Capítulo 3

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Se mantuvieron en silencio por un momento en la cabina trasera del auto. La joven quiso tener privacidad, por lo cual accionó el botón que le permitía cerrar la ventanilla que daba de la cabina del conductor a la de pasajeros.

—Voy a extrañarte, Juri. —dijo el pelirrojo observándola con detalle. Su semblante parecía tan tranquilo, hasta que la notó bien y se percató de una lágrima que bajaba por su mejilla, la cual limpió con su dedo índice.

—También yo, extrañaré que me regañes por todo. —comentó la chica tratando de disimular que había llorado. Shiki la tomó en sus brazos, colocando su cabeza contra su pecho y la abrazó por al menos dos minutos.

El silencio se vio interrumpido por el masculino.

—Debo decirte algo, Juri. —comentó el pelirrojo.

—¿Qué pasa, Shiki? —preguntó la chica alejándose un poco sin ser brusca.

—Verás, esto que te diré solo lo sabrás tú, nadie más lo sabe. —dijo y la chica asintió. —Cuando empezaste a cambiar de ser una niña y te empezaste a parecer a tu madre, no he podido dejar de pensar en ti. Quiero cuidarte, protegerte de todos... amarte. —agregó causando que la chica lo viera con sorpresa. 

—No es correcto, Shiki, lo sabes. —le dijo a aquel hombre mientras agachaba la mirada.

—Sé perfectamente que no lo es, pero debe ser por ello que es tan interesante. Además, me casé con tu madre cuando ella tenía tu edad, y yo tenía la de tu hermano. No es realmente mucha la diferencia entre nosotros. —dijo un tanto esperanzado para causar que ella levantara nuevamente su mirada para fijarla en la suyo.

—¿Sabes qué diría mi padre si supiera eso? —preguntó ella manteniendo una mirada preocupada.

—No diría nada y me mataría. —comentó él.

—No, estaría feliz. Varias veces me ha dicho que quiere que yo me case contigo, pero yo no estoy hecha para estar así con alguien. —rápidamente se separó de él y fijó su mirada en la ventanilla. Ya empezaba a desconocer todo aquello que la rodeaba, en especial el edificio lejano que sabía que sería su hogar por vario rato.

—¿Qué? Nunca me dijo nada. —dijo el hombre sorprendido.

—¿Cómo iba a pedirte que te casaras con su hija? Me lo dijo por si en dado caso yo llegaba a querer casarme alguna vez, pero te repito que no estoy hecha para casarme con alguien. —replicó con un tono fuerte, en especial lo último. —Pero si debo admitir que te veo de la misma manera. Pero hay tanto que me hace pensarte como alguien prohibido. —agregó ella, negando con la cabeza y nuevamente agachando la mirada.

El pelirrojo puso sus dedos de forma delicada en el mentón de la chica y lo levantó.

—¿Qué me hace estar prohibido? —preguntó con curiosidad.

—Como si no lo supieras. —respondió la fémina y bufó. —En primer lugar, eres el tío de mi hermano. En segundo lugar, eres el amigo de mi padre. En tercer lugar, eres quien me cuidaba de niña y por último, enviudaste de mi madre. Sería bizarro compartir esposo con la mujer que me dio a luz. —sentenció ella para hacer que él soltara de forma un tanto brusca su mentón. 

Ambos se acomodaron dejando casi un abismo entre ellos. No hablaron, ella porque sabía que él se había molestado y él porque detestó la realidad; amaba a la hija de la mujer a la que desposó cuando ambos eran jóvenes.

Si se había casado con la mujer más hermosa del clan Ichijô, fue porque sus acciones lo llevaron a hacerlo. Ella estaba embarazada, pero tres meses después de la boda, lo suficiente para que el líder del clan Shiki le tomara afecto, ella perdió al bebé. No quiso terminar su matrimonio a pesar de saber que ella estaba en una aventura con el mayor de los Kuran, lo cual dio producto al embarazo del cual nació Juri. 

Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora