Capítulo 12

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Gale nunca entendería el porqué he intentado hacer todo para convencerlo. Él nunca vería las cosas de la misma forma, sus prioridades, pese a tener una familia que proteger, siempre serían superiores con tal de derrotar aquello que más odia: El Capitolio.

El sentimiento que me acompañaba de vuelta a la Aldea era difícil de describir. Había sido una tonta al decirle lo que estaba sucediendo en los distritos, ambos habíamos actuado erróneamente, lo tenía claro.

Pero mi único propósito, era abandonar el distrito lo más pronto posible, haría lo que fuese para mantener a Prim a salvo. No podría definir que que sucedería a partir de ahora, con Gale fuera de mis planes, pese a haber intentado incluirlo desesperadamente. De un momento a otro las cosas parecieron salirse de control. ¿Qué podía hacer ahora?

Gale sólo quería quedarse a "luchar" y yo debía proteger a mi familia. No era algo que pudiera discutir, nunca quise esto, no era mi lucha, y sin embargo, desde el inicio estuve involucrada.

Incluso desde que era una niña, siempre he estado inmersa en los actos del Capitolio, resignada a no poder hacer más que acatar y seguir con las condiciones de vida que habían predispuesto para nosotros y aunque las cosas no eran iguales, a pesar de haber sobrevivido a los juegos, la miseria y el hambre, seguía dentro. ¿Por qué no podía vivir una vida tranquila?
¿Por qué no nací en el Capitolio? De haber sido así, mi mayor problema no sería otro que banalidades, y no el estar muriendo de hambre a diario.

Ellos siempre tenían las cosas más fáciles, mientras todos nosotros, sin duda la mayoría, estaba destinado a doblegarse, agachar la cabeza y esperar tener un poco de sus migajas.

De alguna manera, entendía la rabia de Gale, pero no podía permitirme actuar como él querría. Siempre esperaría más de mí, sin importar cuánto hiciera, siempre desearía más, y yo no podría dárselo. No cuando mis prioridades eran otras.

Al adentrarme en la Aldea, tan vacía y lúgubre como siempre, pude verlo. La diferencia abismal entre uno y otro resultaba abrumadora. Peeta caminaba hacia la entrada de la Aldea, del extremo opuesto del que yo venía, lo que hacía que inevitablemente terminaríamos encontrándonos.

-Hey- saludó, acercándose con pasos rápidos- ¿Cómo estás, Katniss?

Ahora sentía que le conocía de lo que me parecía una vida, extremadamente corta. Nuestra nueva vida. Durante la gira de la victoria, e incluso desde antes, podía decir que entre ambos había comenzado a forjarse una estrecha relación de comprensión, con todo lo respectivo a los juegos y nuestras nuevas vidas de vencedores.

Si Gale no vendría, si mis posibilidades de convencerlos eran nulas, no estaba dispuesta a sacrificarme perder a Peeta también. El problema, era saber si él estaría dispuesto a seguirme.

-¿Puedo hablar contigo?- pregunté, sin dejarme intimidar por mis pensamientos. Necesitaba conocer su respuesta.

-Claro. ¿Qué pasa?

Peeta me miro fijamente, dándome toda su atención. Parecía genuinamente interesado al notar mi inquietud.

-Yo...podemos caminar ¿Quieres? ¿Ibas hacia la ciudad?

-Voy a cenar con mi familia- contestó, avanzando tentativamente cuando yo lo hice. Hombro con hombro.

Aunque sabía bien que no me presionaría, no sabía bien que le diría y los minutos comenzaban a pasar.
¿Y qué si también me dejaba sola? El sólo pensarlo me daba pánico, en este momento lo que necesitaba era su apoyo incondicional. Saber que tanto como yo lo creía, según el amor que decía profesarme, estaría dispuesto a seguirme, a continuar a mi lado si era necesario por peligroso que resultase. Necesitaba saber que él me quería de verdad, que la calidez que sus sentimientos parecían trasmitir no iba a quebrarse ante el mínimo problema.
Si eso me era arrebatado, no entendería de dónde me podría sostener sin derrumbarme ante el peso que se acumulaba sobre mis hombros.

El Resplandor Del Sinsajo (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora