Étoiles

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Aun faltaban un cuarto del día para que el tan esperado ocaso se hiciera presente y cubriera con su manto de nubes multicolor aquella bella tarde en París.

-¡Ya llegué! Lo siento, ¿Qué necesitas, mamá? - Se escuchaba demasiado agitada en la entrada de la panadería de los Dupain Cheng a la inquilina más joven del edificio.

- Marinette, me da gusto que hayas llegado. Lo que sucede es que tu padre y yo tenemos una, se podría decir que entrevista de trabajo para un evento por parte del alcalde. Hará un pedido demasiado grande para una noche de gala que habrá en su Hotel dentro de una semana, y quiere que seamos los encargados de la repostería. La entrevista consiste en realizar una cata para que pueda elegir mejor los bocadillos. Por suerte ya están listos y vamos en camino el problema es que necesitamos que te quedes de encargada en el negocio. - Explicó un tanto apurada Sabine que estaba acomodando una pila de cajas .
-Oh entiendo, no te preocupes. Sólo que hay un pequeñito detalle...
-¿De qué se trata?
-Mamá, me da pena. No te vayas a reír. - confesó la chica ruborizada dándose un golpe con la palma de la mano. Sabine rió con ternura al ver las reacciones de su hija, su sexto sentido materno no la engañaba.
-Si se trata de un chico más vale que aproveches que tu padre no nos puede escuchar.

-¿Que yo qué? - Gritó  a lo lejos Tom.
-¡NADA! - Se escuchó al unísono las dos féminas. Marinette bajó la mirada y musitó :
-¿Recuerdas que te dije del joven que me prestó su abrigo? Hoy salí a devolverselo y...  Cre-o que ten-go u-na  c-cit.... - No pudo completar la frase, un bufido de euforia mezclado con vergüenza ahogó su oración. Dio unos cuantos brincos en su lugar y después tapó su rostro mientras daba giros exagerados de negación con la mitad de su cuerpo.
-Ah, ya entendí. Hoy saldrás con él. ¿Cuál es su nombre? ¿Lo conozco? - Insistió emocionada la mujer.
El ataque de euforia se terminó con tales preguntas.
<<Qué tonta, dos veces seguidas y se me olvidó preguntarle su nombre>>
-Ay mamá. Fui tan torpe que... Se me olvidó preguntarle - respondió alterada.
-¿Y cómo  sabes que es un buen chico? No sabes ni su nombre.
-No te preocupes, da la casualidad que no sé su nombre pero sé dónde trabaja y vive. Si sucede algo puedo llamarte o hablar con Alya.
Estoy segura de que no pasará nada, por favor. - Su torpeza le podía costar caro para esa salida, sin embargo Sabine confiaba en que su hija no era tan ilusa que al final aceptó.
Ambas se abrazaron, un momento después los señores Dupain subieron a alistarse y después irse a la degustación.

A la hora, el lugar se había quedado sólo con Marinette y Tikki, no había mucha clientela.

-Marinette, te veo muy contenta por tu cita.
-No sé en qué momento pasó, pero se siente bonito.  - Exclamó entre suspiros, apoyando sus brazos en el mostrador, sosteniendo con una mano su barbilla.
-Estoy contenta por ti, en unas cuantas horas vamos a cerrar para que te alistes.

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El desesperante sonido del silencio se apoderó del departamento del azabache, éste por su parte se encontraba en la sala del lugar viendo a la nada.
-¿Qué tanto piensas, Marino? - Preguntó su kwami al salir volando de su bolsillo. El joven prefirió no contestar, dejándolo solo. Se dirigió a su habitación, tomó algunas cosas para tomar una ducha.
-Marino...  - Decía a la nada su compañero al ver como se encerraba en el baño. Estaba demasiado preocupado por no saber cómo se había tomado el que su enamorada sea Ladybug pero a su parecer, se lo había tomado a mal.

En el baño, Marino duró unos cuantos minutos estático, seguía pensando en su angelical rostro, su sonrisa, su fresco aroma, inconsciente, con mucha furia golpeó la pared.

<<Yo... Yo no la quiero lastimar, la quiero proteger... >>

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-Marinette, ya es hora. Vamos a apresurarnos . - Gritaba exaltada Tikki. La chica asintió, corrió a cerrar rápidamente la puerta del negocio y subió al departamento. Tomó una breve ducha y en bata prosiguió a buscar qué ponerse.

&quot;Coincidence&quot;.  ML Marino x Marinette Donde viven las historias. Descúbrelo ahora