Heterosexual. Capítulo 17.

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Harper.

Cuando terminan las clases del miércoles voy corriendo hasta el piso que comparto con Nieves para poder encerrarme tranquila y escaparme de ella y de cualquier otra persona de mi entorno que me juzgue por no darle una oportunidad a una chica tan linda como Nieves (que gusta de mí. Sigo sin creerlo).

Shet quiso sacarme una conversación agradable en un receso, pero yo me escapé diciendo algo como:

—Yo... umh... Tengo que ir al baño..., yo... eh... Orgasmo.

Y me fui corriendo en dirección contraria al baño de mujeres del piso de la cafetería, algo muy inteligente por mi parte. Tuve que empujar a dos de mis compañeras de clases de Matemática para poder huir rápidamente de los ojos de mi amigo y sus gritos ("¡Eh, Harper, ven! ¿Por qué tuviste un orgasmo?"), que se escuchaban por toda la cafetería.

Llego lo más rápido que puedo al piso que comparto con Nieves para poder encerrarme rápido, sin que ella me vea, en mi cuarto anti-lesbianas, anti-hermanas y anti-todo. Porque además de que Nieves rompió mis intestinos cuando dijo que gusta de mí, Laila hizo estallar mi cerebro cuando me contó que no compartimos el mismo padre, que ella es hija de otro hombre, un novio a escondidas que tuvo mi madre.

Desde que ella me contó, hace tres días, no he hablado con mi mamá. Creo que ella ya lo sospecha porque Laila le pidió permiso para revelarme ese secreto. El problema es que era la única persona con la que hablaba cuando me distancié del mundo por culpa de Nieves y sus sonrisas inocentes. Aurora apenas si se contacta conmigo, está muchísimo más ocupada que yo con los debates del colegio al que antes iba y con su novio al cual todavía ni siquiera me presentó. Por lo que no tengo a nadie para hablar y, si sigo así, en unas semanas quedaré más loca de lo que ya estoy últimamente.

Tomo el libro de Matemática y comienzo a hacer los ejercicios que me quedan cuando las voces de dos personas, Shet y Nieves probablemente, me interrumpen. Se escuchan a lo lejos, en la cocina o el saloncito, la cuestión es que me interrumpieron.

No salgo por miedo a escuchar otra cosa de la boca de Nieves. "Quiero tener sexo con Harper", "quiero besar a Harper" o "quiero lamerle una teta a Harper" son las frases que tengo terror de escuchar, aunque luego recuerdo que Nieves es la persona más santa del Universo y no diría nada de eso, aunque podría pensarlo.

Cuando terminan de escucharse sus voces, vuelvo a la tarea. Aunque dije que no quería escuchar, sí esforcé un poco a mis oídos a captar parte de la conversación. Pero no era tan importante lo que llegué a oír: "quiero comer, Nieves, hazme la merienda" y "deja de molestar, Shet. No eres un niño pequeño, hazte tú la merienda", pero luego se escucharon los grititos de felicidad de Shet, por lo que supuse que le hizo la merienda.

No pasaron treinta minutos y ellos ya están hablando de nuevo, pero esta vez se escucha mejor, más cerca, aunque también menos entendible. Luego, dos golpecitos en la puerta hacen que vuelva a temer por mis tetas.

— ¿Sí? — pregunto, y al instante Shet abre la puerta, empuja a Nieves y cierra la puerta.

Está vestida con el uniforme todavía, aunque tiene el cabello desatado y la camisa fuera de la falda. Las medias están cubriendo sólo un cuarto de lo que es su pierna, así que probablemente estuvo sentada con las piernas sobre el sofá y no colgando de él, como hace siempre.

Nieves sonríe nerviosa, yo me muerdo un labio. Ella se acaricia el brazo y yo estoy a punto de vomitar, pero ella hace una seña, pidiéndome permiso para sentarse en la cama y yo asiento. Lo hace tranquila, aunque veo que sus pequeñas manos tiemblan (deja de verle las manos ahora) y que sus ojos están a punto de inundar mi habitación.

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