Este pequeño libro se escribió antes que Jane Eyre y Shirley y, sin embargo, no puede pedirse indulgencia para él so pretexto de ser un primer intento. No lo fue, desde luego, pues la pluma que lo escribió había sufrido un desgaste considerable en una práctica de varios años. Cierto es que no había publicado nada antes de empezar El profesor, pero en más de una tosca tentativa, destruida prácticamente al ser terminada, había perdido todo gusto por la narrativa recargada y redundante en favor de una hogareña sencillez. Al mismo tiempo, había adoptado un conjunto de principios sobre la cuestión de los episodios y demás que, en teoría, merecerían la aprobación general, pero cuyos resultados, al ser llevados a la práctica, son a menudo para un autor motivo más de sorpresa que de placer. Me decía que mi héroe debía abrirse camino en la vida tal como había visto que hacían hombres reales, que no debía recibir jamás un solo chelín que no hubiera ganado, que ningún vuelco súbito debía elevarlo de la noche a la mañana en riqueza y posición social, que cualquier pequeño bien que pudiera adquirir debía obtenerlo con el sudor de su frente, que antes de hallar siquiera un cenador en el que sentarse debía ascender al menos hasta la mitad de la Colina de la Dificultad, que jamás habría de casarse con una mujer rica, ni hermosa, ni con una dama de alcurnia. Como hijo de Adán, habría de compartir su destino: trabajo durante toda la vida combinado con una moderada dosis de placer. Más adelante, sin embargo, descubrí que los editores en general no eran grandes partidarios de tal sistema, sino que preferían algo más imaginativo y poético: algo más acorde con una fantasía muy elaborada y un gusto innato por el patetismo, con sentimientos más tiernos, elevados, alejados de este mundo; de hecho, hasta que un autor intenta vender un manuscrito de esas características no puede saber cuántas reservas de romanticismo y sensibilidad yacen ocultas en el seno de quienes jamás habría sospechado que albergaran tales tesoros. Es creencia común que los hombres de negocios se inclinan preferentemente por la realidad; esta idea suele resultar falaz cuando se pone a prueba: una apasionada inclinación a lo exacerbado, lo extraordinario y excitante, a lo extraño, lo sorprendente y desgarrador agita almas que muestran una superficie serena y sobria. Dadas las circunstancias, el lector comprenderá que, para haberle llegado en forma de libro impreso, este breve relato ha tenido que bregar en varios frentes — como en verdad ha ocurrido, aunque, después de todo, la lucha más encarnizada y la prueba mayor aún está por llegar—, pero su autor se tranquiliza, aplaca sus miedos, se apoya en el bastón de una moderada esperanza y murmura para sí, al tiempo que levanta los ojos hacia los del público:
«El que está abajo no ha de temer caída alguna.»
CHARLOTTE BRONTË
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EL PROFESOR
RandomWilliam Crimsworth, en su voluntad de independencia, desprecia la tiránica protección de sus parientes y se embarca hacia Bruselas, donde consigue un puesto de profesor de inglés en un internado y debe elegir entre las atenciones de la brillante y...