- Mi amor se puede saber ¿desde cuándo estás aquí? Te busqué en tu habitación y no te encontré – explicó Terry sonriendo ante la actitud de Candy, metida siempre entre papeles y con una pequeña lámpara encendida.
- ¡Hola! Quería terminar el diario, es hora de comenzar a leerlo – emitió esa idea sonriendo ante la mirada embelesada de su novio.
- Primero desayunemos – sugirió el castaño.
- Claro, no quiero estar oyendo a Albert regañándome, pero antes, toma encontré tu celular aquí – le dio el aparato y sonrió ante el olvido o lo que sea que pareciera.
- Cierto, gracias. Vamos – le tomó de la mano y le sonrió encaminándose hacia el comedor.
- Terry – lo llamó cuando sintió que la jalaba hacia él, posando una mano en su cadera y otra en su nuca.
- Sí, espera, ven primero, dame mi beso de buenos días – sugirió él besándola acaloradamente, terminando en su boca justo cuando ella se separó con lentitud.
- ¿Te gustó tu sorpresa de ayer? – cuestionó ella rozando su barbilla para después darle pequeños besos a lo largo de ésta.
- Sí mi amor, me encantó, ahora espero que para la próxima vez amanezcas conmigo y no me abandones en la madrugada- sugirió él con tono coqueto.
- No podemos hacerlo aquí mi amor, así que a conformarse – recomendó ella deteniéndolo en la puerta del comedor.
- ¿Conformarme? ¡Nunca! Ahora vamos a desayunar, no quiero otro sustito como el de ayer – sugirió él suspirando.
Candy y Terry caminaron hasta el comedor siendo vistos por Margaret y Henry, los cuales extrañados se acercaron lo suficiente para poder escuchar lo que la joven pareja platicaba.
- Mi amor ¿qué quieres de comer? – cuestionó no sin antes ver toda la mesa llena de viandas.
- Mmm huevos con tocino, una taza de café, un poco de jugo, dos...mmm no tres panecillos de queso y algo de fruta – sugirió Candy riendo ante las muecas de su novio.
- No tienes hambre ¿verdad? – le preguntó con sarcasmo.
- Casi no – respondió ella sonriente.
- Ah vaya, pensaba que eras glotona, ahora lo confirmo – sonrió ante esa idea haciendo que su novia sacara la lengua.
- Terry deja de molestarme y pásame mi comida – le urgió rápidamente.
- Está bien honguito – se apresuró a poner lo que le había pedido.
- Sigues con eso – dijo molesta.
- Albert te puso así, no yo y mientras no te lo cambie seguirás siendo honguito – refirió el castaño.
- Me gustaba más pecosita – afirmó comiendo un poco de fruta.
- Ni modos, así se quedará – resolvió Terry.
Mientras del otro lado de la puerta
- ¿Se les ofrece algo señores Duff? – preguntó George tratando de averiguar que hacían en la puerta del comedor.
- ¡Ah George, no nos asustes así! – exclamó Margaret, al verse sorprendidos.
- Este si... queríamos desayunar, vimos pasar a unos chicos aquí, por lo visto los Grandchester ya llegaron a la mansión Andley – espetó ella sintiéndose ofendida.
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Un amor que no entiende de pasiones
RomanceESTA HISTORIA COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL SON DE MI TOTAL AUTORIA, NO DE DOMINIO PUBLICO COMO ESTA ESTIPULADO, SI HAY ALGUNA DUDA, PUEDEN CONTACTARME Él, un millonario desde el nacimiento. Ella una hermosa y sencilla doctora. Él un Don Juan ha...