Capítulo 40 (segunda parte)

80 5 4
                                    



—¡Te dije que te calles perra!

Tira del gatillo.

—Maldita sea, no hay balas.

Suspiro profundamente.

Bueno, ahora se que es capaz de matarme, y también que su arma no tiene balas.

Miro mi celular con mucha cautela sin que el lo note y mis ojos se llenan de lagrimas al darme cuenta que al no contar con señal la llamada se ha cortado.

Esto no puede estar pasándome.

Lagrima tras lagrima mi desesperación no cesa.

—No llores más, no quiero oírte.

Intento retenerlas de nuevo para no enfadarlo pero es casi imposible.

—¿Porque me haces esto?— reprocho levemente.

Giovanni me mira de reojo y una risita se le escapa.

—¿Que porque te hago esto?

Asiento.

—Muy graciosa— dice y se ríe, esta vez más escandalosamente.

—No bromeo, yo no te he lastimado, no he lastimado a nadie.

Vuelve a reír.

—¿Ah no?— pregunta.

Niego.

—Te equivocas, muñeca. No seré malo y te daré una mano— dice—, a mí, me engañaste. Me dijiste que eras virgen, hasta hiciste todo tu show de la niña buena de papá cuando en realidad estabas bien embarazadota del maldito imbécil de Teodoro Clever.

¿Teodoro Clever?

—Teodoro Sarmiento— se corrige.

El mismo lo sabe: la ha cagado. La ha cagado de una manera impresionante. Yo no soy ninguna idiota, y se que hay algo aca que no encaja.

A partir de ese momento el camino se volvió sumamente tranquilo. Solo la música parecía tener la llave para hablar.

Un par de siestas mas tarde la palabra que más me asusta en este momento sonó.

—Llegamos.

Mis ojos se abren lentamente y de mi boca se escapa un corto bostezo.

—No me harán daño ¿verdad?— pregunto intentando aplazar lo más que pueda la llegada al misterioso lugar.

Giovanni ignora mi pregunta y se baja del auto.

—Solo bájate ya.

Bajo intentado hacer el mayor tiempo posible.

Vamos Bea, tu puedes, eres fuerte.

Doy dos pasos adelante respiro. Abro mis ojos plenamente y analizo el panorama. No hay ni una sola mosca volando, se trata de un enorme desierto lleno de plantas muertas.

Ha llegado mi fin.

—Espera, espera, espera— grita Giovanni que se ha quedado un poco detrás.

—¿Que sucede? Acá no hay nada.

—Primero debo vendarte.

100 maneras de detener el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora