otro relato

21 3 4
                                    

Iba a ponerlo en el reto pero no encontraba un título que le quedara bien...

Crucé el arco de brillantes luces con el corazón encogido. La música tronaba en mis oídos con fuerza y mi pecho latía al compás. No podía evitarlo: estaba en nuestro lugar. Donde habíamos pasado mucho de nuestro tiempo vagando entre los puestos de comida rápida y algodones de azúcar y esquivando la multitud que se reunía para disfrutar de las diversas atracciones de la feria local.

Una vez cada año te veía. Una cada vez año me sonreías. Una año cada vez se me confundían los pensamientos y perdía la cabeza contigo.

No sé cómo lo hacías pero lograbas colarnos en las atracciones que me interesaban; las más fuertes, para agarrarme a ti; las más lentas, para disfrutar contigo.

Y cuando no era un viaje gratis, era un espectacular miremos las estrellas.

Y cuando no era un miremos las estrellas, era un bésame aquí y ahora.

Cuando no un bésame aquí y ahora era un nos vemos pronto.

Y pronto no se me pasaba rápido. Soñaba contigo. Me perdí por tu culpa y gracias a ti. Conocí a otras personas que me ayudaron a seguir.

Cómo era posible, me dije, que tan poco que te conozco, tan poco que desconozco. Te lo planteé. No me respondiste porque, claro, ¿qué responder?

Me habías citado. Como cada último lunes del último mes de verano. Y yo había saltado de mi cama, dando un buen bote y despertando a mi madre que me regañó por no estar durmiendo a esas horas. Pero, claro, ¿cómo no emocionarse con tu llegada?

Me habías encantado, hechizado, fascinado con tus ojos pardos que contrastaban con las llamativas luces de feria. Me habías hechizado, fascinado, encantado con esa voz sincera y tranquila que contrastaba con el martilleo de la música que todo el mundo escuchaba. Me habías fascinado, encantado, hechizado con esa actitud positiva tan escasa en las personas. Y, claro, ¿cómo no enamorarse?

Si eras todo lo que había buscado. Si eras poesía. Partitura. Paleta de colores. Musa para mis creaciones... que eran pocas casi nulas y tú volviste para ayudarme. Aunque sin saberlo. Pero, claro, ¿cómo ayudarme si no estás?

Crecí apoyándome en la ilusión de verte cada año. Teníamos toda una semana para nosotros y nadie más. Y luego, a lo largo del año, mensajes y llamadas.

Te notaba más distante.

Era como que estabas pero no. Como yo cuando pensaba en ti. Pero tú no pensabas en mí porque a mí se me quedaba una sonrisa bobalicona y tú tenías lágrimas secas bajo los párpados. ¿Quién te hacía llorar? ¿Qué ser vil osaba hacerte daño?

¿Yo?

No, yo no. Yo te apoyaba en todo. Yo te animaba. Te hacía reir. Te esperaba con ansias y hacía de nuestros momentos inolvidables.

Yo no era. Yo no había sido, ¿verdad?

Así que, cuando te vi salir de tu cabina de tickets, sonriente y con los ojos que derramaban dicha pura, no dudé en ir hacia ti. Corriendo. Apartando a las personas que se interponían entre tú y yo. Y cuando llegué...

cuando llegué...

ya sabes qué paso.

No era a mí que me abrazabas. No era yo el remitente de tus sonrisas. No era yo el emisario de tus risas. No. Era otra persona. Otro humano miserable que se había ganado tu ojos pardos que contrastaban con las brillantes luces de la feria.

Me quedé en medio del paseo, sin poder moverme. Porque, claro, ¿cómo moverse cuando no hay razón para ello?

Había entregado cada parte de mí a ti, sabiendo que lo ponía en buen recaudo. Tú, que siempre habías sido como una caja fuerte, donde las emociones luchaban por salir, donde yo me dejaba la piel por entrar. Tú que me habías hecho tantas promesas, murmurado tanto secretos y ocultado tantos daños.

Y ¿qué conseguí?

Dolor.

Otra vez.

Como siempre que me entregaba a alguien.

¿Por qué? Si solo soy una minúscula mota de polvo que no vale nada. ¿Por qué tomarla conmigo, Amor? ¿Por qué hacerme sufrir? ¿Porque no valgo nada?

¿Y entonces por qué se fijan en mí?

Os seguí hasta la pequeña explanada de hierba verde y fresca sin que me notárais. Os escuchaba reir, susurrar, suspirar y luego besaros.

¿Por qué me llamaste si querías olvidarte de mí en otros labios?

Quién sabe cuánto tiempo estuve ahí, espiándoos. Pero cuando os dísteis la vuelta tus ojos me encontraron. Tus sentimientos los vi en tu cara, traicionándote, traicionándome. Los de tu acompañante estaban confusos: ¿quién era yo que le robaba el ligue de las fiestas? ¿quién era yo que le robaba toda la atención de su amor que no valía para nada pues se olvidarían acabada la semana? ¿Quién era yo?, se dijo tu acompañante.

Pero las preguntas sin mencionar se las llevó la brisa nocturna que vino a salvarme. Esbozaste una tímida sonrisa y sacudiste la mano en un ademán de saludo.

No sé cuán idiota crees que soy.

Le dijiste que te esperara en tu cabina. Que recompensarías esta pérdida de tiempo.

-Hola, soy tu pérdida del tiempo.

Luego no dijiste nada. ¿Qué decir, si no hay perdón que valga?

-Lo nuestro no iba a funcionar. Viéndonos cara a cara solo siete de trescientos sesenta y cinco días esto no tenía futuro. Deja que viva mi vida. Libre sin compromisos. No te necesito. Vete y déjame en paz. En soledad.

Tus lágrimas decían lo contrario.

Y pregunté de nuevo: ¿Qué ser vil osaba hacerte daño? ¿Quién hacía que te mintieras de esa manera tan descarada?

El flequillo te tapó los ojos, negándose a dejarse ver por los míos, pasmados. ¿En serio habías dicho eso? Tus mejillas estaban rojas de vergüenza. ¿Cómo te habías dejado atrapar así?

-No pasa nada, en serio. Puedo perdonarte esto y más. No sé quién te ha dicho que esto no es más que una tontería, pero sé que lo que has dicho no lo sientes. Permíteme que te proteja y te ame como antes y más. No dejes que se interpongan en nuestro camino...

Y me interrumpiste gritando a pleno pulmón, con las lágrimas saliendo a litros de tus mentirosos ojos marrones.

Que no iba a funcionar.

Si no lo intentas, ¿cómo sabes que no va a funcionar?

Pero te alejaste, sin ganas de discutir, de entrar en razón porque sentido lo tuyo no tenía. ¿Y qué hice yo? Qué podía hacer, si vi a una de las personas que más he querido en mi vida marchar con su ligue, su sin sentida pareja que iba a acabar con ambos en la cama, frotándose los cuerpos en un intento de olvidarme.

¿Cómo puede ser así la mente humana?

¿Cómo?

El escozor de mis ojos me respondieron y las gotas saladas les dieron la razón.

19/08/2018

Popurrí de pensamientos, sentimientos y poemas que mejor no leer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora