Lo que esconden los rumores (I)

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Oías todos esos rumores. Oías... pero no cesan. Los sigues oyendo.

No todos ellos son sobre ti, lo sabes; pero duele que por culpa de tus padres todos murmuren cosas falsas. Al menos ahora poca gente los recita, pero no se ha borrado de la cabeza de nadie que Diana Blanks no sabe cuidar de sí  misma.

Que Diana Blanks no es Diana Blanks sino Black Hole. Juegan con tu nombre pero no les plantas cara ¿por qué? No lo entiendo. ¿No están diciendo mentiras sobre ti?

Cierras la puerta de tu casillero con un portazo pero el jaleo de los pasillos camuflan el sonido. Resoplas y vas hacia la siguiente clase. Solo esta y otra más y ya estarás en casa, tranquila... o no.

  — ¡Eh, Hole!

No te giras. No quieres ver la cara que tanto amas, pero también odias.

Joe te pone una mano en el hombro justo cuando suena el timbre y los alumnos se abren paso a codazos y empujan para entrar en las aulas. En pocos segundos solo quedan algunos alumnos en los pasillos. Tú y Joe entre ellos.

  — Déjame en paz, Joe — dices apretando tu archivador negro contra el pecho.

— ¿Quieres que te deje en paz? — sigues dándole la espalda y empiezas a caminar en dirección contraria a la que él está. Él, el origen de tus problemas— . ¡Hole! No me abandones, oye, que estoy siendo amable.

Amable. ¿Amable? ¡¿Amable?!

Te das la vuelta y le pegas una buena bofetada. Joe se lleva la mano a la mejilla que se colorea de rojo. Su boca abierta por la sorpresa.

— ¿Qué coño? — se sorprende.

Un escalofrío te recorre por la espalda, signo de que has metido la pata. Corre. Huye. Escapa.

Pero una carga enorme de adrenalina te lo impide. La emoción te impide ser sensata.

Un profesor pasa por el pasillo y os apremia a que entréis en la clase correspondiente. Joe asiente poniendo la más encantadora de las sonrisas mientras tú aprietas el archivador fuerte. El profesor desaparece por un pasillo en perpendicular. Has retrocedido unos pasos hacia la salida. No te apetece asistir a clase. Quizá puedes ir a la biblioteca hasta que suene el timbre.

  — ¡Hole! — te grita él. Pero te giras y empiezas a correr a toda prisa, con la mochila rebotando en tu espalda y estorbándote por el peso del enorme archivador que abrazas —. ¡Diana!

Te sobresaltas al oír su voz muy cerca tuyo; pero sigues corriendo. Cuando oyes sus pisadas a apenas centímetros de ti, giras bruscamente por un pasillo y patinas hasta mantener el equilibrio. Retomas la velocidad anterior, aunque tus respiraciones parecen resonar por todo el edificio.

La biblioteca no está por el camino por el que has escapado.

¿Escapado de qué, exactamente?

De él. De otra humillación. De otro ataque psicológico.

  — ¡Diana Blanks! — grita el idiota que te sigue. El idiota al que aún amas. Algunos profesores salen al pasillo, pero no logran ver mucho más que dos adolescentes corriendo por los pasillos— . ¡Para ahora mismo!

No te detienes. Sigues corriendo. Huye. Escapa.

Tuerces por otro pasillo y cometes el error de meterte en el baño de chicas. Abres un compartimiento y te subes encima del retrete. No tardas en oír la voz de Joe en la puerta del baño, llamándote. Cierras rápidamente la puerta con el cerrojo y esperas a que él entre y busque entre los compartimentos pegados a la pared, en vez de donde estás tú, el más cercano a la puerta.

  — Diana, tengo que hablar contigo, por favor. Quería disculparme.

¿Quién se cree esas palabras? Desde luego tú ya no. ¿Después de tantas frases bonitas y dulces como el veneno?

Abre el que está pegado a la pared de una patada. No suelta ninguna palabra malsonante, solo sigue hablando, como si le fueras a hacer caso. ¿Por qué no viene ninguna profesora?

— ¿Crees que te voy a humillar, Diana? No repito mis errores dos veces, cariño. Deberías de saberlo ya.

Casi vomitas al oír cariño. Otra puerta más. Tienes dos opciones: la primera es esperar a que llegue a tu puerta y abrirla de golpe para darle en la cara. La segunda es huir ya. La tercera es esperar a que te coja. Pero no tomas esta última como opción.

— Venga, Didi, sal y hablemos como personas civilizadas y no como un cazador y su presa.

Otra puerta. Ves su sombra pasar por debajo del hueco de la puerta tras la que estas escondida.

— Nunca me lo habría esperado. Escondida en la puerta más cercana a la puerta. El último lugar donde pensé que estarías escondida.

No esperas más. Quitas el cerrojo (menos mal que los habían intercambiado ese verano y estaban bien engrasados) y empujas la puerta con todas tus fuerzas. Sales corriendo de nuevo. Y, como antes, el archivador te estorba pero no lo sueltas. Ahí dentro tienes todas las notas que te pasabas con él; todas ellas ridículas y vomitivas. Pero más que por eso, no te deshaces de él por las canciones que tienes escritas. ¿Qué pasaría si ese fuera el objetivo de Joe?

— ¡Maldita sea, Diana! 

Le notas acercarse. Tiene ventaja sobre ti. Él no lleva nada. Ni su mochila, ni su chaqueta agarrada a la cintura, ni sujeta nada. Además, lleva el deporte en las venas. No tardará en alcanzarte. Y en destrozarte de nuevo.

Llegas a la entrada principal, donde se encuentra conserjería, el despacho del director, la sala de profesores y secretaría. Joe ya no grita como antes. Puede que sea guapo, listo, atractivo y algo romántico. Pero es un cobarde.

Lo sabes de sobra.

Pero no le das uso.

Sales por la puerta abierta esquivando a duras penas al conserje y corres por la calle en dirección contraria a la de tu casa. Porque, ¿y si te ven tus padres? Su querida hija, huyendo de un compañero de clase guapo.

Joe no tiene la misma suerte que tú y le atrapan al intentar salir por la puerta. Te detienes hasta caminar y le enseñas tu dedo corazón con toda la valentía que consigues reunir. Te fulmina con la mirada antes de que algunos profesores le empujen hacia el edificio. A ti nadie te persigue. 

Ahora. Porque mañana será igual. Y al otro también. Hasta que definitivamente plantes cara y reveles la verdad.

Joe es un cobarde, pero tú ¿desde cuando lo eres?



¿Parte dos? Vosotrxs me decís 7u7r

En multimedia: James Hersey - Miss You 

Popurrí de pensamientos, sentimientos y poemas que mejor no leer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora