Capítulo 33

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Cuatro y media de la mañana y mis ojos ya están abiertos.

Sentir que me espera algo desconocido es una sensación nueva para mí. Normalmente, mi calculadora madre ya me espera con el futuro resuelto y una enorme y radiante sonrisa de oreja a oreja.

Esta vez es diferente, y si que lo es.

Froto mis ojos con las yemas de mis dedos mientras con la otra mano intento desenredar mi rubio cabello que definitivamente no esta pasando por un buen día.

A las cinco por fin me animo a salir de la cama y comenzar a alistar las cosas que deseo llevar conmigo en este misterioso "viaje". Se me dificulta mucho el hecho de escoger la ropa. Y no, no por ser una diva de la moda, a parte de eso es muy difícil escoger la ropa adecuada para un clima del cual no tienes ni la más mínima idea.

Seis en punto.

Espero sentada en mi cama, con a mi costado una maleta repleta de cosas y un quilo de tensión sobre mi espalda.

—¡Barbie!— se escucha desde la terraza de mi casa.

Oh, debería gritar un poco más fuerte así en Australia también lo escuchan... Si, lo se, ese chiste dejo de tener gracia como la quinta vez que lo dije.

Asomo la cabeza por la ventana con un dedo sobre mis labios indicando silencio.

—Vamos, ¡baja!— ordena él haciendo mil expresiones faciales en una.

Examino mi cuarto una vez más. Se ve tan vacío, no por las cosas, ellas siguen ahí. Es como si faltara mi presencia aunque aún sigo aquí.

Niego con la cabeza un par de veces y me concentro en no romperme un hueso al tirarme por la ventana.

—Quiero que sepas que esto es lo más loco que he hecho en mi vida— digo justo después de aterrizar en el suelo.

Verdaderamente lo es. Esta justo después de cuando le pegue un chicle en el cabello a Scarlett... Solo bromeo... O no.

—Se nota que no me conoces— dice Terry entre risillas, que probablemente fueron provocadas por mis estúpidos pensamientos.

Caminamos por unos minutos, pasamos de pasto a cemento y esto ya parece ser un lugar totalmente desconocido.

—Solo espero que mis padres no me estrangulen cuando regrese...— digo de pronto y con esto rompo el incomodo silencio.

—¿Quien dice que regresarás?

Mis ojos se abren como platos y mis pasos se vuelven diminutos cuando el miedo se apodera de mí.

Se gira una vez más y sonríe.

—Era un chiste, tranquila— dice y cuando parece que por fin logro respirar normal guiña el ojo retóricamente.

Juro que si no lo amara tanto lo odiaría.

Solo veo su fuerte espalda delante mío avanzando paso por paso a velocidad intermedia. No se a donde vamos, si iremos solos, acompañados o tan siquiera si regresare con vida. Camino detrás de un chico, un chico muy extraño del cual no se casi nada, puede leer mi mente y dice que no le agrado.

¿Loco?

Si, bastante.

—Ven— ordena—, debemos subir a este taxi, nos llevará a la estación.

¿Estación? ¿Estación de... Trenes? ¿De autobuses...? ¿O es un chico muy extraño que a parte de ser jodidamente sexy le llama estación a los aeropuertos?

100 maneras de detener el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora