A veces, las cosas parecen dulces.
Solo algunas veces, por supuesto, de las que puedo recordar muy pocas. Cuando sucede, atesorarlas parece imposible.
El amanecer terminó por alcanzarnos luego de horas que me parecieron avanzar con una rapidez inesperada. Incluso cuando la luz del sol, luminosa y cálida llenaba la cocina, ninguno se detuvo a pensar mucho en ello hasta que fue difícil de ignorar.
Pasaba del mediodía cuando la puerta de la casa de Peeta volvió a abrirse.
Por horas preparamos o más bien preparó algunos postres con sabores tan dulces, a los que resistirse fue una tarea imposible. A veces, pareciera que Peeta busca llenar el vacío en mi interior con cualquier cosa.
Con comentarios graciosos, burlas a sí mismo, sonrisas y gestos desinteresados, incluso con comida.
Para este punto, él debe saber que yo soy un desastre cocinando. Por lo que sus comentarios son mínimos respecto a mis pocas habilidades culinarias. Sabe que burlarse de mí nunca ha sido algo que haya tolerado por mucho tiempo, así que no dice nada cuando hago algo mal.
Prefiere sonreír, meneando la cabeza y explicándome con paciencia como se supone que debe hacerse.
Silenciosamente, ambos creamos una cómoda sincronía, moviéndonos por su cocina, delegando actividades sencillas en lo que no puedo terminar quemando su casa, y platicando sobre cosas tontas y banales entre glaseados y harina.
Por ese dulce momento todo se trató del presente, sin cabida para más.
Incluso pude llegar a sonreír luego de una pesadilla como la de esa noche, cuando normalmente toma días. Peeta verdaderamente se esfuerza por hacerme olvidar y, lo consigue. Al menos hasta que pongo un pie fuera de su casa, y toda la realidad me golpea con fuerza.
Mañana, a esta misma hora, las cosas serán diferentes. Mañana, la Gira de la Victoria dará comienzo y la paz que he reunido por semanas, terminará por irse.
Debería estar en casa, pasando tiempo con mi familia, a la que no veré por varios días, mientras me dirijo a cada punto del país en el que mi travesía por sobrevivir ha sido televisada. ¿Es egoísta pensar entonces que preferiría quedarme aquí dónde todo parece mejor?
Supongo que lo es. Así que no protesto cuando Peeta se despide de mí, con la mirada melancólica al comprender lo que está pasando por mi mente.
Un escueto hasta pronto es todo lo que sale de mi boca antes de agradecerle por el tiempo, y darme la vuelta de regreso a casa. Al entrar encuentro a Prim y a mamá listas para comer, poniendo la mesa y sirviendo la comida.
La tranquilidad al verme me trasmite que sabían a dónde me encontraba.
—Katniss, lo siento, pensé que te quedarías a merendar con Peeta, no había puesto un plato para ti—se disculpa mi hermana antes de ir por uno a la alacena y servirme.
Como eventualmente es, tratándose de Prim, ha buscado cualquier manera de distraerme, y comportarse el doble de encantadora.
—Quise venir aquí y estar con ustedes—digo y no miento. Pasar tiempo con mi hermana, sabiéndola a salvo es todo lo que siempre busqué.
Ella asiente, mientras mamá sirve una ración de comida en nuestros platos. Aunque silencioso, nuestro momento juntas está lleno de significado. Por ahora es la última vez que compartiremos la mesa, antes de que todo se vuelva un infierno.
La comida transcurre en silencio y aunque trato de poner atención a lo que dicen, no puedo hacerlo. Todo siempre me lleva de regreso a lo mismo. ¿Cómo será mi gira? ¿Qué es lo que debo esperar?
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El Resplandor Del Sinsajo (En Edición)
FanfictionFic ambientado en el segundo libro de los juegos del hambre: En llamas. ¿Qué hubiera pasado si la enigmática chica en llamas hubiera arreglado las cosas con Peeta antes de la gira de la victoria? ¿Habría descubierto que siente algo más por el chico...