Cap. 20: Nací listo...

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(LUCA)

Llevaba horas despierto viendo el techo sin poder pegar el ojo en toda la noche, estaba bastante nervioso por lo que iba a hacer, arriesgar mi vida para salvar a Leonardo, no es que me asustara hacerlo pero sabía perfectamente que a él no le gustaría ser encontrado antes de tiempo, lo conocía de años y podría asegurar que aprovecharía su estancia en cualquier laboratorio para su beneficio, luego estaba Maite "la prometida" quien se culpaba por lo que sucedió a Leo, pobre chica parecía que se volvería loca si seguía sin saber nada.

Miré el reloj y aun eran las cinco y media de la madrugada. ese sería uno de esos días en que el tiempo parecía no avanzar, salí de la cama y me puse mis tenis, si salía a correr tal vez entonces se me irían más rápido las horas que faltaban para que el viejo nos llevara a Reiko y... ¡Reiko! me olvide por completo de ella.

Baje las escaleras silenciosamente y casi me llevo un susto de muerte cuando la encontré despierta, ella no me vio porque estaba de espaldas tratando de descifrar cómo funcionaba la estufa, la verdad tenia maña pero me resultaba divertido como es que ella intentaba encenderla, de verdad que esa chica solo era normal de apariencias, su manera de razonar era algo singular.

Después de unos minutos saco un encendedor, eso fue raro, y logro hacer que la estufa prendiera.

— ¿Porque llevas un encendedor?— pregunte recargándome en el marco de la puerta.

—Es porque no se sabe cuándo necesitaras fuego, especialmente si estoy en medio de uno de mis experimentos— me respondió sin voltear.

Sabía que era extraña pero era una buena chica que no incendiaria la casa de su amigo, cruce la cocina hasta llegar donde estaba y pregunte — ¿qué harás?—

— quiero algo de té, veras es que no he podido dormir casi nada— respondió 

—Somos dos— dibuje una sonrisa solidaria y la mande a sentarse a l comedor mientras me encargaba del té.

lo cierto es que mi hermano mayor ,Daniel, es un estilista experto, Gabriel es excelente tejiendo y yo un buen cocinero, mamá nos enseñó, ella quería hijas y como nunca las tuvo nos enseñó a nosotros, a mi padre casi le daba un infarto cuando se dio cuenta pero ya se le paso. Saque unas galletas que había horneado antes de que Reiko apareciera de sorpresa en mi puerta y se las serví con él te.

al parecer ya no estaba hecha un desastre como la noche anterior ahora traía el cabello peinado y uno de esos vestidos que usan las mujeres delicadas como ella y si me fijaba en sus pies seguro encontraría zapatos de tacón, siempre era así, como si fuera una regla para ella tener una imagen pulcra y refinada.

Me senté con ella a tomar té mientras la observaba tomar las galletas con tanta delicadeza que hasta me desesperaba, parecía que ese era otro protocolo que tenía que seguir, comer despacio y con calma, seguro no tuvo una infancia divertida, pobre niña, papa decía lo mismo de los niños que tenía que cuidar, antes fue guardaespaldas de Reiko y al parecer su familia tiene más reglas que cualquiera.

Una idea paso por mi brillante mente — Reiko hoy me toca pasear a pirata ¿quieres ir?— pirata era el perro de la casa, no era un perro de raza pero mi familia lo amaba desde que lo rescatamos de ser atropellado hacia unos años atrás.

— si...no... Bueno si pero tengo que quitarme mis zapatillas y ponerme algo más cómodo— dijo y se fue, lo sabía traía tacones.

llego rápido con algo de curiosidad viendo a pirata quizás debía decirle que era inofensivo pero no fue necesario ella lo acaricio como si fuera la cosa más bella del universo, está bien que el animal estaba bien cuidado pero no era tan bonito, de hecho siempre decíamos que era algo feo pero ella al parecer no tenía que enterarse.

La princesa de Hielo (Evitando la catástrofe: parte I ) [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora