Problemáticos ( I )

Un incentivo a odiar

Sami empezó una extraña relación con Alexa Bliss, pero no acababa de gustarle del todo. El trasfondo de su personalidad era malvado y despreocupado, muy similar a la relación que Rollins había tenido con Sasha hacía tiempo. No quería acabar como él, teniendo que estar internado en un hospital y que su chica ni siquiera fuera a verlo. Sin embargo, y a pesar de ser un alma masoquista, no lograba encantarse de esta segunda rubia. Era muy distinta a Charlotte, muy diferente, exageradamente tolerante y apoyaba las relaciones abiertas. Tal y como era Sasha. Zayn no creía en ese tipo de amor.

Pero no le dio tiempo a pensarlo por demasiado. La misma noche que Charlotte ganó otro PPV tras Summerslam, él y Balor regresaron en el mismo coche de vuelta al hotel. Cuando ninguno se lo esperaba, un Ferrari rojo atravesó la carretera en dirección a ellos. Parecía una broma de mal gusto, pero no lo era; aquel accidente fue muy real y totalmente intencionado. En un abrir y cerrar de ojos el todoterreno de Zayn quedó reducido a añicos, su brazo se quemó con el escape de gasolina y Finn tuvo la suerte de poder salir antes de que otro coche de la autopista impactara con la puerta.

Ambos fueron internados de urgencia; la prensa no tardó en hacer eco de la noticia y preguntarse por la salud de los dos luchadores. Afortunadamente no hubo extrema gravedad, pero Sami tenía una contractura leve en el cuello y tendría que estar dos días en camilla.

Habitación hospitalaria

Charlotte se enteró de la noticia la misma madrugada, tras lo cual se vistió rápidamente y se plantó en la entrada de urgencias. Las malas lenguas la acusaban directamente como la autora del desastre, los Flair eran amantes de la gama alta de vehículos y los Ferrari eran su apuesta por excelencia. De hecho, la luchadora se montó en el suyo propio para llegar hasta el hospital.

Atravesó la puerta y le vio con el cuello inmovilizado por collarín, mirando la televisión. Estaba solo. A Finn le habían dado el alta de inmediato.

Charlotte: ¿Puedo pasar?

Zayn: Qué remedio, ya estás dentro.

Charlotte: ¿Qué demonios ha pasado? —dio varios pasos a su lado, examinándole de arriba abajo. Acercó una mano al brazo del chico, que estaba cálido en comparación con su temperatura. Pero rápidamente lo alejó de ella. La quemadura no le dolía.

Zayn: Lo sabes perfectamente. Ibas dentro de ese coche.

Charlotte: No es cierto. Y eso sí que lo sabes perfectamente.

Zayn: Ya claro. Estoy bien, puedes irte, ya tienes renovada la conciencia.

Charlotte: ¿Nunca más podremos hablar civilizadamente?

Zayn la miró, con fuego en los ojos. Apretó los labios e hizo un sobrehumano esfuerzo por sentarse en la camilla.

Zayn: Sólo quiero perderte de vista, no te necesito. Estoy mucho mejor sin ti.

Otra vez, sintió la frase como un puñal. Se quedó en silencio algunos segundos, calibrando el responderle. Suspiró, dejando salir el aire lentamente.

Charlotte: ¿Crees que podrás perdonarme algún día?

Zayn: Estás perdonada, pero no quiero tener trato con una zorra como tú.

Charlotte reaccionó rápido y le propinó una fuerte bofetada, que resonó en la habitación. Abrió los ojos y se alejó deprisa, temiendo de sí misma. El cuello de Zayn se vio afectado los primeros segundos, pero se mordió la lengua para no expresar dolor.

Sin decir ni una palabra más y sin apenas cambiar de expresión, Charlotte se fue corriendo de allí. Sami se tocó la mejilla enrojecida, dolido más por dentro que por fuera. Había tenido una seria conversación con Orton -quien rara vez se preocupaba por alguien que no fuera él mismo- en la que le aconsejó lo que tenía que decirle si deseaba que le dejara en paz para siempre, y a juzgar por los reflejos con los que había contestado su ex novia parecía haber funcionado. Pero tenía ganas de cortarse la lengua. Su empatía con ella era una conexión irrompible, y el descalificativo empleado era terrible.

De repente, un sonido lo alertó. Una ágil mano, ruda y tan envejecida como fuerte, le abrió el collarín y empezó a estrangularlo. Aquello sí que era dolor, dolor auténtico. Se quedaba sin aire nada más comenzó a apretar.

Ric Flair: Te he escuchado perfectamente, hijo de perra. No hace falta que busques a más culpables, fui yo. Tenía que haber acelerado un poco más para ver ahora tu tumba, qué pena —apretó más. La máquina que medía las pulsaciones en el dedo del pelirrojo empezó a pitar descontrolada, la cercanía con el 16 veces campeón estaba haciéndole entrar en pánico, sin embargo no se defendió— Mereces morir por eso que le has dicho. Te aseguro que haré de tu vida un infierno, perdedor. Ya se lo dije hace tiempo, un pobre idiota como tú no tiene nada que hacer con mi hija. Pero vas a pedirle perdón.

Zayn: No puedo... es la única manera.

Ric: ¿La única manera de qué?

Zayn: De que ME ODIE —dijo, ganándose que Ric le soltara en el acto. Empezó a toser y se tocó el cuello, notando ardor.

Ric: ¿De qué hablas, mequetrefe?

Zayn le observó, respirando exasperado.

Zayn: Si no soy así seguirá viniendo detrás de mí. Y no puedo estar con ella, no quiero seguir. Desde antes de empezar nuestra relación ha estado mintiéndome.

Ric: Wow, no me cuentes tus penurias —rio entre dientes, algo más sarcástico. Y se estiró las mangas de la blusa— Si mi hija quiere tratarte como a un juguete, acabará haciéndolo. Domina a las personas, como todo buen Flair.

La enfermera entró interrumpiendo el encuentro. Observó que todo estaba en su lugar, y mientras le volvía a enroscar el collarín Ric le miró con un deje de advertencia. La interpretación era obvia: si su nombre salía como el causante del accidente habría problemas. De todas maneras, Sami no quería mezclarse más con aquella engreída familia. Pudo escuchar desde su planta cómo el Ferrari de Charlotte salía disparado del lugar, derrapando al dejar atrás el hospital. Volvió a sentirse mal: ser un cabrón no era lo suyo.