Capítulo 32
Todo a su momento
Terminando de cepillar mis dientes recogí mi cabello en una coleta despeinada. Hoy sería un largo día, el tiempo cada vez avanzaba más rápido, ahora comprendía cuando escuchaba a mamá decir que los niños crecían en un abrir y cerrar de ojos. Salí del baño encontrando a Emilia en su cuna, estaba de pie mirándome con ese color verdoso. Me acerqué a ella cargándola llenando sus mejillas redondas de dulces besos.
—Feliz cumpleaños, cariño—la abracé aferrándola a mí, noté una sonrisita divertida de su parte. Matt se movió un poco en la cama despertando. Duke no dudó en saltarle encima comenzando a lamerlo. Los animales en el edificio ahora estaban permitidos, hubo un problema entre los vecinos y el dueño. Me sentí mucho mejor de que Duke pudiera ladrar con libertad.
El primer año de Emilia era difícil de creer, parece que fuera ayer cuando la tuve en mis brazos por primera vez.
Cuando la emoción de Duke fue calmada por Matt. Me acerqué a él entregándole a la niña, sonreí al verla reír con las cosquillas que le hacía su padre. Si cuando nos conocimos me hubieran dicho que éste sería mi futuro no lo creería.
—No puedo creer que ya sea un año.
—Dímelo a mí—suspiré tomando la pequeña mano de la niña—Comienza a asustarme de que crezca tan rápido.
—Mi madre decía siempre que la vida de un niño es muy especial, que sus padres nunca deberían faltar en ella—lo miré. Acomodé su cabello despeinado dándole un corto beso en sus labios. Duke ladró queriendo jugar con Emilia, reímos juntos ante eso—¿Tienes en mente lo que harás?
—Iré a comprar algunas cosas para la fiesta.
No era la gran fiesta, más bien era una pequeña reunión, vendrían las personas que realmente han estado al pendiente de mi hija. La cargué mirando a Matt levantarse.
—¿Quieres que te ayude en algo?
—No, tú te encargarás de la cocina—señalé—Es tu trabajo.
—Sí, señora—volvió a besarme. Emilia al parecer no le gustaba mucho ya que con una de sus pequeñas manos golpeó sin mucha fuerza la mejilla de Matt.
—Será mejor que prepare el desayuno—reí dejándolo solo en la habitación. Duke me siguió estando inquieto, dejé a la niña en la sala junto a sus juguetes, ambos se distraían siempre. Me apresuré en ir a la cocina revisando mi celular. Kimberly ya no vivía con nosotros, Carlos y ella decidieron tomar las cosas enserio. En un principio era extraño no tenerla conmigo.
Matt vino a ayudarme a los minutos después. Me encargaba de voltear los panqueques en el sartén mientras que él hacía la mezcla.
—Aris me llamó hace segundos.
—¿Todo bien?
—Sí, se siente un poco mal por no poder estar en el cumpleaños de Emilia pero prometió guardarle su regalo—sonreí un poco dejando el panqueque listo en el plato. Miré hacia la sala, Duke estaba echado en el suelo con la niña acostada en su estómago—Me preguntó sobre lo que haremos.
—¿De qué?
—Sobre ir a París. Habíamos dicho que esperaríamos el primer año de...
—Lo sé—intenté no ser cortante con el tema ya que lo habíamos hablado antes—Mis padres no estarán muy contentos.
—¿Realmente quieres irte?
—No comiences con eso, es como si todos dudaran de lo que quiero hacer.
Hubo unos minutos de silencio, cuando el último plato estaba listo sentí los brazos de Matt abrazarme por detrás. Suspiré con su barbilla en mi hombro.
—No dudo sobre ti, sólo no quiero obligarte a nada—susurró dulcemente. Lo miré unos minutos antes de girarme, coloqué mis manos en su pecho observando sus ojos.
—Nos iremos a París, todos sabemos eso, ¿Podemos disfrutar el cumpleaños de nuestra hija y nada más?—pedí. Asintió acomodando mi cabello antes de besarme con dulzura.
El supermercado estaba no muy lleno. Emilia iba sentada en el carrito de compras mirando con curiosidad cada cosa que agarraba, Kim me había escrito al celular hace minutos, al parecer estaba ansiosa por abrazar a la niña y llenarla de besos. Mis padres también confirmaron que irían a la fiesta.
—Mami—la dulce voz de Emilia me sacó de mis pensamientos. Señalaba los paquetes de rosquillas.
—¿Quieres una?—asintió mirándome. Tomé el paquete entregándoselo, tenía suerte de ser su cumpleaños.
—¿Susan?—giré mi rostro observando a una chica de cabello rubio y ojos azules. Me sorprendí sabiendo quien era—Hola—sonrió un poco. La tristeza en sus ojos era evidente, algo parecido a unas ojeras pude notar bajo su mirada.
—Teresa—no pude evitar mi asombro. No sabía realmente como reaccionar—Hola, ¿Cómo...cómo estás?
—Algo bien—sonrió apenas. No tardé en sentir una punzada en mi pecho, en estos momentos ella sería madre también. Empujó su carrito de compras acercándose, allí notó a la niña—Que linda. ¿Ella es Emilia?
—¿Cómo...?
—Mi madre me contó un poco, al parecer los chismes vuelan—sus ojos no se apartaban de mi hija quien la miró con algo de duda—¿Puedo cargarla?
—Sí, claro—no pude negarme. Al tenerla en sus brazos las miré detenidamente, podía notar el dolor en la mirada de Teresa. Me sentí mal por ella, sí, la odiaba, bueno, la había odiado pero ninguna mujer merecía perder a su bebé. Recordé a Max, una parte de mí se sentía aliviada de que el hombre estuviera recibiendo ayuda psicológica pero otra parte de mí temía que cuando fuera libre de todo regresara por mí, por Matt o hasta por Emilia—¿Estás trabajando?
—Sí. Bueno, tuve que renunciar—explicó. Emilia se distrajo con los aretes que tenía.
—¿Pasó algo?
—No, sólo que me iré del país—levanté mis cejas asintiendo—Mi hermana cree que debería irme a España con ella.
—Estoy segura de que estará contenta de tenerte allí.
—Mi madre estará más tranquila de no saber que ando sola—sonrió amargamente. Noté que le costaba entregarme a la niña—¿Cómo están las cosas con Matt?
—Bien—mordí mi lengua para no decir de más—Hoy es el cumpleaños de Emilia, vine a comprar algunas cosas para su fiesta.
—¿Estás cumpliendo año, princesa?—la niña asintió y levantó un dedito indicándole que era un año. Sonreí de lado, la madre de Matt había estado practicando con ella eso de contar todo—Felicitaciones.
—Debemos irnos. Tenemos mucho por hacer—cuando Emilia estuvo de nuevo en su puesto me sentí más tranquila—Espero que te vaya bien en España.
—Espero que también te vaya bien.
—Teresa—detuve su brazo—Lo siento mucho.
Contuvo las lágrimas asintiendo con una forzada sonrisa. Al verla irse suspiré arrepintiéndome de todos mis pensamientos malos, tal vez la vida no era tan injusta conmigo.
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Sola (COMPLETA)
RomansaSusan Reed trabaja por las tardes en la cafetería del centro, siempre ha creído en el amor y ha estado enamorada de la vida pero su corazón se convierte en piedra cuando descubre a su prometido engañándola con su mejor amiga. Sintiéndose traicionada...