Capítulo 41

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Mis ojos se abren muy lentamente.

¿Donde estoy?
¿Que demonios sucedió?

Tras parpadear una decena de veces logro reconocer el lugar en el que me encuentro: es la famosa azotea.

¿La manera de detener el tiempo numero cuatro? Si, esa misma.

Su respiración en mi nuca me hace saltar de un brinco provocando que mi corazón lata a mil por segundo y mi aun no cicatrizada herida me haga retorcer del dolor.

— Pensé que jamás despertarías— dice el ojiverde tomando asiento a mi costado y poniendo un cigarrillo en el borde de sus carnosos labios.

Me siento más segura ahora que lo siento conmigo.

—¿Que paso? ¿Como llegamos aquí? ¿Como salimos de ese horrendo lugar?— pregunto casi de inmediato.

El castaño me mira de reojo mientras prende su cigarrillo y tras darle una larga pitada responde.

—Tranquila Barbie, hoy será el día que tanto esperaste— afirma seguro y al parecer nada preocupado.

—¿Que demonios tiene que v...

Tapa mis labios con uno de sus dedos olorosos por el tabaco impidiendo que termine mi pregunta.

—Hoy te lo diré todo.

Bueno... creo que ya era hora ¿no?

Vuelve a darle una larga pitada a su cigarrillo.

Se ve perfecto, mirarlo me hace olvidar todas las maldiciones que me han atormentado los últimos días. Simplemente, se ve perfecto.

Entrelaza su mano con la mía como si supiera perfectamente lo que pienso, a pesar de que se que su poder ya no funciona en mí.

—Comencemos con lo sucedido ayer, ¿te parece?— pregunta balbuceado ya que el cigarro entre sus dientes no deja que se entienda a la perfección lo que trata de comunicarme.

Solo asiento y suspiro.

Esta será una larga tarde, una muy larga tarde.

—Lo maté— dice con la voz entrecortada—, pero creo que eso lo recuerdas bien.

Asiento una vez más.

—El iba a matarte, tenía que hacerlo...— hace una pequeña pausa—, temo que ninguna excusa me hace menos animal de lo que soy.

Aprieto su mano y lo miro negando rotundamente con la cabeza.

—Tu no eres eso. No te culpes, por favor. No podría soportarlo— digo mientras muevo mi cabeza de un lado a otro horizontalmente.

Es todo mi culpa. La he cagado, lo he cagado.

—Bueno...— dice dandole una pitada más—, tras esa sangrienta escena te desmayaste. Estabas completamente llena de sangre, la imagen no para de pasar por mi mente... es horrible.

Toco mi estomago y emito un leve quejido.

—No lo toques— ordena— No soy un especialista, tal vez puedan desatarse los puntos.

Un momento, ¿Terry me ha cocido? ¿El mismo Terry que tengo frente mío?

—No podía llevarte a un hospital, hubiera sido un suicidio... improvisé—dice y luego añade— de todos modos no es la primera vez que lo hago... pierde cuidado estarás bien.

Es espeluznante como no hemos chocado miradas aún. El solo habla y habla mirando a un punto fijo en el horizonte, dandole infinitas pitadas a su cancerígeno cigarro.

100 maneras de detener el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora