Desconfianza

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El tiempo pasó. No importaba lo empeñada que estuviera en guardar las apariencias: su vientre se empezó a abultar y su baja temporal empezaba a crear especulaciones, porque nadie sabía a qué se debía. La directiva mantenía silencio absoluto y muchos seguían creyendo que se debía a la recuperación de los esteroides. Sin embargo, el cambio de vestuario de la rubia empezó a disipar las dudas: ya no se hablaba de otra cosa en el Backstage. Charlotte hacía su vida normal, seguía haciendo deporte y asistía a alguna que otra entrevista. Pero estaba tomándose unas buenas vacaciones mientras su embarazo se desarrollaba. De la noche a la mañana la mujer desapareció del mapa, marchándose lejos y dejando tirado a AJ, quien ya empezaba a sospechar. La llamó varias veces, pero nadie cogía el teléfono.

Charlotte se miraba todos los días frente al espejo, experimentando el cambio. Sus líneas abdominales se habían borrado, lentamente ganaba peso y la curvatura del bajovientre era indiscutible. Aún podía ocultarlo, pero no por mucho más tiempo.

Alquiló un apartamento cerca de Tarifa, en Andalucía. Veía el amanecer todas las mañanas, temprano, impactada ante la belleza de Cádiz y su clima dorado. Su balcón tenía las mejores vistas del mar, casi parecía que podía tocarlo y como miel, se escurriría entre sus dedos. Pasaba horas y horas calmada, sin teléfono y sin distracciones mientras veía el crecimiento de su bebé, tanto externamente como en las fotos de las ecografías.

Hasta que un día se decidió a decírselo. La conciencia la estaba atormentando.

Se olía que estaría cabreado al no tener ni idea de dónde estaba, y viendo cómo sus amigas no le desvelaban tampoco la ubicación del lugar. Podía ser interpretado como una ignorancia, pero necesitaba tiempo para ella sola y asimilar que un diminuto proyecto de vida crecía en su mismo cuerpo, lentamente. Abrió el Whatsapp de AJ y leyó todos los mensajes que no había abierto durante el paso de las semanas. En efecto, estaba cabreado. Y bastante. Decidió no responder nada y enviar una foto que le había sacado a la ecografía. En ella se veía un embrión de cinco meses.

AJ se conectó y la miró enseguida. La empezó a llamar rápidamente. Charlotte tomó aire y se colocó el móvil en el oído.

AJ: ...Qué es eso.

Charlotte: ...

AJ: Respóndeme, ¿estás embarazada?

Charlotte: Sí, AJ... lo estoy.

AJ: ¿Es mío?

Charlotte se sintió tocada y hundida con la pregunta y su voz se enfrió.

Charlotte: Sí, es tuyo. No me he acostado con nadie más.

AJ: ¿Estás segura de eso?

Charlotte: ...Eres un imbécil. Claro que estoy segura.

AJ: No, la imbécil eres tú. ¿Por eso te has ido a España, al otro pico del mar? ¿Por eso no me has hablado todos estos meses? ¿Qué pasa si ahora he rehecho mi vida con otra persona?

Charlotte se quedó en silencio, abriendo los ojos. No podía verse a sí misma, pero de haberlo hecho probablemente se hubiera dado cuenta de que su cara era la imagen misma de la humillación. Y era cierto, ¿por qué tenía que esperarla? Se fue de la noche a la mañana prefiriendo el refugio de la soledad, dando a entender que no quería estar con él. Y obligándole a vivir con la incertidumbre de su estado todo ese tiempo. Trató de encontrar las palabras, pero su culpabilidad se le estaba sentando en la cabeza como una viga de hierro.

AJ: ¿Cómo te atreves a hacerme esto? ¿Cuatro meses sin hablarme, en serio?

Charlotte: No debí haber dejado que creciera. Supongo que me tocó la vena maternal, no lo sé.

AJ: Tú no tienes esa vena. Ni esa ni ninguna otra que tenga sentimientos.

Charlotte le cortó de inmediato, harta del mismo tipo de frases. Se sentía rota por dentro. Tal y como se olía, no podía confiar en nadie. Se forzó a no llorar ante su nueva situación, y no lo hizo: abrió los dedos y dejó caer el móvil desde el balcón, que acabó roto en mil pedazos al impactar con la acera.

Ya se compraría otro.

Problemáticos ( I )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora