Capítulo XXXII

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- Buenos días, los testigos por favor, aquí el de la novia y aquí el del novio – le pide a los presentes que se coloquen al lado de sus hijos.

- Te ves preciosa, Candy – le susurra al oído a su hija. Jamás pensé que llegaría este día... tan pronto, te quiero mucho, lo sabes ¿verdad? – le dice a Candy mientras la ve soltar una lágrima que recoge con el pulgar y que bebe. No llores mi pequeña Candy, deberías estar feliz – le acaricia el rostro. Te pareces tanto a tu madre.

- ¡Papá...! – susurra Candy sin poder evitarlo.

- Sshhh, nadie debe de saberlo, además no le has dicho a Terry que Anthony y yo somos diferentes personas – le reclama.

- Lo sé, algún día lo haré y despertaré el demonio que tiene adentro, pero tengo formas para controlarlo...créeme – sonríe ante la idea y su padre le da un tierno beso.

- Bueno, es hora – la apura.

- De acuerdo, comencemos, estamos reunidos esta mañana para unir en sagrado matrimonio a la señorita Candice White Andley y el joven Terrence Greum Grandchester...

La celebración fue maravillosa para aquellos dos jóvenes, sobre todo por los votos de cada uno, prometieron controlar sus caracteres entre líneas y no romper la confianza nunca ni por la venta de goma de mascar.

Ambos sonrieron ante la idea, ya que desde hacía mucho tiempo se contaban todo, Albert y Richard sonrieron ante la posibilidad de que pronto serían abuelos y la única preocupación sería el verlos llegar a la mansión, solos, sin aquel par que los hicieron participe de ambas noticias. Cuando hubo acabado la ceremonia, salieron y después de los abrazos un paparazzi tomaba fotos que muy amablemente eran proporcionadas por los presentes. Después de la amena sesión, Terry les comunicó que había llegado su auto y que no los esperaran ya que su luna de miel comenzaba ese día no sin antes avisarles que se llevaban el diario de las damas Andley.

Una hora más tarde, Albert y Richard se encaminaban a la mansión de Chicago un tanto pesarosos ya que no les hacía mucha gracia tener que explicar primero las fotos y después el gran titulo de primera página del periódico del otro día ante la señora Elroy. Mientras que aquellos dos se encontraban en un lujoso yate propiedad de la compañía Andley-Grandchester.

- ¡Hola Albert! Y ¿los chicos? – cuestionó la señora Elroy extrañada de no verlos por ahí, leyendo o riendo.

- ¡Hola tía! ¿En la ciudad aún? – contestó como si en realidad estuviese concentrado leyendo.

- Ah bueno, iré a visitar a Elisa y su familia, regresaré mañana – le avisó a su sobrino para luego levantarse e irse hacia el jardín.

- Si tía no se preocupe – Albert la vio alejarse y no sintió que Richard se encontraba detrás de él.

- Albert, dile lo de Candy y Terry – le sugirió Richard.

- Ni se te ocurra decirle nada, ya mañana se hará lo que se pueda hacer – respondió el tratando de volver a su lectura.

- ¿Sucede algo? – cuestionó Elroy al ver el semblante del Duque.

- No tía abuela que te vaya bien – respondió Albert...sonriendo.

- ¡Qué miedoso eres Albert! – le susurró Richard.

- Pues eso... te lo recordaré mañana – se mofó el rubio.

Mientras en el yate...

- Candy – la llamó al entrar al camarote.

- Mmm – apenas respondió o eso trato.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora