Capítulo XXI

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- Hijo ¿dónde has andado? – cuestionó Richard viendo su apariencia y sonriéndole.

- ¡Hola padre! Aquí estamos visualizando las rocas que sacamos ayer - le retiró la mirada. ¿Pasa algo? – cuestionó Richard nuevamente.

- No, bueno algo...sí, un poco preocupado – le respondió indeciso.

- Y eso quiere decir... - le urgió su hijo.

- Sí pues, me ha informado que la familia materna de Candy ya llegó a Chicago – informó su padre.

- ¿Qué has dicho Richard? – preguntó sin salir de su asombro.

- Que la familia Duff llegó hace unas horas a Chicago y que se desplazó el clan completo a la Mansión Andley – repitió lo antes dicho.

- No estás hablando en serio – pidió una explicación más certera.

- Desgraciadamente así es – respondió Richard un poco molesto por ese cuestionamiento.

- ¿Qué sucederá papa? – preguntó Terry al ver el semblante de su padre.

- Pues insisten en hablar con nosotros y quieren que lleguemos hoy mismo, pero la señora Elroy ha inventado que no pueden molestarnos porque perderíamos millones, lo cual no es ni un por ciento cierto.

- ¿Qué vamos hacer Richard?

- Pues nada, nos debemos de dedicar a lo nuestro, nos faltan seis inmersiones más y no les quedará de otra que esperar, por lo pronto veamos que sacó Candy – lo invitó a seguirlo.

- De acuerdo, veamos, miren saque un prendedor de oro macizo y un cofre con incrustaciones de esmeraldas. Albert no sabes si ¿hubo naufragios en esta zona? – preguntó al comenzar a analizar la pieza.

- No tengo nada en concreto Candy, pero George nos ayudará un poco – decidió darle crédito a George.

- Esperen, veamos – pidió él buscando en la base de datos de la compañía.

- ¿Qué es eso? – refirió Candy observando una figura en especial.

- ¡Un escudo! – se sorprendieron todos puesto que apenas y se notaba en medio de la pieza y la arena que tenia pegada.

- Señorita Candy, hubo un hundimiento del buque Príncipe de Asturias el cinco de marzo de 1916 – le informó George.

- Pero este escudo se me hace conocido, entra a ver los escudos que tenemos en la base – le pidió Albert.

- Permítanme, necesito un líquido menos corrosivo – Albert se hizo a un lado y Candy sacó una botella ámbar de los líquidos especiales; regresó y vertió un poco más en la cuba de cristalería.

- Entiendo, ya está, veamos qué características tiene, dos hombres mirando hacia los lados y dos leones en el centro, veré más mañana a que se disuelva la arena que tiene encima – informó Candy quitándose los guantes de neopreno.

- Bueno al parecer no encontramos mucho – resolvió Richard.

- Un momento... - vio Candy la pantalla que tenían todos enfrente, la encendió y miraron más a detalle.

- ¿Qué tienes ahí...? – se levantó George con una alta definición en la pantalla.

- Atrás, hay algo atrás, no se ve bien, veamos si los ultravioleta nos ayudan – observó Candy sacando la pieza del líquido y pasándola debajo de una lámpara que al mismo tiempo tomaba fotos.

Un amor que no entiende de pasionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora