30. Pequeña y frágil

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Capítulo 30

Pequeña y frágil

Mi cuerpo estaba cansado y menos adolorido. La nueva habitación a la que me habían trasladado estaba en silencio, podía ver algunos doctores o personas pasar por la ventana que daba al pasillo. Mi vientre había vuelto a la normalidad, como si nunca hubiera crecido, en ese instante una enfermera entró por la puerta con una especie de coche, no pude evitar sonreír al tener una vista mejor de la criatura que estaba dentro.

—¿Cómo se siente la nueva mamá?—preguntó con una sonrisa la joven chica. Tenía un aspecto dulce.

—Ansiosa por verla.

Tomó a la pequeña en brazos, una manta rosa cubría a la niña. Se acercó a mí dejándola en mis brazos, mi corazón se aceleró por la emoción. Era muy pequeña, tenía miedo de lastimarla o hacer algo mal. Dormía profundamente con una de las prendas que había guardado en el bolso, la había podido ver en el quirófano pero muy apenas. Había escuchado su llanto que en un instante alejó todo dolor, el doctor había dicho con alegría que era una hermosa y sana niña. Contuve las lágrimas pero no por mucho tiempo.

—¿Quiere que llame a las personas que vinieron con usted, señorita Reed?

—Oh, sí, por favor—pedí. Sonrió un poco dejándonos a solas.

Volví a ver a la niña dejando salir las lágrimas de felicidad y alegría. Acaricié su pequeña mano, no tardó en dar un suave apretón a mi dedo, su piel era algo sonrojada pero se debía a lo reciente que era, miré esos mechones oscuros que se encontraban en su cabecita, eran del mismo color que el cabello de su padre. Con mucho cuidado besé su frente sin dejar de tocar su mano.

—Bienvenida Emilia—susurré adorándola unos minutos más.

Tres personas más aparecieron por la puerta, tuve que indicarle a Kimberly que hiciera silencio. Se acercó luchando con las lágrimas al ver lo que había en mis brazos, sonreí un poco a Matt que se sentó con cuidado a mi lado.

—¿Cómo te sientes?

—Estoy bien—mantuve el tono bajo.

—Es muy hermosa—comentó la chica muriendo de ternura.

—Felicitaciones, Susan y a ti también Matt—felicitó Carlos. Miré al padre sonriéndole ante la idea.

—¿Quieres cargarla?

—Claro—sonrió. Colocó sus brazos en la posición adecuada para que Emilia se sintiera cómoda, la imagen del hombre que quería sosteniendo a nuestra hija era demasiado buena para ser cierta. Recosté mi cabeza en su hombro queriendo descansar—Es muy pequeña.

—Lo sé—sonreí de lado mirándolos.

—Tiene tu cabello, Matt—opinó Kim.

Cuando fue el turno de pasarle la bebé a mi amiga se notaba que lo estaba disfrutando. Matt tomó mi mano mirándome.

—Aris estará algo triste de no haber llegado antes.

—Oh, cierto—susurré—Lo había olvidado.

—Kim avisó a tus padres, tomarán el autobús en unas horas—explicó—La señora White también vendrá.

—¿Le dijiste a tus padres?

—Sí, también. Emilia conocerá a sus abuelos—besó mi frente. Volví a recostar mi cabeza en su hombro cerrando mis ojos unos segundos.

La madre de Kim llegó por la tarde, conoció a la niña diciendo que era muy hermosa y dormilona. Los padres de Matt aparecieron cuando comenzaba a anochecer, Emilia seguía dormida, no me quejaba, también quería dormir pero cuando las visitas llegaban debía quedarme despierta. Cuando mis padres llegaron, mamá no pudo evitar llorar de la alegría, papá nos felicitó a ambos. La mayoría de los que vinieron ese día coincidían en que Emilia tenía algo de parecido a Matt.

Como era de esperarse, el chico lo negaba.

Desperté al escuchar sollozos, Matt se había quedado conmigo. Kim se había ido con Carlos y mis padres al departamento, al abrir mis ojos encontré a Matt intentando calmar a la bebé.

—Creo que ya despertó.

—¿Está bien?—me preocupé enderezándome en la cama. Apoyé mi espalda de la almohada.

—Tal vez tenga hambre, ha estado dormida todo el día—la colocó en mis brazos. El llanto siguió hasta que pudo alimentarse finalmente, acaricié su mano y ella apretó con suavidad mi dedo, tal como la primera vez. Mientras se mantenía bebiendo de mi pecho abrió sus ojos al dejar de llorar. Un hermoso color verdoso apareció. El mismo color de ojos de su madre.

—Hola, Emilia—susurré sonriendo dulcemente. Era primera vez que conocía a sus padres. Aquella mirada inocente parecía intentar adivinar quien era yo, Matt se acercó y sus ojos fueron hacia él.

—Hola, princesa—sonrió conteniendo la emoción—¿Crees que sepa quienes somos?

—Sí—asentí—Estoy segura de que cuando nacemos es lo único que podemos asegurar.

—Tiene la misma mirada que me enamoró de ti—lo miré—Estoy seguro de que Emilia será igual a su madre.

—Tal vez mucho mejor—dio un corto beso a mis labios.

6 meses después

Terminaba de vestir a Emilia con uno de sus vestidos sencillos y cómodos para salir. Mientras estaba acostada tenía su chupón en su boca, nunca lo soltaba, Duke estaba sobre la cama manteniéndose alerta de lo que estuviera haciéndole a la niña. La primera vez que la vió quería lamerla y jugar con ella, todavía era muy pequeña.

—Eso es, estás muy linda, Emi—acomodé el lazo en su cabeza. La miré sonreír un poco—Sabes que sí—la cargué besando su mejilla.

—¿Están listas?—preguntó Matt al entrar. Tenía las llaves del auto en su mano.

—Así es. Deberías bajar con ella, terminaré de peinarme y bajo—dije entregándole la niña.

—De acuerdo. Esta señorita está hermosa—sonrió a Emilia que no dejaba de hacer lo mismo. Algunas veces creía que realmente entendía lo que le decíamos. Desenredé mi cabello recogiéndolo en una coleta no muy alta, tenía el flequillo tan largo que podía recogerlo hacia atrás. En el pequeño bolso que llevaba guardé mi celular, las llaves del departamento y algo de dinero. Duke me miró con tristeza al saber que debía quedarse solo.

—Regresaremos pronto, pórtate bien, ¿Sí?—acaricié sus orejas. Se quedó echado en el suelo de la sala cuando me fui.

El día se encontraba soleado y fresco al mismo tiempo, el frío como siempre parecía no querer irse. Era una de las cosas que me gustaba de la ciudad. Al subir al auto, la niña se encontraba asegurada en su puesto en los asientos de atrás, Matt comenzó a conducir mientras yo terminaba de colocar el cinturón de seguridad.

—Entonces, ¿Sólo son amigos?—lo miré.

—Gracias a ellos me dieron el trabajo en París—corrigió—Son buenos amigos de Aris y también míos. Los conocimos en los cursos de cocina que tomábamos en la semana.

—Entiendo—asentí.

—Les caerás bien—tomó mi mano teniendo la otra en el volante—Les he hablado de ti y Aris también. Están ansiosos de conocer a Emilia.

Sonreí un poco acariciando el dorso de su mano. Miré a la pequeña que tenía sus ojos abiertos, siempre se mantenían curiosos y atentos al mundo. Se veía adorable con su lazo en la cabecita. De alguna forma sentía que las cosas mejoraban con rapidez.

Sola (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora