La historia de la mujer del instrumento

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   Cuentan las leyendas que hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar del planeta, había una aldea. En este pequeño pueblo vivían personas que estaban todo el rato cantando, o si no, tocando algún instrumento. Cada lugareño tocaba un instrumento distinto. Los que no tocaban instrumento, cantaban distintos estilos de música. Nadie criticaba a nadie. Pero todos admiraban a una persona. Esta persona vivía apartada, a las afueras del pueblo. A veces la visitaban algunos fans suyos, que la escuchaban con interés. Nadie sabía que instrumento tocaba, porque aquellos que entraban en esa casa no decían que habían visto en ella.

   Quizá una pregunta obvia es qué hacían cuando dormían. La respuesta es tararear, tarareaban cualquier melodía que escuchaban, hasta que se quedaban dormidos. Es en ese momento cuando se hacía el silencio, cuando no se oía nada, solo el sonido de los animales nocturnos, y los leves ronquidos del pueblo. Era en ese momento cuando la mujer de la casa solitaria salía.

En este pequeño pueblo, había una joven y un joven que eran muy admiradores de la mujer. Ella componía, y él tocaba el piano. La joven, un día, fue a visitar a la mujer, que la dejó pasar. Nadie sabe qué vio ahí dentro, pero salió feliz, con lágrimas que le salían por los ojos. No le contó a nadie sobre qué vio, pero le dijo a su amigo que fuera al día siguiente. Así hicieron. Al día siguiente, los dos marcharon cantando la canción que los padres de ella habían cantado. Llamaron a la puerta, y les recibió una mujer de mediana edad, con el cabello de rizos morenos. Les dijo que entraran, y eso hicieron. Esperaron pacientemente muchas horas, cantando y componiendo nuevas canciones, hasta que una mujer más vieja que la anterior, salió de detrás de una cortina. Tenía el semblante serio, pero no enfadado ni triste.

Por una vez, los chicos se callaron. No cantaron ni silbaron, ni siquiera tararearon. La mujer cambió su cara a una más simpática, esbozando una sonrisa amable. La mujer les contó una historia. La historia de por qué había elegido ese instrumento. Y los chicos escucharon. Cuando llevaban muchas horas en la cabaña, la mujer le dijo que se fueran a sus casas. La obedecieron.

Pasó la noche. El joven se quedó a dormir en casa de su amiga. Antes de acostarse, el chico tocó una canción en su piano que a ella le enamoró. La chica, en agradecimiento, le dio un beso.

Al día siguiente, cogidos de la mano y silbando alegremente, se dirigieron de nuevo a la casa de la mujer. Les volvió a recibir la misma mujer de los cabellos oscuros, y volvieron a esperar las interminables horas. Al final, volvió a aparecer la mujer vieja de cabellos grises. Ella les contó el final de la historia. De cómo murió su marido, del cual siempre ella estuvo enamorada. De cómo la joven pareja que tenía delante la recordaba a ella de joven, cuando su marido aún vivía. Los chicos salieron de la casa con lágrimas en los ojos. Aprendieron una lección muy valiosa, pero no se la dijeron a nadie.

Al día siguiente volvieron a casa de la mujer. Ocurrió lo mismo. Pero, en esta ocasión, la mujer vieja les hizo prometer que, cuando ella dejase la vida, ellos deberían cuidar de su instrumento. La joven pareja aceptó, sabiendo lo importante que era ese instrumento.

La vieja mujer, un día de tormentas, dejó el pueblo y la vida. Sus admiradores lloraron, y cantaron para ella las mejores canciones que tenían.

La joven pareja, cumpliendo su promesa, se mudó a la casa de la mujer vieja. La mujer de pelo moreno se había marchado. Nunca se supo qué fue de ella. Cuidaron del instrumento, a la vez que lo utilizaron para sus canciones. Siguieron los horarios de la vieja mujer, salían a pasear por las noches, cuando solo se oían los sonidos nocturnos.

Tuvieron dos hijos, a los cuales les enseñaron cómo hacer sonar el instrumento de la antigua inquilina de la casa. Los niños aprendieron rápido. Pronto, la compositora siguió a la vieja mujer en su camino, y el pianista lloró. Sus hijos también lo hicieron, y se esforzaron más por ella. Meses más tarde, el pianista les contó a sus hijos cómo se habían hecho cargo de ese instrumento tan valioso. También les contó la historia de la vieja mujer. Los niños escucharon, al igual que sus padres hicieron en su momento. E hicieron la misma promesa. Cuidar de la casa, de la familia, del pueblo y del instrumento. Unas semanas después de contar las historias a sus ya mayorcitos hijos, siguió a su mujer por el mismo camino que ella tomó.

Sus hijos cumplieron la promesa. Y los hijos de los hijos también, y así sucesivamente, hasta que una joven, cansada de guardar el secreto para que nadie lo conociera, lo contó al mundo.

El resto de ciudadanos no quisieron creer que aquel era el mejor instrumento, a pesar que ella insistiera y se lo mostrara. Pasaron los años y los siglos. Todos conocían la historia de la joven pareja y de la vieja mujer, aunque solo unos pocos la creían.

Un día, un chico entro en la casa en ruinas. Tenía curiosidad en ver el instrumento, ya que sus padres le negaban ir a verlo. Se había escapado por la ventana de su cuarto, y había caminado hasta la casa. Al entrar, no encontró a nadie, ya que los últimos descendientes de la pareja se habían mudado a las ciudades, cansados de las burlas que el resto del pueblo les hacía.

Se encontró con la habitación ordenada, pero llena de polvo. Pasó a través de una cortina vieja, que daba a una pequeña salita. En la salita había una cama de matrimonio. También había muchas fotos y cuadros colgados de las paredes, encima de la mesilla de noche, en el espejo... Las fotos mostraban a todos los inquilinos de la casa. Desde esa vieja mujer con su marido, hasta la pareja que se había mudado. El chico observó maravillado aquel gigantesco árbol genealógico nunca visto, y vio y comprendió cual era el instrumento que sus padres le habían ocultado porque les parecía ridículo. Prometió que, a pesar de que él no era de aquella familia, sería el guardián de la casa. Y esperaría a que los descendientes de la pareja que se mudaron volvieran y siguieran colocando sus fotos con sus familias en esa sala. También les dijo a sus hijos y a su mujer, cuando creció, que, cuando él no estuviera, cuidaran de la casa. Los hijos se lo contaron a sus hijos y estos a sus hijos, sucesivamente, hasta hoy en día.

El instrumento más valioso, no era uno, sino dos. El silencio, y el amor.

FIN

Popurrí de pensamientos, sentimientos y poemas que mejor no leer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora