Capítulo 34

86 5 2
                                    



Al abrirse mis ojos lo primero que intento hacer es localizar a mi raro y sexy compañero de viaje.

¡Bingo!

Se encuentra sentado en el sofá cama de el espacioso cuarto de hotel con sus ojos hipnotizados en el televisor pantalla plana que tiene a unos metros.

Examino toda la habitación en menos de dos segundos y me detengo a pensar.

Podría jurar que ayer en la noche no se veía así.

—¿Ah?— pregunta Terry.

Me pregunto como es que siempre sabe cuando estoy intentado ocultarme de él... Espera, si lo se.

—Veo el cuarto de hotel algo... Diferente... O... Siento que hay algo distinto... Es... Todo.

—No lo está, derrepente lo ves diferente porque para buscar tu ropa de dormir, ayer, tiraste toda tu ropa al suelo.

Miro más allá del borde de mi cama y noto que el chico esta en lo correcto; es un desastre total.

—Lo ordenaré, lo juro.

—No te lo pedí, se que lo harás.

¿Como es que lo sabe todo?

—Soy un pensador Bea, aparte no es necesario serlo para saber tus movimientos: Eres monótona, calculadora y perfeccionista, justo las tres características que más detesto.

Lo barro con la mirada de arriba a abajo.

¡Que grosero!

Aplaude mientras ríe y sus ojos se achinan.

—Que curioso, podrías ser la persona que más odio en el mundo, pero sin embargo estas en el mismo cuarto de hotel que yo, echada en una cama y yo aquí sentado en bóxers como si no estuvieras— suspira pero su risa no cesa.

Habla como si nunca nos hubiéramos amado, como si nos hubiéramos conocido hace un par de días... Eso es lo que más duele.

De repente, cuando menos lo noto, todo se torna en un fastidioso silencio. Él continúa viendo tele y yo continúo pensando en el tiempo que me tardará levantar toda esa ropa del suelo.

—¿Donde estamos?— pregunto convencida de conseguir una respuesta esta vez.

Él voltea con las cejas fruncidas y una expresión que jamás pensé ver en su rostro.

—No quiero preguntas, estamos a salvo y eso debe bastarte.

—¿Y que hay de mi familia?, Por si acaso tengo amigos, y también un nov...— me detengo de inmediato al notarlo: ya no tengo más un novio, ya no más rubio descerebrado.

—Los volverás a ver, solo tranquilízate, no hagas preguntas y confía en mí.

—¿Y porque debería creerte?

—Si fuera el malo ya te hubiera hecho daño, créeme, estoy de tu lado.

—A ti no te agrada mi padre, de hecho no te agrado yo tampoco.

100 maneras de detener el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora