Capítulo 26

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—Beatriz, hija ¡ya levántate!— se escucha seguido de sus nudillos golpeando la puerta.

Tomo asiento cubriendo mi cuerpo desnudo con las sábanas y miro el reloj despertador.

Seis en punto.

—¿Hija?— grita cada vez más desesperada mi madre— ¿Estas bien? Si no respondes voy a entrar a la fuerza.

¡No! Definitivamente no es un buen momento para que mi madre irrumpa mi privacidad.

—¿Que pasa, amor?— refunfuña Terry con el rostro sobre la almohada y la boca abierta que deja caer un pequeño charco de saliva.

Que tierno, me dijo amor. ¡Concéntrate Beatriz!

—¡Hija, abre la puerta ahora!— ordena cada vez más enojada.

Terry pega un brinco por el grito y me mira confundido.

Poso mi dedo anular sobre sus labios y sonrío.

—Yo me encargo—susurro— estoy bien ma, ¿porque tan temprano?—grito.

—Al señor Sarmiento se le complicaron algunos negocios. Vamos a regresar un poco más temprano, hazme el favor de levantar a Teodoro ¿si?— responde.

Ambos intercambiamos miradas una más confusa que la otra.

—Si, si, si. Claro. Gracias mami— digo y le dedico una sonrisa así no pueda verme.

¡Demonios! Justo cuando estaba empezando a disfrutar este viajecito.

El rostro de Terry parece molesto.

¿Lo abre hecho mal a noche?

—No.—dice rápidamente— No pienses eso. Solo... Yo me entiendo, tiene que ver con... Mi... Padre.

Frunzo el ceño y luego asiento no del todo convencida.

¿Porque le cuesta decirle papá?

—Lástima que tenemos que irnos— dice mientras se pone de pie y comienza a vestirse.

¿Soy la única que sigue pensando en lo sucedido anoche?

—Justo cuando todo parecía estar mejor que nunca— respondo acurrucándome de nuevo en la cama.

—No. Ni pienses que volveré a levantarte— dice entre risas y comienza a hacerme cosquillas en el estomago.

Río.

—¡Ya! Me levantaré.

Me mira con los ojos entrecerrados y los labios tensos.

—Lo prometo.

—Te creo— besa mis labios, se da media vuelta y se mete en el cuarto de baño.

Salgo de la cama mientras continúo hablando con mi rarito a distancia.

Me visto y guardo mis cosas lo más rápido que puedo.

—Amor—digo.

Aún no me acostumbro. Justo cuando comenzaba a acostumbrarme a que pudiera leer lo que pienso.

100 maneras de detener el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora