sonrío.

Ella me dedica una sonrisa sarcástica a mí y se va a cambiarse. Yo también lo hago con la ropa que me traje. Miro a las demás chicas que están cubiertas de sudor y algunas con tan solo una toalla cubriendo sus cuerpos.

Cierro los ojos con fuerza antes de continuar con mis pensamientos. En los últimos meses, mis ojos peleaban con mi corazón y cerebro. Los ojos veían, el corazón sentía lo que quería y el cerebro los hacía reaccionar para hacer lo que debían.

Pero, ¡vamos!, a mí sola se me ocurre entrar en un equipo de puras mujeres en pleno proceso desconocido en mis hormonas a los catorce años.

Niego con la cabeza y vuelvo a abrir los ojos para cambiarme. Les doy la espalda a todas las jugadoras y me cambio frente a mi locker. Luego, me hidrato y me paso la toalla por el cuello y la dejo allí.

Me dirijo al baño y me tiro agua en la cara. No importaba qué hacía, el calor de mi cuerpo no se va y ya no sé qué hacer para que me deje tranquila.

Salgo del cuarto de baño y ya no hay nadie en el vestuario. Sólo mi bolso y yo. Me lo cuelgo de un hombro y, cuando estoy dispuesta a salir, alguien me jala el brazo y me hace girarme.

Siquiera me dejan tiempo de reacción: la persona se acerca más a mí y me besa en los labios. Pero no un besito inocente, no: uno cargado de lo que supongo que es pasión de parte de la, sin dudas, chica. Labios suaves y nariz respingona.

Cuando se separa, siento mis mejillas más calientes que antes. Veo a la chica: la misma niña de pelo corto y gris.

—Te vi sufriendo taaaanto por no ver a las chicas mientras se cambiaban que era lo menos que podía hacer. Bienvenida, Finnegan.

— ¿Quién te crees que eres? ¡No puedes besarme así como así! ¡Eres una chica y yo también!

—Muy bien, sabes distinguir el género de las personas. Toma, un trofeo— me tiende un trofeo imaginario y vuelve a aparecer su sonrisa sarcástica. — Te hice un favor, una chica de catorce no puede vivir con la duda de lo que es.

—Si estás insinuando que... Agh. Yo soy heterosexual, me gustan los hombres.

—Tus ojos no decían lo mismo cuando veían a las demás jugadoras. Y tus labios tampoco cuando correspondieron a mi beso. No sé tú, pero yo no creo que seas tan heterosexual. Piénsalo.

Y trata de irse, pero yo la tomo del brazo así como ella me lo había hecho a mí y la estampo un nuevo beso en los labios. Otra vez, dulces. Y ésta vez percibo una sonrisa en ellos. Rodea mi cuello con sus brazos y me acerca más a ella.

—Te lo dije, recuérdalo. Seré la chica que te abrió los ojos.

Y así fue como la chica que me abrió los ojos se fue, dejándome con un gran dato sobre mí que ni siquiera yo sabía. Quizás ella sí tenía razón y no soy tan heterosexual, pero tampoco homosexual. ¿Curiosa? Probablemente.

Pero yo tuve el impulso de besarla. Y lodisfruté, así como las tantas salidas que tuvimos juntas y mi primera vez. Sí,esa chica sí que se había tomado en serio lo de abrirme los ojos a la realidad,a lo que pasaba en mi cuerpo desde un principio y yo me había negado aentender. 


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