Capítulo XXVII

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Candy se dirigió por el pasadizo, juntando cosas, sus cosas, las había dejado como si fueran las migajas de un cuento, realmente pensaba que debía darse prisa, ella sabía que su padre entraría en cualquier momento, al llegar a la puerta del pasadizo solo atinó a cerrarla y en ese justo momento entraba Albert.

- ¿Dónde está Candy, Dorothy? – cuestionó Albert con calma.

- En su habitación, fue a despertar al joven Terry o eso me dijo – respondió ella.

- Ah, se durmió tarde – comentó como si últimamente la rubia no lo hiciera.

- Pues no creo, pareciera que no, yo la vi muy interesada en el diario – respondió Dorothy.

- Sí, me lo imagino, llámalos a desayunar, cuando hayan bajado, me avisas para ir al comedor, por favor Dorothy – pidió el rubio a la mucama.

- Enseguida señor William, permiso – se retiró la castaña de la biblioteca mientras Albert se sentaba en el sillón de la biblioteca.

- Pasa Dorothy – le dijo Albert, quitando algunas migajas del escritorio.

Dorothy salió de la biblioteca y cuando miró hacia las escaleras se percató que ese par rubio y castaño venían bajando con el diario en mano.

- Señorita Candy, su...quiero decir, el señor William quiere que desayunen con él, pueden pasar al comedor por favor – les sugirió Dorothy amablemente.

- Gracias Dorothy, dile a Albert que lo esperamos allá por favor – le pidió de favor a Dorothy que le avisara a su padre.

- Sí señorita, permiso – la castaña realizó una venia y se retiró rumbo a la biblioteca.

Mientras Candy y Terry se dirigían al comedor de la terraza. Dorothy iba en busca de Albert para que se dirigiera hacia allí antes de que comenzara con su trabajo diario.

- Candy – la llamó Terry.

- Dime – respondió ella mirándolo de reojo.

- En ¿qué año vas? – preguntó el castaño.

- En 1668, creo que vamos retrasados – soltó un suspiro.

- Señorita Candy deje el libro a un lado y póngase a desayunar – le pidió Dorothy a la rubia.

- Pero me faltan 4 siglos, cuando acabaré – se quejó débilmente.

- Obedezca – insistió.

- Siempre reprendiéndome Dorothy – volvió hacerlo.

- Debe desayunar como debe y no quiero discusiones – la reprendió.

- Sí mamá... - rezongó e imitó como si fuera una niña.

- Y no cuchichee o la castigo – le comentó riéndose.

- Pero...- intentó protestar, pero alguien más la reprendió.

- Calla mujer, deja de molestar a Dorothy – pidió el castaño riendo sonoramente.

- Se supone que debes estar de mi lado Terry y es ella la que me molesta – replicó.

- Candy puedes dejar el libro de una vez por todas, no irás a desayunar con eso sobre el regazo o sí – ahora fue Albert quién la reprendió.

- Tú también vas a comenzar a molestar Albert – le reclamó.

- Candy, honguito, puedes continuar después – le tomó la mano mirándola a la cara.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora