Un beso, un baile. Capítulo 25.

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Harper.

La ceremonia sigue luego de que mi hermana se dé cuenta de que estoy aquí. Bueno, mi hermana y mis amigos. Mientras Laila lloraba, Shet chillaba. Y luego, Cassie tuvo que subir para sacar a su novia de ahí y calmarla un poco. Creo que Nieves se dio cuenta de que yo estoy aquí en el momento que saqué la foto con flash, pero en ningún momento se dio la vuelta para verme o saludarme.

Mamá me agradece en voz baja de que haya venido al final. Estuvo insistiéndome durante una semana, enojándose, gritándome, ignorándome. Siempre le decía que no. Pero, luego de que ella cortara la última llamada, cuando ya estaba en el Poland, me sentí mal. Y me enojé conmigo misma porque la culpable de todo lo que había pasado era yo. Le grité a Laila porque no había confiado en que mi mentalidad había cambiado, pero cuando me fui gritando y diciéndoles que eran una basura no demostré ese cambio.

Pero yo sí había cambiado y la manera de demostrarlo era presentarme en esa graduación.

Cuando la ceremonia termina, nadie se acerca a saludarme. Veo a todos los amigos de mi hermana reunidos junto a ella, inclusive a Nieves, pero ella está un tanto más apartada, con la mirada perdida en el piso y golpeando su pie contra la cerámica.

—Mamá, ¿me cuidas la cámara un ratito? Voy a saludar a Laila— ella asiente, dedicándome una sonrisa.

Camino echa una bolita de nervios. Cuando estoy a dos pasos y unos segundos de hacer lo que voy a hacer mis nervios aumentan. Nieves sigue teniendo la vista en el suelo y el único que se percata de que estoy ahí es Shet.

Había pensado en este hace tiempo. Desde la charla de crayones con Logan. Y cada vez que me iba a dormir, ella aparecía en mis pensamientos, torturándome de a poco con el solo hecho de que no le hablaba hacia mucho tiempo.

Entonces doy los dos pasos, gasto los segundos. Extiendo mi mano izquierda hasta tomar su mentón con tres dedos. Ella me observa confundida al principio, no me vio llegar. Entonces aprovecho esos segundos de confusión para acercarme más, pegar nuestros cuerpos y atrapar sus labios con los míos.

—Ay, Dios santo— escucho decir a Laila.

—Y todas las virgencitas— dice Shet aguantando el chillido.

Pero no logro escuchar más palabras porque sólo me concentro en que Nieves me está correspondiendo el beso. Ahora ella está con sus manos pegadas a mi cintura y la espalda un tanto curvada.

Los segundos en que nos separamos se extinguen muy rápido. El aire parece extinguirse, pero no de la mala manera. Cada vez que alguna quiere recuperar un poco de aliento y oxígeno, la otra la vuelve a besar.

— ¿Piensas que van a llevarlo a más o dejarlo para otro momento? — sonrío por el comentario de Caleb y Nieves también lo hace. Ahí termina el beso.

Nuestro primer beso.

—En serio, ¿van a dejarlo para otro momento? Porque puedo prestarles algunas cosas— dice Caleb y ambas giramos a verlo con cara de póker.

A partir de ahí todo se queda en un silencio muy profundo. Siento la mirada de Laila en mí y entonces yo trato de imitar su acción, con un poco menos de seguridad. Los demás observan hacia otro lado.

Es en cierto momento, después de que yo le haya empezado a sostener la mirada y antes de que ella diera el primer paso, en que ambas terminamos esa pequeña guerra en un abrazo. Después de la pelea, de los gritos, de los insultos, de las mentiras: un abrazo. Y se siente bien porque es de mi hermana, pero no la que siempre iba vestida de mentiras, sino la verdadera.

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