Pánico

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DESCRIPCIÓN: Tony recibe una visita inesperada y Natasha se encuentra entre la espada y la pared.


Tony no entendía porqué se encontraba en ese lugar. Habían pasado nueve años ya, y ese lugar le traía recuerdos alegres y tristes a la vez. Era la entrada del edificio que por ochenta y cinco años llevó el apellido Stark en su cúspide. Al ser tan antiguo, tenía la fachada de inicios de siglo XX. Hermosos arcos que dividían los diferentes pasillos que llevaban, ya sea a oficinas o talleres, una hermosa escalera con pasamanos de madera bellamente esculpida, y un olor a viejo, a nostalgia. El decorado hacía contraste con las computadoras, el sonido de los teléfonos y el va y ven de los elevadores, señales que, con los años, la empresa había crecido, evolucionado. Su padre había sido el promotor de ese cambio al morir su propio padre. Pero el bullicio que acompañaba siempre el camino por los pasillos de ese edificio había desaparecido. Tony subió por la escalera hasta el segundo piso. El lugar esta solo, frío, oscuro. Empezó a sentir ansiedad, "¿Dónde están todos?", se preguntaba nervioso. Siguió recorriendo los distintos pisos, buscando a alguno, hasta que llegó al gran salón donde se reunía a la prensa para las ruedas de prensa. Tony recordó ese lugar. Miró hacia el pasillo del fondo, por donde alguna vez había corrido para huir de las luces y las preguntas, y sin pensarlo, recorrió el mismo camino que aquella vez. Llegó al punto donde había caído, ido y se quedó estático ahí. Frente a él, a unos metros, una silueta masculina lo observaba. Tony sintió pánico nuevamente. Era él... siempre era él.

-*-

En ese instante, el sonido de la alarma hizo que el castaño saliera de ese sueño. Era recurrente que esas imágenes llegaran a su mente cuando dormía. Ese hombre, que alguna vez pensó que sería su salvación, se convirtió en su verdugo.

Se levantó, un poco aturdido por el día anterior. Había pasado de la alegría al desconsuelo de la noche a la mañana, pero luego, la llamada de Bruce le hizo recuperar el ánimo. "Los extraño chicos", dijo al ver la fotografía que horas antes había sacado de su gaveta para colocarla en el lugar de donde nunca debió retirar, justo al lado suyo.

Entre tanto, en un lugar pintoresco a las afueras de New York, la casa de la familia Banner ya era bullicio a pesar de la hora. -Betty, ¿has visto mis zapat... -no terminó de preguntar, cuando Betty le entregó en su mano sus zapatos favoritos. El distraído doctor sonrió y la beso en la frente, -¿Qué haría sin tí?

-Absolutamente nada tonto -le dice risueña -Apúrate, ya está el desayuno y Darcy está terminando de alistarse. -le dice mientras sale de la habitación.

Bruce termina de ponerse sus zapatos, se acomoda la camisa, la corbata y el saco. Vuelve a verse en el espejo, se peina un poco y se coloca sus imperdibles gafas.

-¡Bruce! -le vuelve a llamar Betty.

-Un momento cariño -le responde, ya listo para irse.

En la cocina, la pequeña Darcy jugaba con la cuchara y el cereal, mientras esperaba que su papá llegara.

Betty, ya lista para ir a la clínica, estaba ya en su lugar, con unas tostadas, huevo y una taza de café.

-Estoy... estoy... ya llegué -decía agitado, mientras se sentaba con ellas. La niña de seis años y su madre lo miraban expetantes. Darcy quiso hablar, pero Betty le hizo una seña para que hiciera silencio. Bruce las miró extrañado, -¿Pasa algo?

-Nada cariño, come que se te enfría -le dice Betty con una sonrisa que trataba de ocultar. Los tres desayunaron tranquilamente, a excepción de Bruce, que de reojo, veía a su hija que lo examinaba varias veces en forma disimulada. Cuando terminaron, recogió cada uno su plano y se dispusieron a salir.

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