Nuevamente, el tiempo ha pasado como un borrón.
Ha pasado exactamente una semana más desde que hablé con Peeta, la última vez que estuve en su casa, acordando en un extraño acuerdo ser lo más cercano posible a buenos amigos, o mínimo vecinos con mucho en común.
Sorprendentemente me siento bien con eso, como si me hubiera quitado un peso de encima, aliviando una carga, un problema menos de que preocuparse.
Cuando regresé a casa estuve bastante segura que mi hermana se moría de ganas por hablar conmigo. Cómo mi madre, y básicamente como cualquiera presente esa noche presenció lo que sucedió. Al principio creí haber exagerado, quizás por que Gale no tenía ningún motivo para molestarse pese a que yo, tan bien como lo conozco sé que lo está.
Pero de nuevo me reprendo ¿Por qué me importa que piensen? No tengo tiempo, ni ganas de ver a Gale por ahora, que piense lo que quiera es la única opción viable por ahora.
Si él me cree capaz de haberme convertido en la chica mimada y consentida del Capitolio no es mi problema. Debería conocerme.
Aún así, quisiera hablarlo con Prim, me daría un pretexto para hablar como antes lo hacíamos y al igual que Peeta siempre tiene algo por decir, algo que acomode el desastre de decisiones que he tomado. Pero es demasiado pequeña, y el problema es sencillamente demasiado tonto.
Hasta ahora el bosque pocas veces me había parecido tan silencioso, o solitario. La vida siempre escapa allá donde mires, lo que resultó extremadamente útil durante estos años para mantenernos con vida.
Sentirlo tan vacío no es algo para lo que esté acostumbrada, excepto cuando papá murió. Por ese entonces cada árbol, cada aroma, cada trampa... Todo se reducía a él.
A su eterno abandono involuntario. A la idea firme y cruda de que nunca más volvería a verlo.
Ahora, estoy bastante segura de que he olvidado la forma en que si voz sonaba. Sé que era lo suficientemente increíble para hacer callar a los pájaros, para llenar nuestra casa en la Veta de alegría en medio de la miseria.
Pero no puedo imaginarme la manera exacta en que su voz sonaba llamando mi nombre. Todo es confuso, como recuerdos de otra vida, donde todo era diferente.
Por difícil que resultó debí hacer que el bosque fuera mío a la fuerza, no podía echarme a llorar cada que venía, de ser así no podría cazar nada y mi familia y yo habríamos muerto de hambre. Así que dejé los sentimentalismos, así como todos los recuerdos y añoranzas, y me puse en marcha. Pero ahora, tragándome mis propias palabras me doy cuenta que muchas de las cosas que he enterrado, diciéndome que no son mínimamente importantes en realidad lo son.
Hay tanto que sí que me importa. Gale me importa. Y ahora que yo misma he dejado de esconderme, arriesgandome a venir para encontrarlo sé que lo hace, pero él no ha venido, y si lo hizo seguro se dió la vuelta, alejándose de mí.
Tan silencioso cómo es no es una posibilidad imposible.
¿A cuántas personas más tendré que decirles que era para salvarme el pellejo? Mejor dicho, ¿Por qué tengo que dar explicaciones?
Qué importaría si me quise enamorar en esos macabros juegos, y si en realidad cambié ¿Por qué tiene que importarles?Era mi vida la que estaba en juego ahí, además, si soy sincera tampoco puedo molestarme mucho con mi compañero, yo lo evité primero. Recuerdo las palabras de Peeta diciendo que esperaba que pudiera hablar con Gale.
Intenté hallar algo en su voz que me dijera que no le parecía buena idea, que en realidad estaba mintiéndome, que se alegraba de nuestro distanciamiento pero fue sincero.
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El Resplandor Del Sinsajo (En Edición)
FanfictionFic ambientado en el segundo libro de los juegos del hambre: En llamas. ¿Qué hubiera pasado si la enigmática chica en llamas hubiera arreglado las cosas con Peeta antes de la gira de la victoria? ¿Habría descubierto que siente algo más por el chico...