Capitulo 24

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A medio día los estragos de las horas pasadas caen sobre nosotros, sin agua, deshidratados, con Mags exhausta y un Peeta débil nuestras opciones se hacen escasas, casi nulas. Si alguien nos atacara seguramente Finnick y yo seríamos la única resistencia, lo que complica las cosas.

Luego de descubrir que estamos, de hecho, encerrados en un perfecto círculo alrededor de la Cornucopia, sin una fuente visible de agua potable y con peligros desconocidos, un campo de fuerza y tributos por ahí decidimos parar, acampar al menos hasta que Peeta recupere las fuerzas y pueda sernos de ayuda más adelante.
El único problema ante el plan es el tiempo, si esperamos más, sin agua, no sé hasta qué punto se reducen nuestras posibilidades.

Nos quedamos a unos diez metros debajo del campo de fuerza, algo que sugiere Finnick diciendo que podríamos usarlo como arma si alguien nos ataca.
Él y Mags tejen algunas hojas y raíces formando esteras.
Pe­eta re­co­ge pu­ña­dos de frutos que Mags a encontrado, y ya que ella parece ilesa decidimos que son seguros, los fríe haciéndolos recortar en el campo de fuerza. Para luego juntarlos en un montón.
Yo me qu­edo mon­tan­do gu­ar­dia, nerviosa, con calor y con las emociones a flor de piel.
He visto a Cinna casi muriendo, seguramente así fué, y a un Peeta que por poco le sigue. No es el mejor de los inicios. Además, está el otro asunto, la deshidratación.
Ten­go tan­ta sed. Tanta que al final decido que ya no puedo soportarlo más.

-¿Por qué no te quedas montando guardia? Yo iré ot­ro ra­to más en bus­ca de agua-digo. Puedo ver en el rostro de los demás que a nadie le entusiasma que vaya sola, pero la amenaza es demasiado grande como para para ponernos exigentes.

-No te pre­ocu­pes, no iré le­j­os- Le prometo a Peeta al ver la poca gracia que le hace la idea.

-Yo tam­bi­én voy.

-No, ca­za­ré al­go si pu­edo- digo. No aña­do "Y tú no pu­edes ve­nir por­que ha­ces muc­ho ru­ido." Con su pa­so pesado conseguiría asustar a las presas y ponerme a mí en peligro.
Y sé que eso es lo que menos quiere.
Aún cuando le lleve al bosque nunca mejoró mucho que digamos.

Me mu­evo ágil­men­te en­t­re los árboles. El so­ni­do del ca­ñón me ha­ce detenerme. El baño de sangre inicial de la Cornucopia ya terminó. Así que esto indica la caza de tributos terminada.
Cu­en­to los dis­pa­ros, ca­da uno de ellos representado la muerte de un vencedor. No son tantos como creía, pero sus muertes pesan el doble. Porque los conozco, no a la perfección, pero sí después de varios días de entrenamiento. Una ola de repentino resentimiento se instala en mi pecho, dirigido principalmente hacia Haymitch y Peeta.
Por obligarme a convivir con ellos. De nos ser así, serían simples nombres más en el cielo. Repentinamente débil me apoyo contra un árbol para descansar.­ Tra­gar ya se es­tá ha­ci­en­do difícil y la fatiga, tanto emocional como física está haciéndose cargo de mí. In­ten­to fro­tar­me la bar­ri­ga con la mano, fingiendo un gesto desolador, con la espera de que alguna mujer embarazada, que sea compasiva me patrocine, y así Haymitch pueda mandarnos algo, aunque la idea, en mi mente me parece demasiado incómoda. Más aún después de pensar en la pobre Effie tragándose la historia. Más aún, pensando en lo cerca que estuve de arruinar las cosas con Peeta. Recordar aquello me calienta las mejillas, aunque, de todos modos, podré atribuirlo al calor sofocante.

Sentada cómodamente en el mullido suelo es inevitable fijarme en mi alrededor, pájaros extraños de brillantes plumajes, lagartos de árbol, y algo que parece un cruce entre una rata y una comadreja aferrándose a las ramas y troncos.Dis­pa­ro a uno de es­tos úl­ti­mos pa­ra exa­mi­nar­lo más de cer­ca. Es feísimo.
Un gran roedor con dos dientes de aspecto peligroso. Mi­en­t­ras lo desuello y le qu­ito las vísceras me doy cuenta de algo, importantísimo.
Su hocico está húmedo.
Em­pi­ezo en el árbol dónde le maté, luego comienzo a moverme, buscando insistentemente de aquí a allá. Si la criatura había tomado agua, debería estar cerca. Pero al cabo de un rato, no hay señal alguna.

El Resplandor Del Sinsajo (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora