Capítulo 13

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El camino hacia la Aldea representa todo un desafío para todos. Los mineros, Peeta y Haymitch luchan por llevar el cueepo de Gale, pisando firme sobre la resbalosa calle y la nieve mientras yo me limito a seguirlos, tropezando varias veces.

Cuando por fin puedo ver la puerta de casa, todo sigue pareciéndome irreal. Desde mamá y Prim saliendo debido al alboroto, dando órdenes sobre dónde deben colocar a mi amigo, y la horda de personas entrando a mi casa.

Es casi como un sueño.
Sus bocas se mueven, sus rostros reflejan como se sienten, todo mientras yo me quedo ahí, mirándolos. Para este punto mi rostro debe haberse inflamado más conforme pasó el tiempo, pero nadie me presta atención.

Con solo unas cuentas palabras, y ver el desastre que he traído a casa mamá parece entender de inmediato que ha sucedido. Le ordena a Prim desocupar la mesa y tienden a Gale ahí.

El cambio de sitio parece hacerlo entrar en razón por un segundo, quejándose y gimiendo de dolor en cuanto su cuerpo descansa sobre la dura superficie antes de volver a desvanecerse. En un corto lapso de tiempo va y viene, pareciendo despertar y luego caer en la inconsciencia de nuevo.

Sin darme cuenta estoy avanzando hacia él, la mayoría de personas se han dispersado, dejando a mamá trabajar. He podido quedarme a unos metros, mirándolo de cerca, pero no es hasta que vuelve a quejarse que no lo resisto. 
Tengo que suplicarle a mi madre que lo ayude, el dolor parece ser demasiado para soportar, Gale reacciona entonces, abriendo los ojos y extendiendo su mano débilmente hacia donde ha escuchado mi voz, por mucho que aquello deba suponerle un esfuerzo tremendo.

De pronto todos parecen ser estorbos, impidiéndome llegar hacia él y decirle que estará bien. Aparto a todos y me planto a su lado, sujetando su mano con fuerza, deseando decirle cuanto siento su estado. El gesto parece calmarlo, quedándose momentáneamente quieto.

Prim me ordena poner más nieve en mi propia herida, mientras ayuda eficientemente a mi madre, con tanta maestría que me parece que no es mi hermana pequeña a quien estoy viendo.  En estos momentos es muy lejana la pequeña niña a la que reemplace en la cosecha un año atrás. La dulce pequeña de 12 años que temblaba aferrándose a mi vestido ha madurado en tan poco tiempo, sin siquiera darme cuenta.

Lo que me devuelve a la realidad son de nuevo los quejidos de Gale, escucharlo no puede dejarme tranquila,  y ante la falta de ayuda de mi madre al no darle algo para aliviar su dolor, cuando intenta explicarme de razones, termino gritándole como una loca.

Por ese instante, parece que soy la única persona preocupada por el estado de Gale, y no saber que hacer para ayudarle no ayuda. Quisiera poder hacerlo yo misma, aliviar su dolor, sanar su espalda hecha pedazos y decirle lo culpable que se siente la ahora estúpida pelea entre ambos. Esto solo es una confirmación de lo que le he dicho.

No hay sitio en el distrito que pueda ser seguro para él, para nosotros, ni para nadie.

Entonces Peeta y Haymitch aparecen, recordándome que siguen aquí, y que no parecen aprobar mi comportamiento. Entre ambos consiguen sacarme de la cocina, mientras pataleo y peleó contra ambos para que me suelten.

Mis gritos hacen que Gale se impaciente, y vuelve a buscarme en cuanto nuestras manos se sueltan.  Furiosa al escucharlo, sufriendo sin poder hacer nada por él hace que me remueva con más fuerza, hasta que el par de hombres tirando de mi terminan hartándose. A rastras, consiguen encerrarme en el estudio, donde Haymitch me arroja sin mucho cuidado, gritándome que cierre el pico.

Me detengo a mirar a Peeta por una milésima de segundo, a diferencia de Haymitch, no se atreve a gritarme, pero parece incómodo. Dolido quizás al verme actuar así, pero no puedo permitirme analizar lo que le pasa.
Hay cosas más importantes ahí afuera, donde debería estar.

El Resplandor Del Sinsajo (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora