Capítulo 34

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Nuevamente el miedo se apoderaba de Irina, él de nuevo la lastimó. Sus mañanas eran grises por más que el sol brillara con intensidad. Se levantaba y merodeaba por donde pudiera para intentar despejar la mente. Al regresar, tenía que fingir que todo iba bien, todo para no lastimar a nadie, para que nadie se preocupara. 

No había hablado con su esposo desde la segunda noche ahí, pero no se sentía mal por ello, aquellos besos se le proyectaban cada minuto del día. Lo había visto un par de veces pero solamente habían compartido sonrisas. Rido lo había notado y vaya que estaba furioso. 

Se encontraba una tarde cerca de la entrada del dormitorio de la luna con Ichiru y Rido en el cuerpo de su hijo, Zero estaba casi enfrente de ellos. 

—Tu hijo debería quitar esa mirada de nosotros. —dijo Rido mientras acariciaba la mejilla de la castaña. Su tacto ya no era el mismo, no solo porque estaba en el cuerpo de su hijo, sino que se volvió tan distinto, ella ya no lo reconocía, no era aquel del que se enamoró. 

Sin ser brusca, aparto suavemente la mano que acariciaba su mejilla. 

—Por favor, basta. No quiero formar parte de esto. —dijo mientras se empezaba a alejar para caminar hacia su hijo. 

—No creo que sea prudente... —comentó Ichiru tratando de detenerla. Ella no hizo caso y el otro no protestó, solo se dignó a observar como ella se moría por dentro al hablarle al muchacho. 

—Zero... —dijo ella al estar frente a frente con él. Desde que llegó, habían hablado una sola vez y fue cuando él se sentía mal. Luego se enteró que él había bebido de Kaname el otro día. Ella sabía que no tardaría mucho en perder de nuevo la cordura. 

—Irina... —respondió el joven mientras la veía fijamente a los ojos. Sus nombres fueron las únicas palabras que pronunciaron. 

Luego de un par de segundos, la castaña tomó la mano de su hijo mientras en ella depositaba un collar de plata, el dije tenía una rosa negra con puntos rojos. 

Mediante la misma manera en la que antes se comunicó con Senri Shiki, empezó a hablarle a su hijo. 

—Quiero que lo tengas, quiero que sin importar lo que pase conmigo, no mires hacia atrás. Si muero, quiero que sepas que lo haré para mantenerlos a todos a salvo... —dijo ella. 

—¿De qué hablas? —preguntó de la misma manera el chico. 

—Estos días no han sido muy buenos. No sé con certeza si viviré o no. —respondió. 

—Voy a cuidarte siempre, ¿entiendes eso, mamá? —dijo el chico ya con su voz. Ella no pudo evitar conmoverse y lo abrazó. 

—Te prometo que voy a sobrevivir. No sabes lo duro que es vivir con él. —comentó. 

—No quiero imaginarlo, pero todo va a estar bien, eso te lo prometo yo. Yo mismo voy a acabar con él. —agregó el chico. La mujer no pudo evitar dar un beso en la mejilla de su hijo. 

—Mi señora, debemos irnos. —se escuchó la voz del gemelo de Zero detrás de la castaña. Ella volteó y asintió, de nuevo regresó la mirada a Zero. 

—Nos vemos, ¿sí? —dijo con una sonrisa y se acercó a Ichiru, mientras juntos caminaban de vuelta al líder. 

—Sí... —susurró el de cabellos grises y caminó hacia la oficina de Kaien Cross. 

No tardó mucho en llegar ya que de caminar pasó a trotar y luego a correr. Llegó un tanto agitado pero no le importó. Llamó a la puerta repetidas veces y Kaien le admitió el paso.

—¿Qué te trae así por aquí, Zero? —preguntó Kaien mientras servía un poco de té en una taza y se la tendía a Zero, él no quiso ser grosero y la aceptó.

—Irina... Ella me dio esto. —dijo Zero tendiendo aquello que Irina le había entregado hacia Kaien.

El rubio supo lo que significaba. Esa misma noche empezaría lo peor que podría haber ocurrido para la Academia Cross, para Irina, para él, para los vampiros con quienes había negociado la paz y para el mundo, si era necesario.

Kaien tomó aquello entre sus manos y suspiró. 

—Gracias, Zero. —dijo el de las gafas mientras intentaba sonreír. —Sabes lo que significa, ¿no es así? —preguntó al chico y él asintió.

—Todo está a punto de comenzar y nosotros no podemos hacer nada más que proteger a los inocentes y los débiles, sí. —dijo mientras miraba a su padre adoptivo.

—Necesito que vayas a informarle a la Clase Nocturna. ¿Puedes hacer eso por mí? —pidió Kaien y luego de pensarlo lo suficiente, Zero aceptó.

Salió de la oficina y caminó al Dormitorio de la Luna, para su fortuna, antes de llegar al lugar, se encontró a Hanabusa Aido y Akatsuki Kain.

—Ya es hora. —dijo el de cabellos grises a ambos chicos y ellos asintieron. —Tengan cuidado. —dijo de forma un tanto fría y se alejó de ellos para volver a la oficina del director Cross.

Mientras caminaba hacia el edificio principal, sus pensamientos le llevaron la imagen de aquella noche en la que su hermano Ichiru se fue con Shizuka, la misma noche que ella asesinó a sus padres y lo mordió a él, empezando un lento martirio para Zero. Fue terrible, nadie podía siquiera imaginar el odio que Zero le tenía a su mismísimo hermano gemelo. 

Lo traicionó a él y junto con él a sus padres.

Pero ahora ellos ya no estaban.

Despejó su mente luego de respirar profundamente y volvió a la oficina, no se molestó en llamar a la puerta, ya que Kaien Cross la mantuvo abierta.

De un momento a otro Kaien pudo ver como Zero empezaba a quejarse de un fuerte dolor en el cuello y justo en ese momento, Toga entró a la oficina.

La hora había llegado para Zero también.

La locura del nivel E había empezado en Zero como lo había hecho en Irina tantos años atrás. No quisieron hacerlo, pero sabían que debían encadenarlo. 

Antes de que la peor de sus locuras empezara, ambos hombres lo tomaron y lo llevaron a uno de los sótanos debajo del Dormitorio del Sol, donde la Clase Diurna dormía. A Kaien y a Toga les recordó como aquella vez tuvieron que encadenar a Irina para evitar que asesinara a uno de los dos, o peor, a ambos. Zero no iba a resistir más intentando vivir con normalidad. 

Si tan solo Irina hubiese estado ahí, tal vez Zero hubiese estado más tranquilo y ella pudiese haberlo ayudado.

Kaname no llegó como Kaien o Toga lo hubiesen esperado, pero los tres supieron perfectamente el motivo de la ausencia del sangre pura.

Kaname estaba convirtiendo a Yuki en lo que ella verdaderamente era; una vampiresa de sangre pura, su hermana y a la vez, su prometida. Yuki estaba en la mira de Rido y por ello debía ser transformada a lo que verdaderamente era, una vampiresa de la familia Kuran.

Zero se alarmó al sentir la esencia de la sangre de Yuki por todo el lugar. Se maldijo por no poder estar ahí para detener a Kaname. Si había algo que Zero odiaba era que Yuki jamás llegase a saber cómo se sentía él por ella. Ella significaba demasiado para él, aunque no se lo dijera nunca, aunque jamás hubiese hecho algo que lo demostrara. Si la perdía, sentía que lo perdía todo.

Kaien y Toga salieron de aquel lugar dejando a Zero siendo consumido por sus propios pensamientos y el dolor que la locura le estaba dando. La Bloody Rose estaba frente a él, pero él no podía alcanzarla.

Se iba a perder en sus peores pensamientos, ser consumido por el dolor que nunca se imaginó y que estuvo evitando por demasiado tiempo. Pensó que no iba a poder salir vivo de eso. Su fortaleza era Yuki y en ese momento, ella estaba al lado de alguien más, aceptando el destino le deparó desde que nació.


Lazos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora