Capítulo 17

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Los rayos de sol resultan espantosos, y la cama, extrañamente fría. Las sábanas cubriéndome se resbalan de mi cuerpo y, al moverme, la cabeza comienza a darme vueltas.

Al abrir los ojos, no puedo saber dónde estoy, el techo es celeste, contrario al blanco impoluto de mi habitación y las sábanas... Todo aquí huele a lavanda y a...

No tengo tiempo de recaer en más detalles, al terminar de despertar apenas y tengo tiempo de llegar al baño, la única otra puerta en la habitación, antes de que todo el licor haga su aparición.

Arde tanto subiendo como ardió bajando, para cuando termino, estoy temblorosa y sudando, sujetándome a la taza del baño con el cabello pegándose a mi rostro.

Soy un desastre.

Para levantarme tengo que aferrarme al lavabo, intentando soportar los espasmos que atacan mi cuerpo. El reflejo en el espejo me devuelve la misma imagen con la que esperaba encontrarme.

Mi frente llena de sudor, los cabellos en el rostro y las ojeras bajo los ojos. Me echo agua sobre el rostro, segura de que podría morir de seguir vomitando.

Media hora más tarde, recogiendome el cabello, casi me voy de espaldas al ver a Peeta, recargado en el marco de la puerta con expresión lejana. Al verme, se cruza de brazos y pequeñas imágenes de él, de la noche anterior llegan a mí, algunas no muy claras.

Yo saliendo de casa de Haymitch, discutiendo con Gale, Peeta apareciendo y luego, todo el escándalo que armé. ¿Qué es lo que hice?

Sí, recuerdo escuchar sus voces nada amigables, discutiendo para ver quién de los dos me llevaría a cuestas, como no más que una chiquilla. Solo al recordarlos, caigo en cuenta que este no es mi baño y por consiguiente no estoy en mi casa. Aparentemente, Peeta ganó.

—Vaya pinta que tienes, ¿No?—me dice en voz baja, recorriendome con la mirada.

No quiero que me mire, y mucho menos en este estado. Eso nunca habría importado antes, pero ahora... Y después de todo lo que he hecho. Llegar aquí, presentándome en su casa, tan  borracha colo Haymitch, armando un escándalo para terminar vomitando en su baño. ¿Qué más puedo pedir?

—¿Cómo llegue aquí?

De todo lo que pude haber dicho, las palabras que terminan saliendo de mi boca terminan por ser ridículas.

—Te traje aquí después de que te desmayaste. Tu madre creyó que era mejor así, en el estado en el que estabas, no dejabas de despertar y gritar que no te irías a ningún lada— me informa con severidad. Al pasar por su lada, no puedo más que asentir, con la cabeza gacha para no tener que mirarle.

—Peeta. Lamento lo de anoche. No era mi intención que sucediera… lo que sea que pasó— le digo mordiéndome el labio inferior con nerviosismo.

Peeta camina hacia mi, sentada al borde de su cama.

—Ya hablaremos después de eso. Si quieres tomar un baño y supongo que así es, tu madre vino para traerte ropa, siéntete como en tu casa.

Me señala de nuevo el baño indicándome que entre. Intento decir más, pero antes de que pueda pensar en posibles excusas para mí estado, sin siquiera mirarme se da la vuelta y sale de la habitación.
Suspirando, me quedo estática, sólo escuchando sus pasos al bajar las escaleras.

No era esta la recepción que esperaba. Quizás pensé que lloraría un poco, que él me recibiría con las típicas palabras en las que me promete que todo irá bien, y que sobre todo, podría encontrar el consuelo que necesitaba, de la única forma que Peeta ha conseguido hacerme sentir.

El Resplandor Del Sinsajo (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora