Lo que esconden los rumores (parte II)

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No quieres ir a clase. Aunque no es por la misma razón que la de los demás compañeros. Sabes que Joe estará ahí. Sabes que esta vez no escaparás de su maldad.

Desayunas sin prisas, intentando ganar tiempo. Prefieres llegar tarde y enfrentarte a las miradas de todos, que llegar pronto o a tiempo y enfrentarte a una paliza matutina no física. Nadie te ha pegado, salvo tus padres de pequeña, cuando te portabas mal o hacías algo que no debías.

  — Hija, cariño, ¿te encuentras mal?  —Tu madre te pone las manos en las mejillas—. ¿Quieres quedarte en casa?

Sí, quieres decirle. No quieres ir a ese sitio lleno de gente idiota. No quieres estar cerca del idiota a quien tu corazón no quiere olvidar ni odiar.

  — Estoy bien, mamá.

— No es eso lo que dice tu cara, Diana.

— Mamá — la tranquilizas mirándola a los ojos— , estoy de verdad bien.

Dicen que cuando alguien te mira a los ojos no miente. Pero has tenido que mentir muchas veces. Esta es una de esas innumerables veces.

Tu madre te cree y, después de plantarte un beso en la frente, toma su chaqueta y las llaves del coche y se despide de ti desde la puerta, a punto de irse a trabajar.

— No llegues tarde. ¡Te quiero!

Tu padre ya se había ido temprano a trabajar. Definitivamente vas a llegar tarde.

Recoges el desayuno, te cuelgas la mochila a los hombros y te encaminas por el camino interminable que lleva al infierno.

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  —Entra. Y a la próxima no llegues tarde, Diana.

Como habías previsto, entraste a clase cuando el timbre ya había sonado.

Sientes todas las miradas sobre ti. Sobre todo la de él. Del idiota.

Te sientas en tu mesa, una de las del medio, ni en la pared ni en la ventana. Ni en primera fila, ni en la última. Te llega una nota al pantalón. La desdoblas con cuidado de que el profesor no te vea. Contienes a duras penas unas lágrimas de ira.

<<Esta vez no, Hole. Esta vez no te escaparás como ayer. Tengo que pedirte disculpas por lo de la otra vez; pero ahora tú también por la de tortas que ayer me diste. Aparte de el perdón por hacer que me atrapen y que, si no fuera porque el director es amigo de mi madre, estaría expulsado. Ah, y también tienes que darme las gracias por no desvelar tu nombre al dire. Nadie te reconoció.

Tú ya sabes quién.>>

La arrugas con la rabia corriendo por tus venas. ¿Perdón y gracias? Já. Que sueñe, es gratis.

Te giras con la cara roja del enfado. Le miras a los ojos que amas. Te sonríe con la sonrisa que te enamoró. Te entran las ganas de lanzarle el estuche lleno de bolígrafos a esa hermosa cara. Pero estarías en problemas mucho más graves. Te mira con superioridad. Vuelves a tu posición inicial apretando el lápiz.

No eres capaz de prestar atención al profesor, que habla de hipérboles como si ya supiera de qué habla. Tomas una hoja en blanco y, con todo el sentimiento del mundo, te pones a escribir casi rasgando el papel con la mina del lápiz, un poema que luego modificarás para una canción... y que nunca nadie escuchará.

Te llega otra nota. Esta vez aterriza sobre el folio lleno de letrujas.

No quieres leerla, pero no tienes más remedio, de todos modos vas a acabar igual.

Popurrí de pensamientos, sentimientos y poemas que mejor no leer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora