Capítulo 15

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Pocas veces he estado segura de lo que estoy haciendo, específicamente, de acciones deliberadas que realmente deseo que sucedan.

Siempre es para algo mayor, para alguien más. Cazar para alimentar a mi familia, sobrevivir para poder cuidar de ellas, ir al los juegos por Prim, ayudar a los Hawthorne por Gale, fingir para el presidente… Siempre es así.

Ahora, es todo lo contrario. Podría consolarme diciéndome que lo que está sucediendo es para corresponder una enésima parte de lo que Peeta Mellark ha hecho por mi con su apoyo y presencia... Que estoy besándolo para acallar a mi conciencia sobre los actos con los que tanto daño le he hecho, pero no es así. Sé que esto es por mí, porque deseo hacerlo.

No es la primera vez que sus besos me hacen sentir de esta manera, pero las ocasiones han sido extremadamente escasas porque, como todo, siempre han sido para las cámaras. Ahora estamos solos, tumbados en la cama de mi habitación, con sus labios devorando los míos como si fueran su primera comida en días, algo que ambos parecíamos llevar esperando por mucho tiempo.

Peeta siempre fue dulce, es como funciona, pero detrás de cada beso en la Arena, bajo las pésimas condiciones en que se encontraba y el temor a la muerte, siempre pareció esconder algo más... Algo ardiente y abrumador. Cómo si estuviera forzándose a contener lo que realmente quería decirme con esos besos, y yo lo ignoré.

Ahora, lo entiendo. Sé que durante todo este tiempo ha guardado en el fondo de sí todo lo que sentía porque yo no se lo permitía. Corresponderle ha sido suficiente para que mostrara cuanto llevaba esperándolo.

¿Cuánto ha pasado? ¿Horas? ¿Minutos?

Curiosamente, no me importa, ni lo hará, al menos ahora.

He descubierto que me siento cómoda recibiendo todo lo que él tiene por darme y lo que seguramente es peor, mostrarle cuánto deseo los gestos que siempre rechacé deliberadamente.

Se está muy agusto en los brazos de Peeta, con su calor tan cerca siempre resultando reconfortante, sintiendo sus manos, las mismas que siempre me han atraído, tan grandes para cargar con los pesados costales de harina, y tan ágiles para dibujar complicados trazos en papel y pintura.

El equilibrio que es capaz de poseer es fascinante. Como una balanza que nunca está inclinada hacia ningún sitio en particular.

Siempre pensé que debería tratarse de dos simples lados, o eres bueno o malo,  pero él es algo que simplemente no encaja en nada de lo que me decía conocer.

Sé que para este punto lo habré besado en incobrables ocasiones, pero todas ellas como parte de nuestro espectáculo. Realmente y aunque me avergüenza pensarlo, no podía sentir nada más allá de la obligación de hacerlo para la audiencia.

Hasta ahora solo ha ocurrido dos veces. La primera de ellas, durante nuestro segundo beso, el que yo tomé como real he hice parte de mis recuerdos más nítidos. De eso ha pasado casi un año, pero aún así, recuerdo lo que sentí con una perfección que asusta.
No fue un momento romántico ni de cerca, pero eso no evitó que sintiera mis mejillas calientes cuando nos separamos y un cosquilleo en los labios. Un fugaz momento que aceleró mi corazón y que no pude apreciar por el tiempo suficiente pues Peeta estaba apenas superando lo que creí sería una muerte segura.

Por aquel entonces no hubiera imaginado todo lo que habría de vivir.

Seguramente, me habría reído de la patética ola de problemas que yo misma me busqué por dejarme guiar por la impotencia y el odio hacia el Capitolio. Y no sólo eso, sino que unos meses después terminaría besándome con el mismo chico por él nunca creí sentirme de esta forma.

El Resplandor Del Sinsajo (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora