Incluso cuando todo fue más fácil de asimilar y pude permitirme volver respirar, el miedo no se marchó. Jamás lo haría completamente.
Así es como era mi vida y es como funcionaría siempre. Mi nuevo status como vencedora no cambiaría absolutamente nada.
Toda la casa parecía seguir albergando la presencia del presidente Snow, su hedor a rosas me revolvía el estómago. Cada rincón en el que estuvo estaba impregnado con aquel repugnante aroma dulzón que siempre detestaría.
Rosas.
Todo lo que tuviera relación con él significaría destrucción y muerte, incluso con un camuflaje tan artificialmente hermoso.
Cuando él se fue, mis manos seguían temblando. El sudor frío corriendo por mi espalda no se desvaneció una vez que sus ojos dejaron de mirarme. Sus palabras, tampoco. Cada una de ellas se repetía en mi mente, una y otra vez. El peligro que implicaban, las personas a las que he involucrado por un acto del que no creí vivir para mirar sus consecuencias.
El acto de las bayas fue eso, una simple acción estúpida de rebeldía. No planeaba salvarme, ni siquiera estaba pensando en que Peeta viviera a mi costa. Todo se trató de rabia, y de las inmensas ganas que sentía por hacer pagar al Capitolio el engaño al que nos habían hecho apostar nuestras vidas.
Según el presidente, había tenido más repercusiones de las que pude creer. Sus objetivos eran claros, y yo debía cargar con la mayor parte de ese peso para hacer que se cumplieran. Durante la Gira ese sería el único propósito que debía realizar, de no ser así, no quería imaginarme de que podría ser capaz. No por mí, por supuesto, nunca se trataba de mí, sino de mi familia, de Peeta y... Gale.
Aunque traté de convencer a mi madre de que todo se encontraba bien, las cosas no parecieron haberse calmado. Tuve que inventar una escusa incluso cuando mi mente estaba demasiado atareada para pensar algo racional. Al final, la escueta explicación fue sobre una tonta tradición antes de la gira, una que por supuesto, solo fue una invención de último momento.
Cuando mis manos tomaban el pomo de la puerta, lista para salir y estar con mi familia caí en cuenta de que no estaba sola en la casa, del peligro que su presencia había significado. Minutos atrás, el presidente finalmente se había marchado junto con su escolta, y fue claro que mi familia solicitó explicaciones para lo que acababa de ocurrir. Algo que se confirmó cuando abrí la puerta.
Mamá estaba ahí, ansiosa y asustada. Apenas pensé y las palabras simplemente brotaron de mis labios. Según le dije, el presidente tenía la costumbre de visitar a algunos vencedores antes de que su gira comenzara, deseándoles suerte antes de su viaje, aunque no fuera algo televisado. Tratándose de una ocasión inédita como esta, en la que son dos vencedores en vez de uno solo, le aseguré que requería un esfuerzo como el que él había puesto para venir hasta aquí.
—Deber ser porqué es algo extraoficial— susurró Prim, su voz era inocente, pero su mirada astuta, no creía del todo en mis palabras, pero no las rebatió —. Además, Peeta y Katniss son más populares que muchos otros vencedores. Su gira es especial.
—Sí, así que no puedes decirle a nadie más mamá— le advierto tratando de no sonar demasiado desesperada—. Queda entre los vencedores y sus familias.
—De acuerdo— acepta mi madre mirando a ambas—. No diremos ni una palabra.
Por ahora, es lo único que puedo hacer. Seré la barrera entre la realidad y mi familia. Amortiguaré las mentiras, lidiaré con ellas y conseguiré lo que el presidente ha exigido. Todo, con tal de mantenerlas a salvo.
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La puerta es aporreada varias horas después, justo cuando estoy al borde del colapso nervioso, creyendo que pueden volver por nosotras, que cualquier cavilación bastará para que el presidente decida que estoy mejor muerta.
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El Resplandor Del Sinsajo (En Edición)
FanfictionFic ambientado en el segundo libro de los juegos del hambre: En llamas. ¿Qué hubiera pasado si la enigmática chica en llamas hubiera arreglado las cosas con Peeta antes de la gira de la victoria? ¿Habría descubierto que siente algo más por el chico...