Capítulo VI

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Terry tuvo que respirar tarde o temprano, ya que George le estaba hablando desde hacía unos minutos y él nada más no le prestaba atención y cómo hacerlo si Candy en esa ocasión lucía espectacular.

- Terrence, ¿qué te pasa? – cuestionó George un tanto preocupado por el estado ausente de Terry.

- Nada, sólo creí ver a alguien – respondió el castaño saliendo de su aturdimiento.

- ¡Ah bueno! ¿Quieres tomar algo? – cuestionó George al verlo un tanto aturdido.

- Sí, algo con hielo, ¿cómo está la fiesta? – preguntó casualmente.

- Después de la entrada triunfal de la señorita Candy pues creo que bien, aunque lo mejor viene después de esto – mencionó la mano derecha de Albert.

- ¿Cuál esto? George ¿podrías interceder por mí con Candy? – Terry le pidió a George.

- ¿Qué es exactamente interceder? – cuestionó él dudoso.

- Sí, ya sabes, que hable con ella sin la presencia de Albert – sugirió lentamente.

- ¡Oh bueno, él no es...! - iba a corregirlo, pero lo interrumpió.

- Sólo un momento - pidió con clemencia.

- Bueno, eh...espera – se detuvo a pensar y se retiró de ahí.

- De acuerdo – soltó él mientras iba al bar por un trago.

George se perdió entre todos los jóvenes que se encontraban allí, unos diez minutos después apareció con una sonrisa.

- ¿Me buscabas? – Candy le preguntó sorprendiéndolo un poco.

- Permiso, señorita Candy – le sonrió y se retiró de ahí.

- Pasa George – le respondió a su gran amigo y se quedo mirando la espalda de Terry que aún no se había dado la vuelta.

- ¡Hola Candy! ¿Cómo estás? – sonrió mientras la miraba a los ojos.

- Muy bien y ¿tú? – cuestionó ella al ver la actitud tan amable de él.

- Bien gracias, quería saber si ¿estás lista para la inmersión? – preguntó él mirando cada centímetro de piel hasta llegar al rostro de ella.

- Depende – soltó ella con sencillez.

- ¿De qué? – insistió.

- De que mi condición para el buceo no es tan buena como la tuya, además ya casi no me acuerdo de las técnicas de mi madre – caminó ella un poco tomando un cóctel de frutas que se encontraba en una especie de encimera.

- ¡No te preocupes, te enseñaré! – dijo él.

- ¡Eh...! Gracias, ¡qué amable! – sonrió apenas sin poder creerlo.

- Eres linda, ¿lo sabías? – dijo, sin ver la reacción que había provocado en ella.

- ¡En serio, gracias! – agradeció extrañada.

- Bueno, te veré en dos días, disfruta de tu fiesta – se despidió de ella con un beso en la mejilla y se fue de ahí.

- ¿Oí bien preciosa? – cuestionó Anthony quién veía alejarse a Terry.

- Depende – volteó a verlo un poco rara.

- ¿De qué cosa? – preguntó él reticente.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora