Capítulo 38

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—Te extrañaré, digo... Ahora que te vas, todo será más aburrido— rasca su nuca y sonríe a medias evitando completamente el contacto visual.

—Pero... No tendrás que ver mi cama vacía, tu no te quedaras aquí, ¿ o si?

Sebastián niega aún si chocar su mirada con la mía.

—Tengo trabajo por hacer, pero de todos modos sentiré tu ausencia.

Jala del cierre del maletín que prepara para mí y levanta el dedo gordo.

Podría acostumbrarme a estar con él. Y, aunque suene muy estúpido estar en este hospital que le pondría los pelos de punta a cualquiera ha sido una bendición para mí. Me refiero a que... No ver a mis padres, no ver a Giovanni, estar con Sebastián, muy alejada de todo el ambiente competitivo de la escuela y sus malditos chismes y lo mejor de todo, lo veo todos los días. Hablo de Terry, es obvio. Es como si no necesitara pensar en que lo amo, es solo algo que está clavado en mi corazón y a veces siento que no pienso en él todo el tiempo, que por fin lo superé y luego me detengo a pensar en los momentos en que no estuvo en mi mente y me doy cuenta de que inconscientemente siempre estuvo ahí, aunque yo no lo quiera así. A veces siento que él llego a mí para torturar mi mente, se que es capaz de eso y de mucho más.

—¿Bea? ¡Beatriz!— grita el ojiverde desde la puerta—, no tenemos todo el día, debemos salir ahora que el sol todavía se oculta.

¿En que momento llego? Parece tener la habilidad para estar en el momento indicado en el momento indicado. Suerte que no puede leer mi mente, es un alivio.

Cojo mi maletín, beso en la mejilla a Sebas y camino junto a Terry hasta un auto negro parqueado en el lugar más lejano de la playa de estacionamiento.

Jalo de la manija del auto pero no puedo abrirla ya que aún esta asegurado.

—Antes de que subas quiero que sepas algo— dice el— no quiero que hables de tonterías en todo el camino ¿si? Con tonterías también incluyo al bebe que llevas en tu vientre. Se que quieres hablar sobre eso, y créeme que si hay alguien preocupado soy yo. Solo... No digas nada ¿de acuerdo?

—Bien— digo entre dientes.

—Genial.

Aprieta un botón en el control del auto y sube en el asiento de piloto. Abro la puerta y entro intentando no colapsarme debido al temblido inevitable de mis piernas.

Introduce la llave en el auto, hace algunas maniobras con las manos y lo pone a andar.

Miro por las polarizadas ventanas mientras disfruto mi libertad de pensamiento. Recuerdo que, cuando pequeña soñaba estar en el auto de mi novio con el aire batiendo mi cabellera, música a todo volumen y un sonrisa enrome en mi rostro. Se podría decir que esto es algo parecido... Salvo que él no es mi novio, si no el futuro padre del hijo que no pienso abortar, el bajo volumen casi no me deja escuchar la música y no hay ninguna sonrisa en mi rostro.

Me impresiona la manera en la que se siente cómodo en el silencio. Como si ya estuviera harto de escuchar, como si nada pudiera impresionarlo. Supongo que eso debe ser tener ese don, debe ser muy molesto tener que esperar que la gente diga las cosas cuando ya lo sabes porque lo lees en su mente, debe ser una total perdida de tiempo. Tal vez, es por eso que su madre creo las maneras de detener el tiempo, o tal vez estoy disparando mi imaginación a puntos que no existen.

Poco a poco la carretera se va volviendo pueblo y ni una sola palabra ha salido de mi boca, ni de la suya. Él suelta un par de suspiros cada cierto tiempo y yo finjo no escucharlos. Se que él también tiene miedo, aunque no quiera demostrarlo jamás.

100 maneras de detener el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora