La historia de la enciclopedia que quería ser un cuento

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La historia de la enciclopedia que quería ser un cuento.

Había una vez una enciclopedia que en su hueco en la estantería vivía.

Su plaza estaba en el tercer estante de una biblioteca.

Su contenido, para ella era muy aburrido. No le gustaba ojearse, como hacían sus vecinas. Tampoco le gustaba quedarse ahí, mirando a la gente que pasaba de largo por esa estantería que solo consultaban cuando tenían dudas los estudiantes o un adulto aburrido se ponía a leer por eso, aburrimiento.

A esta enciclopedia le gustaba que la ojearam otros, que sus páginas viejas las leyeran y olieran curiosos. Le gustaba estirarse y ver su hogar desde otra perspectiva.

Pero ella no podía hacer nada, porque nada podía hacer. Era una simple recopilación de información.

Pero lo que nadie sabía de ella (salvo nosotros y ella misma) era que tenía un secreto. Su secreto era que ella quería ser un cuento. Un cuento de esos que nuestros padres nos leían antes de dormir. Uno de esos que cuentan historias con dibujos, uno de esos que los niños tocan y acarician, viendo los dibujos y las letras con admiración y atendiendo a los que les cuentan.

Nuestra enciclopedia pedía ser ese tipo de libro.

Pasaba días y noches pensando en lo que sería ser un cuento ilustrado.

Hasta que un día la trasladaron.

Nuestra endiclopedia, junto a sus vecinas, fueron en un corto viaje a su nuevo hogar. Por suerte para ella, la toco en una estantería que tenía vistas a los estantes de los libros para niños.

Se alegró, peor a la vez se entristeció: ¿acaso querían que sufriera más? No era justo.

El día que nuestra enciclopedia se mudó la biblioteca estaba cerrada. Pero al día siguiente se encontró con que la tranquilidad con la que siempre había convivido era sustituida por un susurro constante, con que los niños continuaban ignorándola, con que los otros cuentos tenían muchas más visitas.

Y se murió de envidia.

Pero no pasó mucho tiempo hasta que la cogieron por segunda vez en su vida como ejemplar.

Recorrió toda la sala en manos de ese chico con gafas, pelo despeinado y con ojeras. El chico la ojeó con mucha paciencia, buscando entre sus ojas lo que necesitaba, oliendo su viejo perfume que poco a poco iba perdiendo, acariciando con cuidado las viejas hojas de ella.

Y ella se sintió tan a gusto entre sus manos que no se dio cuenta de cuando el chico se fue, dejándola cerrada encima de una mesa, donde unas migas de pan se incrustaron entre sus hojas, donde una chica de rizos la usó de almohada y dejó unos pelos enganchados en ella, donde un niño de esos que quería que la hojearan le arrancó una esquina de la hoja.

Y la paz que antes la inundaba era remplazada por miedo, asco, repulsión y temor. Todo junto.

Quiso volver a su sitio. A su zona olvidada donde nadie la tocaría a menos que fuera con cuidado. Quería irse a casa, al lado de sus aburridas vecinas como ella.

Las manos de una bibliotecaria la devolvieron a su sitio.

Y desde ese día vio las cosas de otra manera. No. No de otra manera. Las vio quitando el velo que cubría la verdad.

Los cuentos que estaban enfrente suya rezaban para que nadie les cogiera.

Los cuentos que estaban enfrente suya gritaban cuando alguien les arrancaba una esquinita.

Los cuentos que estaban enfrente suya lloraban cuando los pintaban, subrayando en sus palabras.

Y se alegró de ser como era: una vieja enciclopedia que en su calma vivía.

. . .
Nota de autora:
Obviamente ninguna biblioteca permite que sus libros sean maltratados en sus instalaciones y cuando se devuelven en mal estado siempre se sanciona al torturador.

Y, obviamente la mayoría de los lectores no somos así de idiotas.

Solo quería dar a conocer algo... y espero haberlo hecho :)

Popurrí de pensamientos, sentimientos y poemas que mejor no leer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora