Dancing in the sky

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Salina y yo hablamos por primera vez por pura casualidad. Resultó ser que ella estaba camino de su clase de arte estelar y yo camino de vuelo avanzado.

Y sucedió lo que nunca había imaginado que pasaría: Salina me pidió salir. Me pidió una cita.

No me lo podía creer.

La chica que me gustaba me pedía estar a solas con ella.

Ella y yo íbamos a la misma clase, pero ella tenía otras optativas que yo no compartía. Por eso, la primera palabra suya que fue dirugida a mí fue mi nombre. Rayco, ¿te gustaría salir conmigo esta noche?

Y yo acepté de buenas maneres.

Obvio.

Esa noche me vestí casual; normalmente los chicos se vestían con su mejor traje (si es que tenían varios) y las chicas con su mejor vestido. Pero yo conocía a Salina y ella era simple y sencilla. Me imaginaba que iría con una falda y una camiseta como siempre llevaba y, por eso, me puse los pantalones negros que están a la moda (esos con brillante) y una camisa blanca sin mangas.

Me quedé embelesado al verla abrir la puerta de su habitación. Vestía un vestido corto con los colores de la galaxia. Negro, morado, rojo, azul, amarillo. Una estampa preciosa que hizo amarla más. El pelo lo llevaba recogido en un moño elegante.

Le ofrecí mi brazo y con eso comenzó nuestra cita.

En nuestro primer paseo por la Avenida del Sol, me confesó que le gustaba mucho. Y que esa mañana se había atrevido a pedirme salir, tras preveer una posible negación. La confirmé que no iba a negarme a una segunda y ella sonrió sonrojada.

Al llegar al mirador que hay al final de la Avenida, propuse ir a un bar que me gustaba bastante. Ella aceptó, pero me informó que no traía dinero, pues no se imaginaba que íbamos a cenar.

Sonreí enigmáticamente y la conduje hasta la misteriosa entrada del Bar Vía Chocolate. Dos fuentes estaban postadas a ambos lados de la puerta. Las fuentes producían agua de chocolate, mi favorita. Miré con atención su reacción, estaba boquiabierta.

--No sabía que existía un lugar así.

--Si te gusta la entrada, verás el interior.

La ante sala era normalilla, solo que decorada con madera negra. Un camarero me sonrió y supe que Fe había recibido mi mensaje. El camarero nos llevó hasta una mesa sujeta por una pata en el centro. Sujeté su silla flotante para que pudiera subir y yo, gracias a todas las veces que había estado ahí, pude sentarme sin complicaciones.

Le aconsejé unos platos que me gustaron y ella eligió la sopa de chocolate con leche fundida. Yo mi agua y el cubo dálmata ( chocolate blanco en forma de cubo con pepitas de chocolate negro).

El holograma de un cantante empezó a cantar en el centro del local y la canción me dio la idea de qué hacer después.

Cuando hubimos termidado la inusual cena, y Salina me hubiera contado mucho sobre ella que no sabía y yo igual, salimos del local y me dio un beso en la mejilla. Me sonrojé y me rasqué la parte de atrás de la cabeza, despeinando unos cuantos pelos.

Siguiéndome,la llevé hasta otro rincón al que iba con mi hermana.

Se trataba de un hueco descubierto por Fe, mi hermana, cuando apenas teníamos tres años.

Me dirigí al seto donde Fe y yo guardábamos los cinturones de protección y le pasé uno. Nos lo pusimos y, cuando la tomé de la mano para llevarla hasta la apertura, empezó a llover.

Yo reí sin saber por qué. Supongo que porque íbamos a salir a una tormenta.

--¿No es esto ilegal?

Me encogí de hombros y la llevé conmigo através de la apertura. Al instante, la lluvia nos mojó, mientras flotábamos en el cielo nocturno de Duriante. Un rayo cayó no muy lejos. Hice que Salina diera una vuelta sobre sí misma y conseguí que riera.

Así, bailando, riendo, sin que nadie lo percatara, pasamos la noche, sin cansarnos.

Cuando los primeros rayos mañaneros asomaron, ella me rodeó los hombros con sus brazos, tomo aire y me besó. La tormenta seguía y cayeron rayos, oimos truenos mientras sus mojados labios se apoderaban de los míos.

Dimos un paseo por el aire antes de que un vigilante al que, por desgracia, conocía demasiado bien, nos vio y nos exigió volver.

Me despedí de Salina con un guiño y una sonrisa mientras a ella se la llevaban sus padres y a mí Fe me daba de collejas.

No me importaba, había conseguido enamorarme y había conseguido enamorarla.

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Creo que voy a escribir un final *insertar sonrisa maligna*

Inspirada en la canción de multimedia: Dancing in the sky de Shawn Hook

Popurrí de pensamientos, sentimientos y poemas que mejor no leer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora