28. Perdiendo la cabeza

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Capítulo 28

Perdiendo la cabeza

—¿Segura de que estarás bien?—insistió.

—Matt, estoy bien, el doctor no prohibió que saliera a caminar un rato—le recordé con cierto tono de burla—Tu auto también está bien por si te preocupa.

Escuché una risita del otro lado de la línea, el chico había ido a visitar a sus padres aprovechando el tiempo en la ciudad. Yo en cambio tenía en mente caminar unos segundos, no en el parque ya que estaba lloviendo pero si por el centro comercial, al parecer, las personas a mi alrededor parecían calmarme más de lo que pensaba.

Habíamos quedado en que usarías el auto...

—Para no cansarme—completé su frase. Suspiró—Estamos bien, enserio. El batido de fresa que estoy bebiendo lo indica.

Susan.

—Sólo estás nervioso de dejarme sola, has pasado mucho tiempo conmigo, respira profundo, quédate tranquilo y disfruta la visita a tus padres—aconsejé—¿Irás a cenar?

Eso creo, ¿Quieres que te lleve algo antes de ir al departamento?

—Sorpréndeme—sonreí bebiendo un poco del batido. Lo imaginé sonriendo.

De acuerdo, ten cuidado—colgó.

Guardé mi celular en el bolsillo de mi chaqueta, al terminar con el batido de fresa me acerqué al contenedor de basura. Regresé al estacionamiento dispuesta a ir a casa, Kimberly no habría llegado aún, quizás siga en la cafetería o esté con Carlos. La relación de ambos mejoraba cada vez, hace pocos días Kim conoció a sus padres. La pareja quedó encantada con ella, sobretodo su padre.

Revisé mi bolso consiguiendo las llaves, Matt había querido enseñarme a conducir pero no era necesario, mucho antes de venir a la ciudad, papá había enseñado lo necesario. Los fines de semanas solíamos ir al lago en su auto, no era tan complicado, me sentía como la Susan de antes. Quité el seguro de las puertas al estar cerca, subí con algo de dificultad pero finalmente lográndolo. Al cerrar de nuevo, noté que alguien más estaba conmigo.

—¿Deberías conducir en tu estado, Susan?—preguntó con cierta ironía. Sentí las ganas de bajarme pero no lo hice, me contuve, no debía mostrarle miedo. Coloqué mi bolso atrás mirándolo luego.

—¿Estás siguiéndome?

Sus ojos oscuros tenían algo diferentes, casi como una chispa de locura. Siempre brillaban cuando estaba conmigo pero esta vez eran casi vacíos.

—¿Siguiéndote? No, claro que no—sonrió un poco mirándome—Sólo me sentí algo decepcionado cuando fui el último en enterarme de tu embarazo, ¿Tan malo soy?

—Debes bajar del auto—coloqué mis manos en el volante sin encender el vehículo. Negó con la cabeza cruzándose de brazos.

—¿Realmente es de mi hermano, Susan?—giré mi rostro volviendo a mirarlo. ¿Qué insinuaba?—Tal vez después de probar la cama te haya gustado más practicarlo con otros hombres...

—Debes irte, enserio—no quería discutir. No quería alterarme o podría hacerle daño al bebé. Mi mente comenzaba a gritarme que Max estaba fuera de sí, aquel chico había perdido la cabeza por completo con su obsesión—Baja del auto.

—¿Por qué? Estamos charlando un poco, colocándonos al día.

—No lo creo, tengo cosas por hacer, baja del auto, Max—pedí comenzando a preocuparme de estar a solas con él. Recordé el último encuentro de la cafetería, definitivamente no me sentía segura.

—¿Crees que será igual a su madre?—ignoró mi orden. Acarició mi cabello y de inmediato sentí la tensión en mi cuerpo—Primero ingenua y tierna—acomodó algunos mechones detrás de mi oreja—Luego comenzará a ver la realidad de las cosas y finalmente...—cuando me disponía a alejarme jaló del cabello haciéndome sentir algo de dolor. Lo miré con cierto temor—Será una gran zorra mentirosa.

—Estás loco.

—¿Eso crees, Susan?—sonrió con malicia. Mi celular comenzó a sonar, me apresuré a tomarlo pero Max era más fuerte que yo—Vaya, vaya, el padre ejemplar está llamando.

—Dámelo—intenté quitárselo.

—Conduce.

—No, ¡Max dame el celular!—forcejeé casi lográndolo. El impacto en mi nariz me dejó atontada, llevé mi mano allí notando que sangraba, ¿Max me había golpeado? Tragué con dificultad conteniendo las lágrimas—¿Me golpeaste?

—Conduce o será peor—ordenó. Colgó la llamada sin devolver el celular, encendí el auto con leves temblores en mis manos, mi cabeza comenzó a doler con el golpe en la nariz, cuando las ruedas giraron me alejé del centro comercial.

—¿A dónde vamos?

—A mi casa y no intentes algo estúpido.

La sangre seguía saliendo, intenté limpiarme con la manga de la chaqueta al detenerme en un semáforo. Max tomó mi rostro ignorando mis intentos por alejarme, limpió la sangre sin soltarme.

—Estás mal, no estás pensando bien, Max...

—¿Eso crees?

—Sí, necesitas ayuda—intenté razonar con él—¿Enserio quieres hacerme daño?

—No pero si a mi hermano por meterse con quien no debía—acarició mi mejilla. Sonrió un poco—Podemos estar juntos de nuevo, Susan, olvidemos el pasado. Podemos deshacernos de eso—señaló mi vientre.

—No, no, escucha, necesitas ayuda—volvió a jalar de mi cabello impidiéndome hablar. Jadeé por el dolor intentando que me soltara—Max, por favor. Piensa en que también serás padres, ¿Sí? El bebé de Teresa te necesitará...

—¿Cuál bebé? Ya no existe—la forma en que lo dijo me aterró—Ella lo perdió.

—¿Qué?—no sabía si creerle o no.

—No todas están destinadas a ser madre—miré fijamente sus ojos teniéndolo cerca—Su cuerpo lo rechazó—noté que eso le dolía. En su mirada estaba algo de tristeza y decepción—¿Por qué mi hermano si merece ser feliz con la mujer que quería?

—Estoy segura de que no quieres vengarte, dijiste que no querías a ese niño...

—Ese es el problema de todos, piensan que todo lo que digo es cierto—me soltó volviendo a ser frío—Conduce.

Mi celular volvió a sonar con Max colgando la llamada, estaba sorprendida por lo sucedido. ¿Teresa lo había perdido? ¿Su cuerpo lo rechazó? Eso indicaba que era un aborto natural, imaginaba lo mal que se habrá sentido. Sentí algo de pena y lástima por ella, si me pasara algo parecido...estaría desecha. ¿Mis padres habrán sabido algo? No, era imposible, mi madre no trataba a la señora Brown desde el engaño. Mientras conducía miraba las opciones de camino para regresar a casa. Max estaba loco, había perdido la razón, me recordó a esos personajes psicópatas de las series criminales que veía. ¿Por qué debía obedecerle?

La adrenalina corrió por mis venas. Giré a la derecha acelerando al tener la vía libre.

—¿Qué estás haciendo?

—Conduciendo a casa, eso me dijiste—fingí no saber.

—Debías girar a la izquierda, Susan.

—No, era a la derecha—sonreí para mis adentros pero sus manos insistieron en tomar el volante—¡¿Qué estás haciendo?!—forcejeé por tener el control. El auto comenzó a moverse con brusquedad sin saber a donde ir, otros vehículos se apartaban pero en una curva, Max perdió el control. Sólo supe que el auto había quedado de cabeza.

Gritos, humo, dolor y alguien llamando a emergencias es lo que recuerdo antes de quedar inconsciente.

Sola (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora